Esta es una historia deportiva, aunque el título sea cliché, cursi y todo cuánto huela a manido y convencional. El caso es que una cubanita consiguió la medalla de plata en el salto con pértiga de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, una competencia que tuvo con los pelos de punta durante un buen rato a millones de cubanos.
La pinareña Yarisley Silva saltó por encima de los 5.75 metros en el segundo intento y fue suficiente para ser una de las dos atletas que colocaron literalmente su corazón más cerca del cielo en el Estadio Olímpico.
Muchos esperábamos en silencio esta demostración de la muchacha, linda, pequeña, negra, pero tenía que hacer lo mejor de su vida frente a las “monstruos” de la especialidad. Así fue.
Otra vez logró la máxima altura de su carrera, igualó el récord nacional de 5.75, el mismo resultado de la campeona Jennifer Suhr, de Estados Unidos. Mientras que la “fuera de serie” Elena Isinbaeva, dueña de todas las supremacías y favorita precompetencia, tuvo que conformarse con un bronce envuelto en lágrimas.
El título que se colgó la estadounidense en el cuello lo decidió el fallo de la cubana sobre la primera altura de 5.45 metros. La fría noche londinense hizo lo suyo, pero no pudo impedir que la “desconocida” caribeña enamorara al repleto estadio con su carisma y su serenidad de acero.
La cubana Silva, titular panamericana en Guadalajara 2011, se encumbró en el Olimpo con un desgaste mayor que sus rivales. Empezó antes que las demás, realizó tres saltos más que Suhr, y sacó del podio a la alemana Silke Spiegelburg.
Una vez más, la pinareña se exigió en una gran competencia, en la más grande se puede decir, y todos somos conscientes de lo difícil que resulta para Silva practicar un deporte tan costoso. Que sean Estados Unidos, Rusia, Brasil y Alemania los países que dominan la pértiga no es una casualidad.
Pero, la medalla de plata se multiplica si se entiende que en este ciclo olímpico la cubana ha tenido que competir en muchas ocasiones con implementos prestados y de mala calidad, que el colchón de su sede de entrenamiento estuvo defectuoso hasta hace poco (ya se invirtió en uno nuevo), y que las cámaras y la prensa centran su atención en otras atletas.
La corajuda Silva escribió su nombre de plata en lo más alto del Estadio Olímpico. En Cuba lo disfrutamos muchísimo, también en Londres con cada aplauso, cada ovación, cada sonrisa. Y es que la cubana saltó como si le fuera la vida en cada intento. No pudo ser mejor, no hay razón para exigir, bendita plata.