El gran aburrimiento (con perdón de Bogomil Rainov)

Es un hecho: la paralización de la Serie (del Aburrimiento) Nacional con motivo del fallecimiento de Fidel Castro no servirá para generar expectativas en torno a su reanudación, ni tampoco redundará en un milagroso mejoramiento cualitativo postdescanso. Lo que mal empieza, dice una ley de Perogrullo, mal acaba, y el béisbol cubano ha interiorizado con disciplina estudiantil esa premisa.

Tanto es así, que a falta de ocho subseries para el arribo de la ronda decisiva, cuatro equipos tienen pie y medio –99 papeletas de 100, diría mi abuelo– para quedarse con los boletos de postemporada. El desastre: vamos por la mitad de la segunda fase y ya se sabe el desenlace de la historia. Esto es, que Matanzas, Ciego de Ávila, Granma y Villa Clara avanzarán a las semifinales. Suspense tendiente a cero, para enfado de Hitchcock.

Pero es lo que hay. Lo que nos toca. Un certamen donde el año pasado se apareció un fantasma con .500 de average (después, en una liga seria, batearía prácticamente la mitad de eso). Un torneo donde, en esta campaña, un equipo se dio el lujo de ganar 42 y perder 3 en una etapa, con average colectivo de .336 y OPS de .890. Un espectáculo de pura decadencia beisbolera.

Hay que tomarse el vino de la Serie. No es preciso ser sabio ni adivino para intuir que Cocodrilos y Tigres debieran ser protagonistas del play off definitivo, aunque tampoco se necesita de vocación profética para saber que Víctor Mesa puede hacer naufragar el barco rojo si comienza a apostárselo todo a las inspiraciones, los arranques nerviosos y el dictado de los caracoles.

Tampoco hay que sentirse Nostradamus a la hora de predecir que, habida cuenta de que camagüeyanos y holguineros vagan por las oscuras aguas del olvido, hombres como Alexander Ayala, Julio Pablo Martínez, Yunior Paumier, Yusniel Ibáñez, Erlis Casanova y –si su brazo sobrevive al sobresfuerzo– Liván Moinelo, estarán reforzando a los semifinalistas y marcando injustificables diferencias de último momento (por cierto, esta errática fórmula posibilita que un jugador pueda coronarse habiendo participado en solo ocho triunfos de su escuadra. Por ende, vade retro).

Ninguna pausa va a ayudar, ni la ininterrupción podría salvar los muebles. Nada –como no sean el tiempo, el derribo del bloqueo y el cambio de la filosofía deportiva nacional– gozará de fuerza suficiente para resucitarnos el amor por el alicaído campeonato doméstico. Este paraje donde desde ahora, tan temprano como a fines de noviembre, cualquiera puede presagiar lo que va a suceder en adelante.

¡Oh mar! ¡Oh mar! ¡Devuélveme mi Serie!…

Salir de la versión móvil