Las sorpresas de José Dariel

Después de pasar varias semanas de asombrar a sus seguidores y mantenerse de incógnito, el pelotero José Dariel Abreu aparece con una nueva residencia oficial: Haití.

En la nación caribeña, conocida por muchas historias menos por su béisbol, José Dariel asienta los documentos para poder desplegarse como agente libre en el baseball dominicano y finalmente concretar algún acuerdo con organizaciones de las grandes ligas norteamericanas.

Las especulaciones hablan de cifras multimillonarias que le podrían ofrecer distintas organizaciones de la MLB, en lo que podría convertirse en otra sorpresa de Pito, superando en varios millones la cifra de 42 lograda por su coterráneo Yasiel Puig.

Tal vez, como propone The New York Times, José Dariel se convierta en la próxima estrella cubana bigleaguer o simplemente obtenga los beneficios de un mercado entusiasmado por las actuaciones de otros peloteros antillanos como el propio Puig o Yoenis Céspedes.

El compás de esperar comienza, pues tras obtener la residencia en Haití, el cienfueguero espera el “desbloqueo” de la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC), adjunta al Departamento del Tesoro, de Estados Unidos. Para conseguirlo los interesados deberán certificar que el contrato no beneficiará al gobierno cubano, ni siquiera a través del matrimonio de José Dariel, técnicamente válido pues Pito se fue sin firmar un divorcio en camino.

De todos estos movimientos y tejemanejes han estado al tanto miles de residentes en Cienfuegos, quienes luego de superar el estupor por la repentina salida de su estrella deportiva metabolizan el nuevo estado de cosas indagando por los atletas disponibles para la próxima serie nacional.

Correos electrónicos y llamadas entre cubanos de dentro y de la diáspora, junto a la sazón de la irrefrenable Radio Bemba, azuzan el fuego de las peñas habituales o espontáneas, donde suena cada vez más el nombre de Edwin Vassel, hasta hace poco oculto por el brillo del primera base en fuga.

Pocos días atrás un negrón alto y fuerte, muy parecido al nuevo objeto de la esperanza cienfueguera, gritaba a voz en cuello dentro de un camión de pasajeros que todos evocaban los últimos años de actuación portentosa de Pito, y olvidaban así sus torpes primeros pasos; símil confiado en que con el tiempo llegará el sustituto de las pasiones perdidas.

La estampida familiar del jonronero (salió  en lancha con sus padres, hermana, primos y una pareja) dejó también materia para engordar la fabulación popular, empeñada en conocer (o inventarse) destinos para los cabos sueltos que quedaron colgando.

Así, por ejemplo, hubo hasta quien se hizo eco de supuestos desalojos a la esposa y al niño pequeño de José Dariel de las casas que le entregaron al bateador y sus padres en la apoteosis del rendimiento y que nunca poseyeron con documentación legal. Allí están madre y niño, todavía.

Más de uno pensó en el mayor fan de Pito, un niño con discapacidades físicas de nombre Peter, que gozaba hasta el delirio los descomunales batazos en el parque Cinco de Septiembre y que en retribución recibía la única señal a las gradas del recogido pelotero. Peter sufrió, pero sale adelante y lo dice en la radio, aunque no quiera contar sobre el asunto.

A otros también llegó un ramalazo profesional como consecuencia del paso del nacido en Potrerillo, un pueblito de Cruces, en el centro del país. Son un dúo de hermanos trovadores que se apellidan Los Novo y que entusiastas compusieron para su equipo de pelota La Canción de Los Elefantes; convertida ahora en símbolo de una época más que en referente de actualidad.

Primero salió del canto el “loco” Puig y luego le siguió el receptor Osvaldo Arias, clave en el resurgir del Cienfuegos y tempestuosamente salido del team por conflictos de viviendas y otros placeres mundanos.

El “daño colateral” causado por Pito todavía no acaba de sanarse, aunque haya fijado residencia haitiana. Los domingos en la mañana, cuando afinan las cuerdas para activar su Trova de Guardia en el céntrico Parque Martí, Pedro y Roberto Novo ponen la teja antes que caiga la gotera: “¡A nosotros hoy no nos hablen de pelota!”.

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