Hace 29 años nació un semidiós en Cuba: Mijaín López. De esos mitad humanos mitad inmortales, hijos de Zeus, que deambulan en la Tierra con poderes superlativos y dedican sus vidas a deleitar a la muchedumbre con genialidades extraordinarias.
El lunes 6 de agosto de 2012, el gran Aquiles caribeño de 120 kilogramos deleitó a millones de cubanos con una medalla de oro antológica en los Juegos Olímpicos de Londres, rodeada de mística y escepticismo, pero que despejó cualquier duda sobre quién es el mejor luchador grecorromano del mundo, libra por libra, en la actualidad.
Que si perdió el pasado mundial con el turco, que si la motivación no es la misma de sus años mozos, que si le falta stamina, fuerza o llega corto de entrenamiento, que si sus rodillas están mermadas, que si ayer y hoy son tiempos antagónicos… tonterías y presagios malintencionados, puras especulaciones, bla-bla-bla.
En la capital británica Mijaín no dejó lugar a la duda de su trascendencia histórica. Allá, el cuatro veces campeón mundial (2005, 2007, 2009, 2010) barrió a todos sus adversarios sin permitir puntos en contra. Una vez más hizo gala a su jerarquía divina y se coronó monarca olímpico por segunda ocasión en su vida: Beijing-2008 y Londres-2012.
El fenómeno de la lucha clásica festejó su triunfo como si fuera el primero de su carrera, en realidad esta vez debió explotar al máximo sus capacidades innatas para doblegar a sus rivales porque la competencia estuvo fuerte, pero sobre todo para callar las bocas de aquellos que perdieron la confianza en él o que quizás nunca la tuvieron, y se escudaron en el turco Riza Kayaalp para elegir a su Anticristo.
Ciertamente, el otomano logró sentarse en el trono en el Campeonato Mundial celebrado en 2011, en Estambul -una de las ciudades más importantes de Turquía-, sin embargo poco le duró su reinado al ceder inobjetablemente en la semifinal olímpica ante el Titán López.
Me siento imbatible, declaró el cubano nacido en el poblado pinareño de Los Palacios, antes de admitir que “la pelea con el turco fue una final adelantada, fue una de las mejores peleas de mi vida”.
En la disputa por el título solo tuvo que subir al colchón del ExCel Arena para atemorizar a su oponente, el estonio Heiki Nabi, quien apenas hizo resistencia a Mijaín y quedó feliz con su medalla de plata, que lo certifica como “el mejor luchador de la otra liga”.
Si, porque en una liga compiten los atletas de carne y hueso, y la otra está destinada exclusivamente para los inmortales, esos que serán protagonistas una y otra vez de alegorías a su nombre, y pasarán de generación dejando un legado glorioso.
Ahora solo resta preguntarse ¿Podrá Mijaín pugnar por su tercer cetro olímpico en Río de Janeiro-2016? Eso habrá que dejárselo al Dios Cronos o al mismísimo Zeus, Dios rector del Olimpo.