Hay personas que tocan fondo para luego resurgir, como si todo se tratase de bajar y luego levar anclas. Ese, tal vez, sea el caso de Luis Ortiz (25-0, 22 nocauts), el proclamado “King Kong” del boxeo profesional. Un hombre que a la velocidad de un chasquido de dedos ha pasado del ruido ensordecedor al silencio oportuno, de la penumbra a la claridad y del desasosiego a la quietud plena.
Tras ocho meses de inactividad, a pesar de la búsqueda incesante de rivales, el cubano regresará a los cuadriláteros el 12 de noviembre contra Malik Scott (38-2, 13) en Mónaco. Eso sí, retornará rodeado de un panorama diferente al de su última salida en marzo pasado frente al estadounidense Tony Thompson (40-7, 27).
Aquella vez, era uno de los protegidos por Golden Boy Promotions, la promotora del mítico Óscar de la Hoya. “Luis Ortiz es una realidad. No solo posee poder sino que se mueve bastante para un hombre de su talla (…) podrá retar a cualquiera en la división, incluyendo a Wladimir Klitschko”, manifestó por esos días el mexicano, ex boxeador, ex cantante y hoy prominente hombre de negocios.
Pero “el noviazgo” se rompió. Llegó a su final abruptamente y aún los por qué no están claros. Entonces, parecía que Ortiz caería en desgracia, que los sueños se desvanecerían, hasta que se conoció que había firmado un pacto promocional con Matchroom Boxing, una poderosa empresa de Inglaterra.
“El que persevera, triunfa; el que tiene fe no duda de nada y posee el derecho al éxito”, le expresó el boxeador camagüeyano al periodista Jorge Ebro. “A Golden Boy le doy las gracias porque me sacó a la luz (…) pero luego surgieron tropiezos”, añadió.
Poco después de la separación y de la buena nueva con la entidad inglesa, llegó la noticia oficial sobre su regreso ante Scott en Europa. “King Kong” abandona así el ostracismo y sale ileso de una nueva tormenta eléctrica de incertidumbres, un ambiente conocido por él, su cuerpo de trabajo y sus fanáticos.
Recordemos. Corría el mes de enero de 2015 cuando la Comisión Atlética de Nevada ratificó la suspensión de ocho meses al cubano Ortiz por haber dado positivo a Nandrolona, una sustancia prohibida en la disciplina. Tal decisión hizo que el fajador perdiera su título interino de los pesos pesados de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
El control antidrogas había acontecido en septiembre de 2014, luego de su victoria por nocaut ante Latiff Kayode. A pesar de la situación, el equipo del imponente pugilista no cesó de trabajar y le allanó el camino para un regreso poco escabroso.
Así, y ante el escepticismo de millones de personas, Ortiz volvió más fuerte que nunca el 20 de junio de 2015 con un fuera de acción en el primer asalto contra Byron Polley. Después obligó a usar cloroformo para despertar del letargo al argentino Matías Vidondo (tercer asalto), al norteamericano Bryant Jennings en siete capítulos y al referido Thompson en seis rounds.
Todo ello ratificó una verdad de Perogrullo: “King Kong” es uno de los boxeadores más temidos hoy día. Y solo el azar y él mismo pueden echar por tierra un futuro que parece listo para cubrirse de grandeza.
Lejos de los cuadriláteros, el boxeador tampoco ha sido ajeno a la desdicha. Justo después de que los ligamayoristas cubanos Yasiel Puig, Alexei Ramírez y José Dariel Abreu tocaran territorio antillano en diciembre último, sin cumplir el tiempo establecido para quienes abandonan una delegación oficial o se marchan de Cuba por la vía ilegal, alguien le negó la entrada a Ortiz.
Y lo más significativo, por triste, es que no venía a hacer turismo, tomar Havana Club o saludar a los vecinos, aunque pudo haberlo hecho, claro. No. Su idea era visitar a su madre que atravesaba entonces por graves problemas de salud. A punto de abordar el avión, una llamada puso fin a sus ilusiones.
Por eso, cuando el 12 de noviembre próximo esté rodeado de cuerdas y el ring sea el lugar perfecto para desquitarse con el destino, el camagüeyano, a sus 36 años de edad, peleará por los boxeadores profesionales cubanos, por todos los que no tienen oportunidades para dar sentido a sus carreras. Pero, sobre todo, peleará por él, un deportista que ha tenido paciencia y ha sabido guardar silencio: virtudes de los grandes, de los que saben aprovechar los instantes únicos de la vida.