Nuestra presión arterial no ha vuelto a sus parámetros habituales desde el pasado 2 de agosto. Con un derroche de energía e intensidad digno de los más grandes luchadores de la historia, Luis Alberto Orta (La Güinera, 1994) alteró las pulsaciones de un país y abrió la senda dorada para Cuba en los Juegos Olímpicos de Tokio, algo que no estaba previsto ni en el más fantasioso de los pronósticos.
La nación todavía tenía las marcas de las sábanas al amanecer del lunes, cuando Orta le pintó la cara al doble campeón mundial japonés Kenichiro Fumita, fulminado por la velocidad y la determinación del joven gladiador habanero, quien se había colado en la final con victorias ante otros dos medallistas del orbe.
La sorprendente escalada del antillano puso a soñar a la Isla y confirmó a la lucha grecorromana como el motor de arranque de las comitivas caribeñas en citas bajo los cinco aros. ¿La razón? Sencillo: en cinco de las últimas ocho ediciones olímpicas (de Barcelona 1992 a Tokio 2020) esta modalidad ha marcado la apertura dorada del medallero cubano.
Si tiramos un ojo a la historia, son 12 los atletas (de siete deportes diferentes) que han roto el hielo y empujado a nuestras delegaciones por la ruta del oro en el concierto estival, donde Cuba lidera indiscutiblemente entre todos los países latinoamericanos, con más de 80 coronas.
Y como somos apasionados de los libros de récords, vamos a profundizar un poco en los deportistas que han ganado la primera medalla de oro para Cuba en cada uno de los Juegos Olímpicos. Solo les aviso que hay mucho brillo en esta lista…
Paris 1900
El esgrimista Ramón Fonst ganó la única medalla de oro para Cuba en los Juegos Olímpicos de París 1900, los segundos de la era moderna. Aquella presea fue la primera para la Isla y para América Latina en la cita bajo los cinco aros.
Con solo 16 años, Fonst se llevó la corona en el concurso amateur de espada luego de derrotar a los poderosos efectivos del equipo francés. El antillano, natural de La Habana, había pasado buena parte de su juventud precisamente en Francia, donde se formó como deportista.
Ese fue el inicio de una estela de triunfos para Fonst, quien más de un siglo después sigue siendo el máximo ganador de medallas para Cuba en Juegos Olímpicos.
San Luis 1904
Déjà vu de París en toda la regla. De nuevo Ramón Fonst abrió la senda triunfal para Cuba en lo que viene siendo la actuación más relevante de un atleta antillano en el contexto olímpico. El esgrimista ganó tres títulos en San Luis, dos de ellos en pruebas individuales y otro por equipos.
El 7 de septiembre de 1904, en el Physical Culture Gymnasium, Fonst se llevó los cetros de espada y florete, y al día siguiente logró el de florete por colectivos, para aumentar a cinco su total de preseas en Juegos Olímpicos. Fonst volvió a participar en la lid estival en 1924, pero no escaló al podio.
Múnich 1972
Casi 70 años demoró Cuba en escalar nuevamente a lo más alto del podio olímpico. En Múnich 1972, el recuerdo de Ramón Fonst ya estaba muy distante, por lo que muchos consideran que los títulos conseguidos en la urbe alemana marcan un segundo punto de quiebre para la Isla en citas bajo los cinco aros.
Ese año, el boxeo comenzó a ganarse el distintivo de “Buque insignia” con tres cetros, el primero de ellos al pecho de Orlandito Martínez, aquel artista de la riposta. El zurdo de Juanelo, reparto de San Miguel del Padrón en la capital cubana, fue implacable en su segunda aventura olímpica, luego de ser eliminado rápido en México 1968.
En Múnich, Orlandito comenzó con el pie izquierdo, porque fue derribado dos veces en su primer combate contra el birmano Win Maung, pero se recuperó y fue imparable hasta la final, en la que derrotó al mexicano Alfonso Zamora. Ese mismo día, en el cartel decisivo de los Juegos, también triunfaron Emilio Correa y Teófilo Stevenson.
Sobre aquella aventura, Orlandito dijo lo siguiente en una entrevista con Joel García: “La verdad es que no estaba entre los pronósticos de medallas para ningún dirigente. Antes de salir me dijeron: te vamos a llevar, pero sabemos que no vas a ganar medallas. Y voy a decirte más, todas las peleas las hice con una fuerte angina de pecho e inyectándome. Vine a recuperarme un poco en la discusión de la plata. El médico se portó excelente y en los exámenes físicos que hacían cuando finalizaba cada combate respiraba suave para que no fueran a detectármelo y me descalificaran. Esa medalla sólo contaba en mi mente, es la gran verdad”.
Montreal 1976
“Viene Juantorena con el corazón…”. Esa frase está grabada en el imaginario popular cubano y, cada vez que se menciona, todo el mundo viaja hasta el Estadio Olímpico de Montreal e impulsa a Alberto Juantorena para que alargue la zancada y consiga la primera medalla de oro del atletismo cubano en la historia de los Juegos Olímpicos.
Aquella carrera de los 800 metros es una de las más impresionantes de la historia, con un Juantorena imperial, al punto de rebajar el récord del mundo hasta 1:43.50 minutos. “El Elegante de las pistas” conquistó el primer título cubano en Montreal el 25 de julio de 1976, y si no fuera suficiente, cuatro días después, el 29 de julio, ganó también la vuelta al óvalo.
En rendimiento de Juantorena en Montreal es digno de estudio. Sumando heats eliminatorios, cuartos de final, semifinales y finales, el santiaguero estuvo en siete carreras en un lapso de seis días.
Moscú 1980
El pesista Daniel Núñez es uno de los campeones olímpicos cubanos menos publicitados, pero en los Juegos de Moscú marcó el inicio de la cosecha dorada de la comitiva antillana, con un rendimiento superlativo en la división de 56 kilogramos, la cual ganó de manera inobjetable el 21 de julio de 1980.
A pesar de que se había proclamado titular mundial dos años antes de la cita rusa, Núñez llegó a Moscú con pronóstico de bronce, pero superó todas las expectativas olímpicas y no solo dominó la categoría por encima del soviético Yurik Sarkiyan, sino que lo hizo con récord del orbe incluido en biatlón (275 kg) y en el ejercicio de arranque (125).
“Mi vida cambió después de los Juegos. Cuando regresé con el título, en toda Cuba querían conocerme”, aseguró recientemente Núñez al periódico Trabajadores, donde también se ha referido a las complejidades de una competencia como las pesas.
“Recuerdo que tres días antes de competir (en Moscú) estaba pasado de peso en 700 gramos. Estuve 48 horas sin ingerir alimentos. Mascaba manzanas y las escupía. Tomaba el agua con cuchara. Psicológicamente resultó estresante. Logré hacer el peso. Mi principal rival fue el soviético. La presión se lo comió. A mí todo me salió a la perfección. Récord mundial y olímpico”.
El título de Núñez fue el primero de las pesas antillanas en la historia de los Juegos Olímpicos y también el primero de una cosecha de ocho oros en Moscú, la más grande para Cuba hasta ese momento. Tan solo cuatro días después de su coronación, María Caridad Colón ganó la jabalina y se convirtió en la primera mujer cubana y latinoamericana con un cetro bajo los cinco aros.
Barcelona 1992
Tras ausentarse a los Juegos de Los Ángeles 1984 y Seúl 1988 por razones políticas, Cuba regresó a la competencia bajo los cinco aros en 1992 con una generación de atletas de máximo nivel y una gran ambición por hacer sentir el nombre de la Isla en el contexto olímpico.
La cuenta dorada del pabellón cubano la abrió el luchador Héctor Milián, uno de los referentes de la disciplina por aquellos tiempos y abanderado de la comitiva en Barcelona. Monarca del orbe y ganador de cuatro Copas del Mundo, el portentoso grequista de la categoría de 100 kilogramos no dio margen a sus rivales y avanzó hasta la final con puras demostraciones de poder.
En la discusión del cetro, la pelea fue más exigente con el norteño Dennis Koslowski, pero Milián sacó la casta y, a 25 segundos de que terminara el combate, con la pizarra igualada 1-1, logró un desbalance contra el norteño y selló la primera corona de la lucha greco cubana en Juegos Olímpicos.
Más allá del cetro de Milián, que llegó el 28 de julio de 1992, Cuba no tuvo muchos más premios en la primera semana de los Juegos de Barcelona, pero un impresionante cierre de nueve títulos en las últimas tres fechas del evento les permitió sellar la más impresionante actuación de una delegación caribeña en Olimpiadas.
La fórmula dio como resultado una actuación impresionante de la delegación caribeña, quinta en el medallero general de la lid gracias a 14 coronas y 31 preseas tras un espectacular remate.
Atlanta 1996
Cuba inauguró temprano su casillero de medallas de oro en Atlanta, donde el luchador Filiberto Azcuy comenzó a escribir su leyenda en lides bajo los cinco aros. El 22 de julio de 1996, en la cuarta jornada de competencias, el chico natural del poblado Esmeralda se llevó los honores en la división de 74 kilogramos.
Con 24 años, Azcuy vivió su explosión definitiva en la urbe estadounidense, donde pasó como una apisonadora sobre sus primeros rivales, hasta que en semifinales se encontró con el ruso Mnatsakan Iskandaryan, titular de Barcelona 1992 y monarca mundial.
El combate, una final adelantada, se definió por la mínima favorable al cubano, quien ya después completó el trámite en la final ante el finlandés Marko Asell, desbancado por amplia pizarra.
Filiberto Azcuy regresaría a los Juegos Olímpicos en el 2000, en la lejana Sydney, donde se adjudicó su segundo cetro estival y se convirtió en el primer luchador cubano bicampeón en el concierto bajo los cinco aros.
Sydney 2000
La imagen de Legna Verdecia proyectando a la japonesa Noriko Narazaki en los tatamis australianos y su posterior celebración, con una sonrisa hermosa y tirando besos a todos los presentes en el Sydney Convention and Exhibition Centre, forman parte de uno de los episodios más memorables de la historia olímpica cubana.
El 17 de septiembre del 2000, solo 48 horas después de inaugurados los Juegos de Sydney, Legna puso de pie a un país con su triunfo sobre Narazaki, una dulce venganza tras perder la final del Mundial de 1999 contra la exponente asiática. Por si existían dudas, esa victoria le ayudó a inscribir su nombre como una de las judocas más batalladoras y con mejor arsenal técnico entre todas las que han pasado por la selección nacional cubana.
Legna fue la primera campeona cubana en los Juegos de Sydney, donde el judo femenino logró un inédito liderazgo por naciones, amparado también en el cetro de Sibelis Veranes. Para la delegación de la Isla, la lid australiana estuvo marcada por la emoción, con la espectacular remontada de las Morenas del Caribe en la final con Rusia, el salto olímpico de Iván Pedroso, la carrera dorada de Anier García o la sorpresa de Ángel Valodia Matos…
Atenas 2004
Yumileidi Cumbá tiene marcado el 18 de agosto del 2004 como una de las fechas más relevantes de su carrera. Ese día, en el estadio de Olimpia, local en el que se desarrollaban las competencias olímpicas en la antigüedad, la cubana protagonizó una espectacular remontada para conquistar la medalla de plata en la impulsión de la bala de los Juegos de Atenas.
La guantanamera entró a la última ronda de disparos fuera del podio, pero mandó la bala hasta los 19.59 metros y escaló a la segunda posición, desplazando a la alemana Nadine Kleinert. Por delante de ellas, la rusa Irina Korzhanenko dominaba a sus anchas con tiro de 21.06.
Sin embargo, cinco días después de la competencia, el 23 de agosto del 2004, la delegación cubana en Atenas recibió la noticia de que balista rusa había sido descalificada por consumo de sustancias prohibidas, lo cual le daba a Yumileidi Cumbá el sitial de honor y la gloria olímpica.
En ese momento, Cuba no tenía preseas doradas en Atenas, por lo que, de forma inesperada, Cumbá se convirtió en la primera campeona de la Isla en la lid estival del 2004. Dos días después de aquel suceso, el equipo de béisbol también se llevó el metal de oro y dio el empujón definitivo a la delegación, que conquistó siete títulos entre el 27 y el 29 de agosto y terminó en la oncena posición en el medallero de los Juegos.
Beijing 2008
En pocos Juegos Olímpicos Cuba ha sentido tanta tensión como en Beijing 2008, donde se amontonaron las decepciones por finales y duelos clave perdidos. El maleficio amenazaba con extenderse a toda la delegación, que estuvo en peligro de quedar sin títulos por primera vez en 40 años.
Sin embargo, Mijaín López llegó al rescate y comenzó su dinastía en la división superpesada de la lucha grecorromana, en la cual ya tiene cifra récord de cuatro coronas. La primera de ellas la conquistó en Beijing, donde se confirmó como el mejor gladiador del momento, luego de ganar los Mundiales de 2005 y 2007. El pinareño se desquitó de la derrota en Atenas frente al ruso Khasan Baroev, su víctima en la final.
Para Cuba, el cetro de Mijaín fue una bocanada de aire en los Juegos del 2008, aunque las derrotas en pleitos trascendentales siguieron siendo la tónica, incluido el descalabro del todopoderoso equipo de béisbol.
Al final, la Isla terminó la cita asiática con dos preseas doradas por el éxito de Dayron Robles en los 110 metros con vallas. Años después, Yipsi Moreno también recibió la medalla de oro del martillo por la descalificación de la bielorrusa Aksana Miankova, quien fue detectada positiva en un control antidopaje.
Londres 2012
La pistola de tiro rápido a 25 metros cambió su formato de definición para la final de la especialidad en Londres 2012. Con rondas de vida o muerte, se buscaba más emoción y el objetivo se cumplió con creces, y si no que le pregunten a los millones de cubanos que siguieron disparo a disparo la actuación de Leuris Pupo, uno de los campeones más inesperados en la historia olímpica de la Isla.
El holguinero, en sus cuartos Juegos, mostró nervios de acero y sangre fría a la hora de la verdad, con una tirada de 34 puntos que supuso récord olímpico. Pupo superó al indio Vijay Kumar y al chino Ding Feng, quienes no pudieron ante cuatro rondas perfectas del caribeño, primer campeón cubano en el tiro deportivo bajo los cinco aros.
Después de que se le resistieran las medallas de oro en Beijing 2008, Cuba logró activar su casillero dorado en Londres el 3 de agosto, durante la primera semana de los Juegos. Ese fue un buen precedente y un impulso para la delegación, que a la postre ganó cinco títulos en la capital británica.
Río de Janeiro 2016
No llegó con el cartel de favorito indiscutido, pero los rivales ya sabían que Ismael Borrero era un luchador extremadamente peligroso en los Juegos de Río 2016. Monarca mundial un año antes, el cubano había demostrado instintos felinos y una velocidad de movimientos fuera de lo normal, dos armas de peso para pelear por las medallas en la urbe brasileña.
El santiaguero fue tumbando rivales, ganando confianza y metiendo el diablo en el cuerpo a los luchadores que quedaban en competencia, intimidados por el potencial del cubano, a quien muchos en la Isla no veían como campeón.
Sin embargo, el gladiador indómito se encargó de echar por tierra los pronósticos y escribir su propia historia dorada en Río, una grata sorpresa para los parciales de la Isla y para la delegación, que después de su triunfo el 14 de agosto levantó boga y ganò otras cuatro coronas en cuestiòn de seis días.
Ismael Borrero fue el Luis Orta de Río, o no, Orta fue el Borrero de Tokio.
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