¡Increíble el salto de Guerra, perfecta su entrada al agua, una flecha surcando el gran azul, merecedor de un diez! Y… sencillamente los jueces lo califican entre 8.5 y 9. Esa sensación la hemos experimentado todos, al menos los que llevamos algún tiempo siguiendo el clavado, conocemos de rutinas y posibles calificaciones y encima comparamos las ejecuciones de nuestros ornamentalistas con las de sus similares en la elite.
Pero por encima de todo eso José Antonio Guerra (9 de agosto de 1979) se ha mantenido como huésped ilustre de las alturas desde hace más de dos décadas, y en la elite desde que se ciñó la corona en la Universiada de palma de Mallorca 1999. Ese fue su despegue, desde entonces saltos, giros, torso y piernas recogidas, como un verdadero contorsionista, han sido más que un deporte, o profesión si se quiere, su razón de vivir, movido por aquella premonición maternal de Oneida que auguraba su romance con los tanques como fuente de su sólido futuro.
Confiesa que flaqueó al llegar a La Habana, —pleno Período Especial en 1992—, incluso pensó en abandonar su cruzada como clavadista. Sin embargo se sobrepuso a todo eso, observando y escuchando los consejos de Jesús Aballí, Mayté Garbey, Rioger y Abel Ramírez, este último, junto al ruso Dimitri Sautin, las figuras que más ha admirado en su disciplina.
Incluso la vida le asestó golpes, esos que ningún deportista duda en calificar como momentos amargos: los suyos, quedar fuera de las finales olímpicas en Sydney 2000 (lugar 14) y Atenas 2004 (puesto 25), antes de culminar quinto en Beijing 2008 y Londres 2012 con 33 años. O sea que las preseas en citas estivales para él han estado recubiertas de una especie de vaselina, escurridiza en extremo; no así en Campeonatos Mundiales donde se colgó la plata individual en Montreal Canadá 2005 con total de 691.14 unidades y luego junto a Jeinkler Aguirre el bronce sincronizado en la edición de Roma 2009 (456.60).
Justamente por estos días ambos desafiaron las alturas con presea de plata, acumulado de 388.80 rayas en el inicio del Grand Prix escenificado en Madrid, una ciudad que destila buenos augurios para ellos y que ha atestiguado performances de relieve año tras año: oro y sólido 438.12 en el 2010, bronce (381.66) les deparó la versión del 2011, y nuevamente vieron la cúspide el año pasado amparados en 435.12.
De vuelta a esta versión la renovada dupla china de Jian Yang-Siyi Sie (458.64) fue fiel a la estela dejada por sus predecesores y se colgó el metal dorado, mientras el bronce fue al pecho del nuevo binomio azteca conformado por Jahir Ocampo-Diego Balleza (350.91).
Sin embargo la batalla de Guerra va mucho más allá de lo que el circuito Grand Prix, la Serie Mundial (iniciará su accionar entre el 15 y el 17 de marzo en Beijing), o las justas universales y olímpicas le puedan deparar. Ahora es él quien se entrega en cada sesión de entrenamiento, se cuida de no afrontar nuevamente problemas de lesiones severas como las que sufrió en su hombro derecho y espalda durante las temporadas 2011-2012, aconseja a la nueva hornada y contribuye a trazar estrategias, en ocasiones prácticamente magia, para atenuar los constantes problemas con los que han tenido que lidiar por más de un lustro en el deprimido complejo de piscinas Baraguá, donde climatización del tanque y recirculación del agua parecen estribillo del más trillado tema de reggetón actual.
Así encontraron refugio en la reparada piscina de la EIDE de Matanzas, como parte de un proyecto conjunto con los canadienses, con facilidades para la posible realización de bases de entrenamiento para ambas naciones.
Con todas esas agravantes, el dueto se las ha ingeniado para mantenerse segundos del ranking mundial sincronizado con 38.33 puntos igualados con los estadounidenses y únicamente superados por los chinos (40.00), mientras en individuales el propio Guerra hace honor a su apellido amén de un escaso bregar competitivo y está anclado sexto con 35.33, mismo acumulado que el azteca Iván García y a la escolta de Bo Qiu (CHN-39.33), David Boudia (EE.UU- 38.33), Thomas Daley (GBR-38.33), Víctor Minibaev (RUS-36.00), el también chino Yue Lin (39.33), el británico Thomas Daley (38.33), el alemán Martin Wolfram (36.67) y el azteca Iván García Navarro (35.33).
A propósito de su condición física, Guerra -considerado por muchos expertos el clavadista de mejor entrada al agua del mundo- declaró no haber sentido molestia alguna en su debut, pero explicó vía electrónica que en la medida en que él y Jeinkler vayan entrando en ritmo, deberán incorporar las cuatro y media vueltas al frente con torso y piernas recogidas, para ganar en grado de dificultad, pues hasta este minuto el salto de dos vueltas y media al frente con dos giros y medio (3.7) es considerado el de mayor rigor técnico y de sincronización.
En definitiva Guerra aún persiste, como todo buen guerrero, en acariciar el podio olímpico. Estaríamos hablando de 37 años para Río de Janeiro en una disciplina bastante traumática. Otro ciclo desafiando la gravedad desde los diez metros. Ciertamente ya lleva más de un cuatrienio instalado en la elite, desde que hizo yunta por primera vez con Aguirre tras caer el telón de Beijing, pero esa batalla se antoja campal. ¿Podrá emerger airoso en su quinta comparecencia? Confiemos en que sí.