Las cuentas de Juan Kubala: Puertas que se abren

…porque 2×2 siempre son 4

Desde el momento exacto en que Barack Obama dijo lo que dijo en diciembre de 2014 y las relaciones entre Cuba y Estados Unidos entraron en una nueva era, el cubano de a pie empezó a pensar en una mejoría de sus estándares de vida. Bastaba con diez minutos en la calle para monitorear el sentimiento colectivo: aquí y allá se hablaba de una mesa más surtida, un transporte eficaz, un salario decente, un béisbol superior…

Como lo lee. Se hablaba de pelota porque es una prioridad cultivada en el alma insular con la paciencia de un ceramista chino. Un motivo de orgullo. Un símbolo equiparable a la bandera o el escudo. La pelota es un alto por ciento de la sangre que mueve el corazón de este país, y volver a trabar “amistad” con el vecino poderoso significaba, de algún modo, conjurar el infarto de nuestro pasatiempo.

Porque nada ha podido frenar hasta ahora la diáspora del talento beisbolero cubano. Cada semana suma nuevos nombres a la lista de los que se marchan (legal o ilegalmente) a probar suerte en otros lares, siempre con la mirada última clavada en las Ligas Mayores norteamericanas. Así, los equipos del campeonato doméstico cada vez lucen más indefensos, más mediocres, más lejanos del sueño bonito de tener verdaderos trabucos y disfrutar partidos de clase legítima.

De ahí que el período naciente se antojara, desde que Obama dijo lo que dijo, promisorio. Si el bloqueo finalmente se extingue –y todo apunta a que sucederá, más temprano que tarde-, las puertas gigantes de la MLB se abrirán de par en par, los vínculos deportivos se resucitarán, y la gran beneficiaria del río revuelto será –no lo dudemos- la pelota nacional.

¿Cómo se explica esto? Ciertamente, las estrellas continuarán partiendo rumbo al Norte. Es un proceso lógico y, a estas alturas de la vida, inevitable. Inclusive otros valores jóvenes también emprenderán el largo viaje, con destino al sistema de granjas del béisbol norteño. Entonces, con tanta migración en el ambiente, ¿dónde está el beneficio?

Para entenderlo, lo primero es ser pragmático, dejando a un lado el virus chovinista: la Serie que tenemos es nefasta, y pide a puro grito una inyección de calidad que no podemos darle a causa de las llamadas deserciones y el trabajo deficiente en las categorías inferiores (donde a la escasez de técnicos capaces se suma la carencia de implementos).

A mi modo de ver, las principales ventajas se localizarán en dos frentes visibles. Una, numerosos peloteros que habrían crecido deportivamente en Estados Unidos podrían desempeñarse aquí en una liga invernal (en dependencia, claro está, de las cláusulas del contrato firmado entre ambas partes). Y dos, el interés por un mercado virgen dará entrada a un sinfín de entrenadores de nivel, adecuados medios de trabajo y modernas metodologías de preparación que reactivarían el apagado desempeño de las academias territoriales.

Para ser franco, tengo la pesimista sensación de que ya no volveremos a ver en el patio campeonatos como aquellos en que brillaron Pedro Chávez y Félix Isasi, y mucho menos los que, tiempo después, acogieron a hombres de la talla de Reinaldo Costa y Gabriel Pierre. Cada vez que aparezca un atleta de sus condiciones, siempre y cuando haya vínculos con la MLB, habrá que despedirlo en un ciento por ciento de los casos.

Cuando ello acontezca, tal vez podamos celebrar sus rectas y jonrones a través de la televisión, y ello al menos servirá como consuelo. Ese mismo consuelo que lamentablemente hoy no podemos darnos.

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