Ignorar el problema. Prolongar lo más posible el enfrentamiento, ese choque incómodo que nos aliviará. Procrastinar. El clásico huirle al problema. En el fútbol casi nunca es posible aplazar ese momento crucial. Un calendario indica día y el lugar. Ausentarse no es opción. Así llegaban Barcelona y Real Madrid a su duelo, conscientes de que uno de los dos saldría muy mal parado para el resto de la campaña.
El primero con una plantilla corta, sin referencia de gol tras la lesión de Luis Suarez, con un técnico incapaz de encontrar soluciones. Primeros en Liga y aún así en una crisis infinita. La expulsión de Ernesto Valverde, que en teoría era el problema, ha desnudado aún más a los azulgranas. Al menos Txingurri era pragmático. Entendía que Busquets ya no es Busquets, que Lenglet, de momento, era preferible a Umtiti, que Semedo necesita un mediocentro que le cubra las espaldas, que Griezman es un cromo y no un goleador, que Carles Pérez era necesario en el banquillo, incluso si no jugase.
Ahora el Barça tiene un técnico valiente, de los que buscan el partido, de los que piensan “¿Defender? Que defiendan ellos.”, y luego se tragan cinco goles. Quique Setién no es la mejor opción, a menos que te importen más los valores, el estilo de juego, el ADN Barça y todas esas tonterías. Valores por demás que se van por el inodoro cuando criticas a Bordalás por su Getafe y luego despojas al Leganés de su delantero. ¿De qué valores se hablan? El Barça es una institución en crisis, y por desgracia es a sus jugadores a quienes les toca limpiar la imagen o cargar las culpas.
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— Madrid Sports (@MadridSports_) March 1, 2020
La situación del Madrid es bien distinta. Quizás la única semejanza con los catalanes sea la falta de gol. A Benzema se le han terminado, los gastó en la primera ronda. Ahora esperan que alguien le sustituya. Un día Isco, otro Bale, otro Casemiro, luego Ramos, o si no, a perder, como ocurrió frente al Levante, o frente al Manchester City. El Madrid llegaba tocado, casi eliminados en Champions, y con posibilidades de colocarse a cinco puntos del líder en Liga.
No obstante, nadie habla de Zidane, de tener los días contados, de crisis, de posibles nuevos técnicos, de reconstruir el equipo. Al Madrid ya no le importa si vive en crisis o no, los blancos son un corcho, siempre salen a flote, y cuando lo hacen, es para estar en la superficie un buen tiempo.
Así inició el partido. El Madrid no llegaba a pesar de controlar, y el Barça con latigazos tenía alguna ocasión. Quizás la imagen de ese primer tiempo sea el rostro de Griezmann tras fallar una ocasión clarísima. Griezmann representa hoy todo lo mal hecho en Camp Nou. Fichajes innecesarios, falta de gol, desconexión entre jugadores y directiva, mala planificación, estrellas por encima de las necesidades del club y los supuestos mejores canteranos del mundo ignorados una vez más. Griezmann es un fantasma que deambula por el campo, se queja de sus compañeros porque no le pasan, y cuando lo hacen, falla más que una escopeta feria. Griezmann es un espejismo, uno de esos jugadores forjados por Simeone que solo funcionan en el sistema de Simeone. ¿Cuántos goles anotó Griezmann con Francia en Rusia 2018? Cuatro, tres de penal, pero cuando tienes a Giroud de compañero de ataque, esos parecen buenos números.
En resumen, Barça despilfarra ocasiones de gol, el Madrid es un quiero y no puedo, y así termina la primera parte.
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Los cuarenta y cinco minutos de la verdad pueden resumirse en un momento puntual. Setien saca a Arturo Vidal por Braithwaite. Delantero por mediocentro para que juegue como extremo derecho y ayude a Semedo en banda. Y así llega el primero gol. Braithwaite queda retratado, pero no es su culpa, ni él está acostumbrado a esas labores defensivas, y por demás Semedo le deja vendido al subir al medio campo. Kross se percata del error y con mucho aspaviento le pasa a Vinicius. El brasileño tiene toda la banda para entrar hasta portería. Piqué no sale a cubrirle, confiado quizás en la falta de pólvora del merengue. Vinicius dispara y Ter Stegen le regala el primer palo. Cuatro errores en una misma jugada, cinco si contamos la sustitución. El Barça pagando caro la valentía de su técnico y la estupidez de su directiva.
A mí me gustaría decir que el partido terminó ahí, pero sería mentir. El Madrid anotó otro justo antes del pitazo final. Zidane dio minutos (es un eufemismo) por primera vez en Liga a Mariano, y el dominicano puso el último clavo en el ataúd. Otra vez por banda, Umtiti vencido, Semedo que no le cierra el espacio y Ter Stegen, una vez más, regala el primer palo. Parece un chiste de videojuego, o un cliché del peor animé deportivo. Zidane muestra una última carta, Mariano, un recurso que todo el tiempo estuvo ahí, pero solo guardó para caso extremo, y entiéndase que el Clásico no era el caso extremo, el caso extremo es la Champions. Tal vez Mariano no juegue ni un minuto frente al City, pero esa presencia en el banquillo, un hombre que entra y puede finiquitarte en medio de la desesperación, es una carta sicológica que acaba de jugar Zidane. Y si esa carta no funciona, da igual, son primeros en Liga y dejan al Barcelona con una herida terrible y muchos deberes por cumplir.