Santiago 11-Ciego 10; la Isla 13-Sancti Spíritus 2; Matanzas 10-Artemisa 5; Mayabeque 11-Cienfuegos 3; Holguín 8-Camagüey 2; Industriales 9-Granma 8; Villa Clara 7-Las Tunas 4…
Cabría pensar que se trata de resultados del campeonato cubano de balonmano, pero no. Son los scores de la jornada de domingo en la Serie Nacional de Béisbol, donde el partido Pinar 2-Guantánamo 0 fue una golondrina incapaz de hacer verano.
Ha sido un campeonato de ofensiva cruel, como puede preverse fácilmente si se repasan unos staffs llenos de lanzadores inexpertos y con medias entre 84 y 86 millas por hora. Así, el 23 de agosto Granma le fabricó 24 carreras a Cienfuegos, y tres días más tarde, Mayabeque y los propios Elefantes se liaron a palos hasta dejar las cosas 15×14, con global de 33 indiscutibles.
Fastidia aceptarlo, pero los montículos por donde pasaron Vinent y Rogelio, Lazo y Valle, Tati Valdés y el Duque, huelen a relajo. Tanto, que superar la mítica barrera de .300 se ha convertido en cosa de muchachos. El archiconocido “piece of cake” de los americanos.
Más que hablar, los datos gritan. Cumplida la fecha dominical se promediaba .282 colectivamente, con los cuerpos de lanzadores de Cienfuegos y Sancti Spíritus trabajando de manera respectiva para 8.47 y 8.00. El average de carreras por encuentro superaba la decena, y los hits ascendían a 18.5.
Nada que ver con las estadísticas reales –mejor dicho, decentes– de este juego que tan bien practicábamos en Cuba. Por ejemplo, apenas un equipo en todas las Grandes Ligas (Houston) conecta hoy sobre .280, y la ofensiva general anda solo por .255.
Y no es que nuestros bateadores se hayan superado. Contados son los casos de progresión irrebatible, aptos para hacer los ajustes pertinentes turno a turno. Lo que ocurre es que libran una pelea de león a mono con este último amarrado por sus limitaciones de velocidad, repertorio, concentración y pensamiento táctico. Lea y espántese: Serie Nacional, 1.1 ponches por boleto; MLB, 2.5.
Un día de estos, quién sabe si a la vuelta de unos años, los marcadores de balonmano que ahora lamentamos se transformarán en pizarras de voleibol o –verdaderamente estoy al no dudarlo– baloncesto.