Para Sara Ferrara viajar a Cuba es algo más que el motivo de unas suculentas vacaciones. Esta italiana, nacida en Cerdeña hace 44 años, encontró una de sus grandes pasiones en el béisbol que se juega en la isla antillana, y siempre que puede escapar de sus obligaciones laborales viene a debatirse en cualquier estadio entre bolas y strikes.
Cuenta que todo comenzó en el año 1998 cuando residía en Bélgica y contrajo matrimonio con un cubano. “Una de las cosas que más extrañaba mi esposo era la pelota y siempre estaba pendiente. Por mi parte, del béisbol conocía solo lo básico, gracias a dos amigos nicaragüenses que tuve en la universidad. Ellos practicaban este deporte, e incluso uno entrenaba a un equipo belga por hobby”.
Ferrara habla el español tan líquido como si hubiera nacido en tierras hispánicas, y me atrevo a agregar que le pone un acento salido de esta ínsula mayor de las Antillas. “Para los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 quise darle una sorpresa a mi pareja y reservé en todos los partidos del equipo Cuba. Desde antes teníamos una conexión con Carlos Tabares y allí pudimos compartir con todo el equipo. En ese momento comencé una excelente amistad con Michel Enríquez, estelar jugador de Isla de la Juventud.”
Sara se convierte en una cubana más mientras permanece sentada en el estadio Latinoamericano, con atención total al terreno de juego, su piel quemada por el calor del Trópico, dando palmadas a las buenas jugadas, criticando los errores y compartiendo un comentario estratégico.
“Después de esa experiencia en Atenas seguí al team Cuba a todos los eventos internacionales. Me divorcié pero nunca perdí la pasión beisbolera. Guardo dos momentos con mayor satisfacción. El primero es el Mundial que se celebró en 2009 por varias ciudades europeas donde fui la traductora de los cubanos en la estancia italiana. El segundo es el I Clásico Mundial en el 2006. Yo reservé directamente para San Diego, no estuve en la etapa de Puerto Rico porque sabía que estarían en el Pettco Park. No me defraudaron. Los muchachos se llevaron una tremenda sorpresa cuando me vieron. Pero, en el II Clásico me dejaron sola en Los Ángeles porque no llegaron a la ronda final. Ahora en el que viene (marzo de 2013) pienso ir a Japón”.
La agradable italiana lo deja claro desde el primer momento. “Los que en un principio era mis amigos del béisbol, ahora son mi familia. Vengo a Cuba dos o tres veces al año. Este es el tercer fin de año consecutivo que pasó con Michel y sus familiares. Mis padres fallecieron y desde que conocí al papá de Michel se creó una fuerte atracción. Este pelotero es como si fuera mi hermano. También tengo magníficas relaciones con el receptor villaclareño Yulexis La Rosa. En el equipo Cuba tengo varios ahijados. El inicialista cienfueguero José Dariel Abreu dice que yo soy su segunda mamá.”
Paradójicamente a Ferrara no le gusta el fútbol. “El deporte de los goles y las gambetas es poco vistoso, sobre todo el que se juega en Italia, pura defensa y encontronazos. Sin embargo, el béisbol es más divertido, tiene más situaciones, mayor tensión, hay que pensar más estrategias y mantener vivo el interés hasta el final”.
Los que conocen de cerca a Sara dicen que le sobra bondad, y es cierto. Tras un rato de conversación parece que es una conocida de toda la vida. La italiana, quien vive en Luxemburgo por cuestiones de trabajo, siempre ha reservado un puesto en las últimas finales de la Serie Nacional. Recuerdo haberla visto hace casi un año en Ciego de Ávila, sentada en el estadio José Ramón Cepero, con atención total al terreno de juego, dando palmadas a las buenas jugadas, criticando los errores y compartiendo un comentario estratégico. Sara ya es una cubana más. ¡Enhorabuena!