Seguir los Juegos Olímpicos o cualquier evento mutideportivo es una experiencia, en ocasiones, caótica, incluso si estás en la comodidad de la casa. Pasar de una competencia a otra implica un estrés no reconocido, sobre todo si eres un fanático empedernido y no te quieres perder nada de lo que sucede.
Lo bueno de la modernidad es que, entre el televisor, la radio, el ordenador y el móvil puedes estar pendiente de casi todo. Lo malo es que, entre tantos dispositivos y deportes, vemos los Juegos por ráfagas: un par de carreras en la piscina, medio set de voleibol, dos compases del ciclismo, cinco minutos de un partido de baloncesto, un round de boxeo, el punto de oro en el judo, cinco goles en el balonmano y dos en el polo acuático… Es una locura en toda la regla.
A veces uno siente la necesidad de parar, de sentarse tranquilamente a ver los 14 minutos de un choque de rugby 7, pero enseguida piensas que a mitad de ese juego alguien puede estar rompiendo un récord del mundo en la natación y vuelves a las ráfagas. Es el ciclo sin fin de los Juegos Olímpicos…
El buque insignia ya navega
Este sábado, en medio de las finales de la natación y unos partidos de tenis de mesa, debutó el primer boxeador cubano en París. Erislandy Álvarez, subcampeón mundial, vivió su estreno en lides bajo los cinco aros y derrotó antes de la campana a John Ume, uno de los seis representantes de la pequeña delegación de Papúa Nueva Guinea.
Álvarez aprovechó la enorme diferencia con su rival y lo mandó una vez a la lona, mientras le propinaba tres golpes certeros que le valieron conteos de protección. Ante ese despliegue, el combate se detuvo y el cubano terminó con su brazo en alto.
“Como fue la primera pelea, tratamos de conocer al contrario y subir poco a poco el ritmo. Al principio, un poco de nervios, por ser mi primera vez en un evento de este tipo, es algo normal en cualquier deportista, pero ya rompimos el hielo, que es lo más importante”, dijo Álvarez a JIT.
“Estoy aquí por la medalla de oro para el pueblo cubano, no importa quién sea el rival”, añadió el chico sin dudar.
Esta fue la primera piedra del boxeo antillano en París, donde los pugilistas aspiran a mantenerse como el bastión de la isla en Juegos Olímpicos. En el pasado, ninguna otra disciplina ni se ha acercado a su nivel de incidencia. De hecho, podrían pasar varias ediciones estivales sin ganar una sola presea en el cuadrilátero y aun así se mantendrían como el deporte que más ha aportado al medallero general de la isla. Esa condición de buque insignia está muy justificada.
En París, sin embargo, cuesta pensar en la armada boxística como un buque, pues la expedición solo cuenta con cinco pugilistas. Por decirlo así, es una embarcación de menor calado, con dos capitanes de navío (Julio César La Cruz y Arlen López) aspirantes a la cima y tres marineros que buscan inscribir su nombre al lado de grandes estrellas.
La “otra” delegación cubana
Más allá del triunfo de Erislandy Álvarez en el ring, el avance a cuartos de final del remero Reidy Cardona y el espectacular debut de Jorge Luis Alayo y Noslen Díaz en el voleibol de playa, la delegación cubana tuvo resultados discretos este sábado. Daniela Fonseca y Moises Campos perdieron en su estreno en el tenis de mesa, mientras Yariulvis Cobas no pudo hacerse justicia en una dura regata de remo.
Está entonces el saldo de la “otra” delegación cubana en París, los deportistas nacidos en la isla que representan a otros países en la capital francesa. Este sábado, por ejemplo, María Celia Laborde fue eliminada en su segunda pelea de los 48 kilogramos en el judo. La guantanamera, que compite por Estados Unidos, derrotó en su estreno a la china Guo Zongying, pero después cayó frente a la italiana Assunta Scutto, líder del ranking mundial.
Mejor suerte corrió el voleibolista santiaguero Wilfredo León, máximo anotador de Polonia en la barrida 3-0 sobre Egipto. El auxiliar marcó 13 cartones y lideró a la escuadra polaca, una de las máximas aspirantes al trono en el deporte de la malla alta. Por su parte, Yoandy Leal se recuperó de las molestias que arrastraba tras un golpe en los entrenamientos y estampó 15 unidades en el duelo que Brasil, su equipo, perdió 1-3 frente a Italia.
Las primeras medallas: Australia se roba la arrancada
Australia nunca había ganado una medalla en la contrarreloj femenina del ciclismo, hasta que este sábado Grace Brown fue más rápida que todas en las arterias parisinas. La chica de 32 años nacida en Victoria necesitó poco más de 39 minutos para cubrir el recorrido bajo la lluvia, que provocó múltiples caídas.
Esta corona abrió el medallero de Australia en París 2024, pero no fue la única, porque Arianne Titmus en los 400 metros libres y el relevo 4×100 libres para damas también sacaron títulos de la piscina La Défense Arena. La delegación australiana terminó la primera jornada de competencias tras la inauguración en la cima de los Juegos con tres pergaminos dorados, por delante de China, que conquistó dos coronas este sábado.
Una sueca haciéndose la judoca
Una japonesa ganó la primera medalla de oro en disputa del judo femenino en París. Puede parecer normal, a fin de cuentas las niponas son la principal potencia mundial de los tatamis, pero específicamente en los 48 kilogramos no subían a lo más alto desde Atenas 2004, su peor racha entre mujeres sumando todas las categorías de peso.
La rumana Alina Dumitru, la brasileña Sarah Menezes, la argentina Paula Pareto y la kosovar Distria Krasniqi reinaron en la división de Beijing a Tokio, pero ahora Natsumi Tsunoda rompió el maleficio para darle la primera corona al equipo de la Tierra del Sol Naciente en la capital francesa.
Sin embargo, lo más notable de la jornada sabatina en el Grand Palais Éphémère fue el bronce de la jovencísima Tara Babulfath. Con solo 18 años, la chica nacida en Estocolmo en 2006 se convirtió en la primera judoca de Suecia con una medalla en la historia de los Juegos Olímpicos, y también entró en el Top-10 de las competidoras más bisoñas de la especialidad con una presea bajo los cinco aros.
Babulfath, hija de luchadores (su padre fue olímpico en Atenas 2004 y su madre ganó varias medallas mundiales), es una de las sensaciones de París, donde por fin ha aparecido una sueca haciéndose la judoca… o viceversa.
Una muerte en la Villa Olímpica
No todas son buenas noticias desde la Ciudad de la Luz. Resulta que el viernes en la noche, mientras estaba andando la ceremonia de apertura de los Juegos, falleció en la Villa Olímpica el entrenador Lionel Elika Fatupaito (60 años) a causa de un paro cardíaco. El preparador de boxeo de Samoa seguía la inauguración por televisión en el momento de su deceso, según informaron las autoridades locales.
El pugislista Tupuola Ato Plodzicki-Faoagali, quien debutará este domingo en la división pesada, lamentó la muerte de Fatupaito en Instagram: “No tengo palabras para expresar cómo me siento, pero descansa en paz, entrenador Lionel. Esta es nuestra última (foto) juntos antes de tu muerte. Gran maestro”.
Las 10 vidas (o balas) de Nino Salukvadze
La primera vez que Nino Salukvadze compitió en unos Juegos Olímpicos todavía no se había caído el Muro de Berlín y la Unión Soviética era una de las potencias en el concierto estival. En Seúl 1988, la tiradora nacida en Tbilisi y que representaba precisamente a la escuadra de la hoz y el martillo, irrumpió a lo grande con oro en la pistola de 25 metros y plata a 10 metros. Tenía solo 19 abriles.
Lo que nadie pudo prever en aquel momento es que Salukvadze se convertiría, 35 años después, en la primera mujer con diez participaciones en la historia de las citas bajo los cinco aros. Ahora representando a Georgia, comitiva que la seleccionó como abanderada por tercera ocasión, la tiradora ya compitió en la pistola de aire a 10 metros y finalizó en la posición 38, lejos de la lucha por las medallas.
No obstante, su décima incursión olímpica a los 55 años la colocan en un lugar privilegiado de los libros de récords.
“Tania” Zeng, la novata de 57 años
Por cierto, si hablamos de longevidad en los escenarios olímpicos no podemos obviar la historia de Zhiying “Tania” Zeng, una jugadora de tenis de mesa que vivirá su primera experiencia estival a los 57 años con la delegación chilena.
Nacida en China en 1966, emigró a Chile en 1989 y allí casi dejó a un lado la práctica del deporte de sus amores para atender un negocio de venta de muebles de oficina. En tierras australes nadie entendía bien su nombre y comenzaron a llamarle Tania. Con el paso de los años, parecía que el tenis de mesa había quedado a un lado, pero en medio de la pandemia retomó su pasión muy en serio y consiguió colarse en París 2024.
Su relato nos deja bien claro que nunca es tarde para luchar por los sueños.
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