La selección cubana de fútbol, que a partir del día 27 del presente mes será parte de la Copa Oro 2023, finalizó su periplo preparatorio en tierras sudamericanas este martes. Como era de esperar, —por la calidad de sus rivales— lo hizo con un balance de dos derrotas en igual cantidad de partidos.
Tras la pálida primera presentación ante Chile el pasado 11 de junio, en la que el 0-3 no hizo justicia a la palmaria superioridad mostrada por La Roja de América, los antillanos mostraron una mejor cara este martes ante Uruguay. El encuentro tuvo lugar en el Estadio Centenario de Montevideo.
Si bien la selección charrúa derrotó a los caribeños con marcador de 2-0, los dirigidos por Pablo Elier Sánchez estuvieron muy lejos de ser aquel equipo frágil, indefenso y sin argumentos futbolísticos que pudo verse ante los chilenos. Esta vez, los Leones del Caribe dejaron una imagen mucho más esperanzadora de cara al máximo torneo de selecciones de la CONCACAF.
Teorizar sobre las causas del cambio podría conducirnos a un sinfín de respuestas. Estas pueden ir desde factores tan complejos como la implementación de una propuesta de juego más valiente, hasta elementos tan simples como la vuelta de Jorge Luis Corrales a la alineación.
Este Uruguay no era menos que el rival que nos sacó los colores hace poco más de una semana y, aun así, le jugamos infinitamente mejor. Si bien hubo algunas desatenciones individuales muy puntuales, a nivel colectivo el equipo defendió con mucho más orden y solidez que en su primer partido, al punto de que solo una falta innecesaria dentro del área y una serie de rebotes fortuitos permitieron a los dirigidos por Marcelo Bielsa estremecer las redes del arco defendido por Raiko Arozarena.
Lejos de las imprecisiones de aquella primera presentación, la línea defensiva se vio más segura: mostró la intención y las facultades para salir jugando con tranquilidad bajo la presión alta de los charrúas, rifando el balón solo cuando fue estrictamente necesario. Se observó, además, un mejor entendimiento entre las líneas. Las transiciones fueron ejecutadas con mayor efectividad y pudimos ver una circulación de balón notablemente superior a la mostrada ante Chile.
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En más de una ocasión el mediocampo cubano logró hacerse de la pelota con posesiones largas, precisión en los pases y un mejor criterio a la hora de buscar el hombre desmarcado, aunque ese efecto se diluyó un poco en cuanto se pisó el último cuarto de cancha.
Faltó un poco de frialdad a la hora del último pase. No levantar la cabeza a tiempo en los linderos del área hizo que se perdiera más de una ocasión de llegar con peligro real a la cabaña defendida por Sergio Rochet. A pesar de que Cuba logró chutar en más ocasiones que ante Chile, no debemos perder de vista que la única vez que esto sucedió producto de una jugada colectiva fue en las postrimerías del choque, cuando Neisser Sandó llegó a la línea de fondo y sacó un pase de la muerte. Ante él, Paradela no pudo imprimir toda la potencia que habría deseado.
También es necesario señalar que la ejecución de jugadas de pizarra fue inefectiva en la mayoría de ocasiones. No pocas oportunidades en las que pudimos crear peligro con jugadas a balón parado terminaron diluyéndose, obligando a los nuestros a recomenzar la jugada desde el fondo de la zaga. Mirándolo en retrospectiva habría sido preferible enviar el balón al área en busca de un cabezazo y esperar el rebote en los linderos del área en caso que la defensa repeliera este intento.
De manera general, fue un gran partido por parte de las dos selecciones. Uruguay fue superior, por supuesto. Nadie en su sano juicio esperaría lo contrario. Incluso, podría decirse que el 2-0 es un marcador justo, teniendo en cuenta el desenvolvimiento mostrado por ambos equipos. Pero el hecho de que Cuba haya mostrado una de sus mejores versiones ante un plantel lleno de figuras que militan en ligas infinitamente más competitivas nos permite arribar a la conclusión de que es este, y no el mostrado ante Chile, nuestro real potencial como selección.
Si bien Marcelo Bielsa prescindió de su once de gala para estos partidos, siete futbolistas de los que saltaron al campo militan en clubes de la Serie A de Brasil. El resto lo hace en las también competitivas ligas de primera división de Turquía, México, Estados Unidos y Uruguay.
Tras finalizar su periplo por tierras sudamericanas, la selección cubana regresará a la isla, donde esperará por el visado para viajar a los Estados Unidos y participar en la Copa Oro, al mismo tiempo que continúa su preparación con miras a este torneo.