En 1999 muchos se asombraron cuando el legendario estadio Latinoamericano acogió la inauguración de la trigésimo octava Serie Nacional. Y no porque el Latino no pudiera abrir las cortinas de una temporada, todo lo contrario, sino porque los dos torneos anteriores habían sido ganados por la maquinaria del Pinar del Río de Jorge Fuentes.
Detrás de aquella decisión, para muchos inexplicable, había una contundente y soberana razón, un muy plausible argumento. En aquella ocasión, a los que asistieron al coloso del Cerro poco les importaba presenciar a los bicampeones de Vuelta Abajo o el regreso al ruedo de los Industriales.
Todo giraba alrededor de un nombre, de alguien que había desaparecido de su hábitat por un tiempo. Tiempo que se convertiría en una especie de letanía sin su elegancia, sin sus excelsos malabares nocturnos. El Doctor Rolling, la reencarnación del ilustre Willy Miranda, el clon de la leyenda Ozzie Smith, estaba de vuelta en casa.
Guarecido en el club house de Industriales, alimentándose de roletazos de calentamientos como todo un león, yacía con el eterno número 11. El imán de aficionados y batazos volvía a los terrenos de juegos, en aquel 1999. Bajo un sol sin piedad, Germán Mesa saltaría de nuevo al campo.
Puede que los exigentes aficionados de Industriales no solo lo recuerdan como el extra clase del short stop que fuera, sino como el último manager que los llevó a disfrutar de una corona. Pero es el mismo hombre, ¿o no?.
¿Cómo te inicias en el béisbol?
Por tradición familiar. Mi papá y mis hermanos todos jugaban béisbol y desde bien pequeño siempre me llevaban a los juegos. Aunque en realidad lo que me gustaba eran las artes marciales, prefería el kárate y el judo. Pero mi papá insistentemente me metió el béisbol por los ojos. Antes también probé suerte en otros deportes como la gimnástica, el ciclismo, el tenis de mesa y el baloncesto.
Háblame un poco de esos primeros años practicando un deporte que no era el favorito para Germán Mesa.
Mis primeros años fueron muy difíciles. Nunca fui de complexión fuerte, era muy delgado y de pequeña estatura y en ese tiempo los entrenadores erróneamente seleccionaban solamente a los atletas corpulentos. Teoría absolutamente absurda porque si un atleta tiene calidad en este deporte, el físico no debe incidir en nada.
Eso me chocó mucho, me decepcionó, fue muy doloroso. Te imaginas a un niño que vaya hacer unas pruebas y por el físico no te dejen ni vestirte de pelotero. Es una cosa traumática. Por el contrario veía que mi calidad era superior a los llamados corpulentos pero eso no contaba para los entrenadores y por lo tanto me eliminaban.
Hasta que logré entrar a la escuela deportiva Mártires de Barbados con el profesor Augusto Fonseca, que fue uno de los pocos que me tomó en serio.
¿En qué momento logras despegar como un jugador diferente al resto?
Se puede decir que en el año 1985 cuando integro el equipo Cuba juvenil para participar en un torneo en New York. Ese plantel, junto con el del año siguiente, fue uno de los mejores team juveniles que hubo en esa época. En aquel conjunto estaban Eduardo Cárdenas, Edy Rojas, Oscar Machado, Pablo Miguel Abreu, entre otros excelentes jugadores que después triunfarían en las Series Nacionales.
Incluso, estando en este equipo juvenil, ya formaba parte de Metropolitanos. Esa fue mi primera Serie Nacional siendo aún estudiante de duodécimo grado. Era un niño entre hombres, tuve que madurar muy rápido.
¿Cómo fue esa primera Serie Nacional?
Pésima. Otra frustración, por poco troncha mi carrera deportiva. Había tenido un buen torneo provincial y mantuve el rendimiento en la preselección de Metros. Estaba en cuanto a rendimiento por encima de todos los torpederos para no decirte que de todos los jugadores de cuadro, pero me dejaron fuera del equipo nuevamente al final. Esa fue la tapa al pomo. Decidí regresar a casa y olvidarme del béisbol, le dije a mi mamá que ya no iba seguir jugando pelota que me iba a dedicar a estudiar psicología que de la pelota no quería saber más nada.
Días después me llega una citación para presentarme en la Ciudad Deportiva y no fui, había descartado por completo el deporte. Pero me vuelven a citar y me piden que me una al equipo de nuevo. Me incorporé a los entrenamientos y a los dos días me suben al equipo de Metropolitanos. Ese año solamente tuve 50 veces al bate con 8 hits. La temporada siguiente jugué un poco más y así fue que empecé a crecer en Series Nacionales.
Muchos jugadores declaran que el Estadio Latinoamericano aterroriza. ¿Pudiera describir ese primer impacto?
Debuté de primer bate jugando contra el Villa Clara de Pedro Jova y Víctor Mesa. Recuerdo que el pitcher era Ribeira. En mi primer año, a pesar de ser el segundo equipo de la capital, teníamos una gran cantidad de jugadores de calidad: Darcourt, Arocha, Eduardo Cárdenas, Javier Méndez, Juan Padilla. Estaba tan impresionado que por momentos le perdía la atención al juego. Esa cantidad de figuras que tenía a mí alrededor me hipnotizaron. Además, en aquel tiempo los Metros llevaban mucha gente al estadio.
Cuando me paré en el home, Ribeira me dio tres bolas seguidas, pero después me tiró tres strike consecutivos. No pude ni moverme en el home plate, no hice ni un solo swing al aire, me ponché sin tirarle, era mucho el impacto. Si me llegan a tomar una fotografía, se me hubieran visto los pies temblando.
¿Después de esos años llega el tránsito de esa generación de jugadores a Industriales?
Sí. Nosotros éramos un gran equipo, nos decían los guerreros, teníamos calidad de sobra. Recuerdo que al primero que llaman para Industriales es a Javier, después se fue Padilla, más tarde Arocha, ese fue el primer gran grupo que brincó de rojos a azules. En ese momento no quise brincar, no quería jugar con Industriales.
¿Por qué?
Por la sencilla razón de que el torpedero de Industriales era Rolando Verde. Él era del equipo nacional y Pedro Chávez era el manager de Industriales y del Cuba. Sabía que si iba para allá, me la iban a poner difícil. Decidieron dejarme un año más en los Metros y entonces pude desarrollarme. De a poco fui ganando confianza y calidad, cuando supe que podía jugar en Industriales di el sí. Estaba listo para jugar contra el que fuera, en ese momento ya Verde tenía que jugársela conmigo. Yo bateaba, robaba bases, fildeaba, o sea, hacia un poquito más que él. Rolando no estaba mal, pero realmente ya yo era mejor.
De Metros a Industriales ¿Qué sensaciones recuerdas?
Me sentía maduro y en condición de enfrentar cualquier reto. Jugar en Industriales era un sueño, un lujo. Fue una gran experiencia encontrarme en el mismo equipo con Pedro Medina y Agustín Marquetti que ya estaban terminando sus carreras pero eran los símbolos de la capital.
¿Al llegar a Industriales ya Padilla era la segunda base?
A mi llegada Juan ya era el camarero de Industriales, incluso era integrante de la selección nacional. Él fue mi primer compañero de cuarto. Se puede decir que no somos compañeros porque somos amigos. Éramos uno, nos entendíamos a la perfección.
¿Crees que esa relación haya sido un punto de inflexión en su juego alrededor del segundo cojín?
Por supuesto, teníamos muy buena comunicación, pero éramos muy exigentes con el trabajo, nuestra química se veía reflejada en el terreno de juego. No ensayábamos ninguna jugada, las cosas salían solas, cuando lo intentábamos en los entrenamientos no fructificaban y dijimos que no íbamos a perder el tiempo en eso. Y en el juego después salían como cosa natural.
En varias entrevistas al excepcional short stop Rey Ordóñez casi nunca faltan las referencias hacia Germán Mesa. ¿Qué me puede decir de él?
Él jugaba con Metros, era muy bueno y habilidoso, tenía excelentes manos. Ojalá pudiera volverlo a ver. Quizás Rey no se acuerde pero cuando lo pasan para Industriales, él tampoco quería ir porque estaba yo. En Matanzas, un día de entrenamiento, el equipo salió y estuvimos cerca de una playa. Lo llamé porque se veía afligido y le dije que no se preocupara que íbamos a jugar los dos. Nunca he tenido preocupación por mi puesto en realidad, no por nada, sino porque no me creo mejor que nadie ni tampoco creo que nadie sea mejor que yo.
Ordóñez estaba apartado y le di muchos consejos. Rey debe acordarse de cómo yo fui con él, tuve los mejores tratos, incluso, llegó a jugar siendo yo el titular. No tenía problema con eso, soy de los que piensan, como dice el refrán: hierva que esta para uno, no hay vaca que se la coma. En ese momento no había ningún otro short stop como Ordóñez.
¿Ni Germán Mesa?
Estamos hablando de Ordóñez, ¿no? Quisieron poner a Eduardo Paret por encima de él y no era tan así. Rey estuvo fatal. En el Cuba B, con un director villaclareño, decidieron poner a Paret de titular y fue entonces cuando desertó. No justifico nada, cada cual toma la decisión que quiera, pero Ordóñez era uno de los mejores torpederos que había en ese momento en Cuba.
Lo que pasa que él dice, está Germán, estoy yo y me meten otro en el medio, qué quedará para mí. Recuerdo que en los entrenamientos él me preguntaba sobre cosas que veía que hacía. Rey Ordóñez siempre estuvo pendiente a ese tipo de minucias, y eso unido a su inmensa calidad, dio tremendo pelotero. Su estilo es muy parecido al mío, más o menos así como Ozzie Smith.
¿La espectacularidad de Germán Mesa era producto del azar, era natural o eran jugadas preparadas?
Cada uno tiene su estrella. Dentro de mí tenía una vocecita que me decía para dónde iba a batear cada hombre y me preparaba. ¿Cómo lo sabía? No sé. Tenía esa intuición, además de prepararme para cada contrario, vivía estudiando a los bateadores. Siempre quería que batearan por mí, eso te ayuda mucho porque hay jugadores que no le gustan que bateen por ellos y cuando viene el lance, es que cometen el error.
Fíjate si no preparaba las cosas que esa jugada cuando yo cogía los rolling entre tercera y el campo corto, y luego tiraba para primera, sin mirar, y seguía corriendo hacia el banco, siempre se daba con dos outs. Si no fuese así, no podría haberlo hecho. Esa son cosas del destino, de la luz y el talento que tenga cada quién.
¿Cuál fue la jugada más difícil que engarzaste?
Una que hice un miércoles en el Guillermón Moncada de Santiago de Cuba. Sé que fue una barbaridad porque al otro día no podía ni moverme. Reutilio Hurtado conectó un rolling hacia el hueco, atrapé la bola corriendo hacia el left field y en un paso tiré a primera base sin reponerme, con el mismo impulso seguí corriendo y Cesar Valdés, que estaba de árbitro en tercera base, cuando me caía, gritó: “no puede ser”.
Pero la que marcó mi talento fue la jugada de 1991 en la final de los Juegos Panamericanos de La Habana. No fue una gran jugada porque las he hecho mejores pero trascendió por el momento: bases llenas, contra Estados Unidos, estadio lleno, salvé el juego de pelota, pero, sin duda, que las he hecho más difíciles.
A finales de la década del 90 eres sancionado y tienes que apartarte del béisbol un par de años. ¿Qué fue lo que sucedió?
Para mí eso es agua pasada. Todo surgió de una mala interpretación, no sé de quién, pero se hizo una mala interpretación al respecto. De hecho volví a jugar al béisbol. Eso es parte de un pasado que no es bueno recordar, del pasado solo se recuerdan las buenas experiencias para seguir dándote ánimo. Las malas se dejan en su lugar porque hay cosas del pasado que tú no puedes abrazar, porque si te aferras al pasado con qué manos vas a abrazar al futuro.
Eso queda en el olvido, hay que tener la suficiente capacidad mental para poder lograr dejar cosas atrás. Hay que seguir adelante, hay una canción de Juan Gabriel que dice que el tiempo no perdona, que es cruel. Así es el tiempo, entonces no podemos perderlo recordando lo desagradable. Lo que realmente me importa es que el pueblo me quiere y después de eso me recibió como quizás yo no esperaba. No hay nada más importante realmente.
Se ha hablado mucho sobre sus tres temporadas como director de Industriales. Muchos afirman que una de las principales causas del fracaso del conjunto fue producto de su incapacidad para lidiar con el vestuario azul. ¿Qué puede decir al respecto?
Nada de eso es cierto. La verdadera razón por la cual Industriales no tuvo resultado en esas temporadas, aunque salí campeón en una de ellas, nadie la dice. La razón sencillamente se resume en que no clasifiqué porque tuve que lidiar con la deserción de 14 jugadores en plena Serie Nacional. La gente lo sabe, los medios de comunicación lo saben, pero todos son incapaces de decirlo en público. Nadie habla de esa estampida que sufrieron los Industriales.
Yasmani Tomás, la actual estrella azul, en aquel entonces era jugador de la reserva y lo tuve que subir de la liga de desarrollo a quemar etapas. ¿Qué equipo aguanta una baja tan grande en medio de una temporada? A Santiago de Cuba se le fueron dos jugadores y no clasificó, a Pinar del Río se le fue un solo jugador y no clasificó, sin embargo, los míos fueron 14 el primer año y estuve hasta el último día luchando por la clasificación.
Empezando la preparación, el torpedero titular del equipo que era Yasmani Guerra se fue, después en la Serie, Yadel Martí y Yasser Gómez, sigo, Dennis Suárez, y todo eso en plena competencia, eso no lo aguanta nadie. En total fueron 23 peloteros que desertaron durante mis tres temporadas.
En el segundo año se armó un equipo con muchachos jóvenes que tuve que sacar de los Metros para Industriales y formamos un conjunto respetable que, a la postre, ganó el torneo. Mucha gente dice que ese es la Serie Nacional más grande que ha ganado Industriales porque no teníamos a nadie. Ya campeones pasaron cosas con las que no se cumplieron.
¿Cómo cuáles?
Temas de la atención a los muchachos, siempre pasa lo mismo con eso. Eso es un estudio individual que tenemos que resolver en Cuba para los atletas, esa es la cruda realidad. Si esto se resuelve, habrá menos deserciones.
¿Por estas razones es que decidiste apartarte definitivamente de la dirección de Industriales?
Por eso y por otras cosas que vinieron atrás. Resulta que algunos compañeros míos de trabajo gestaron una especie de una campaña mediática para poder dirigir ellos a Industriales. Se ponían a hablar por las emisoras de radio para criticar mi trabajo, eso no es ético. Cada cual tiene que esperar el momento que le toca. No quieras quitarle el plato de la mesa a ese que este comiendo todavía. Ahora se está estilando mucho eso, lo he visto mucho por la televisión, tal parece una postulación de un candidato.
Entonces es que tomo la decisión de abandonar la dirección del equipo al año siguiente. Sufrí mucho esos días, es que yo muero por Industriales. Eso no se puede arrancar del pecho, es una cosa que queda por siempre en la sangre de uno, aunque te critiquen, es muy difícil resistirse al dolor de verlos de capa caída.
El mejor torpedero del mundo