Profesionalidad, béisbol cubano y Grandes Ligas

Yasiel Puig. Foto: USA TODAY Sports.

Yasiel Puig. Foto: USA TODAY Sports.

Un tiempo hubo, por allá por 2013, en que Yasiel Puig enloqueció a las Grandes Ligas. Dos tercios de campaña le bastaron al cienfueguero no solo para rondar los veinte jonrones y batear .319 con casi mil puntos de OPS, sino también para quedar segundo en la carrera por el Novato del Año (que ganó el fallecido José Fernández) y generar aquel fenómeno llamado Puigmanía.

Sin embargo, al muchacho le llegaron los humos a la testa, empezó a tener problemas extradeportivos –coronados por el altercado en la discoteca miamense– y de entonces a la fecha su producción cayó en barrena, hasta el punto de perder la titularidad en los Dodgers de Los Ángeles.

Algo muy parecido sucedió, en el mismo equipo, con otro cienfueguero. Shortstop de magníficas manos y un mosquete en el brazo, Erisbel Arruebarrena firmó con la novena de Chavez Ravine a comienzos de 2014, y unos meses más tarde debutó en la MLB. Parecía estar a tiempo de poder enseñar el arsenal que le obsequió la vida, pero la cabeza, como a Puig, no lo acompañaba…

Primero armó una bronca tumultuaria en AAA por causa de los lujos que se dio en el recorrido de las bases tras pegar un bambinazo. Después, en 2015, el club lo suspendió de modo indefinido por razones disciplinarias, aunque apeló y le redujeron la sanción a solo un mes. Finalmente, los Dodgers decidieron apartarlo por toda la campaña de 2016 debido a “repetidas violaciones de los términos de su contrato”.

Disciplina. He ahí la palabra que tanto le cuesta interiorizar a muchos peloteros cubanos que, súbitamente, chocan contra un modo diferente (más responsable y entregado) de asimilar el béisbol. Acostumbrados como estaban a llevar la vida a sus antojos, se encuentran allá con un sistema que, a la par que paga bien, no vacila para dejar al pelotero sin trabajo.

Algunos, como José Dariel Abreu, lo logran. Otros, llámense Puig o Arruebarrena, sufren la mar de tropezones. Y existen casos, como el que ahora mismo tiene a Rusney Castillo en plan protagonista, en que prestigio, respeto y seriedad queda en tela de juicio a partir de que afloran los vicios adquiridos en Cuba.

El avileño, quien nunca ha podido justificar mínimamente el jugoso contrato que le hiciera Boston, anda enfrascado en convencer a los Medias Rojas de que tiene cabida en el roster activo de la escuadra. Pero tal como van las cosas…

Sucedió que Castillo conectó un rodado para doble matanza en el partido que su club sostuvo ante la Universidad Northeastern y no corrió fuerte hacia primera. Ese detalle, aparentemente tan trivial, no pasó desapercibido para el manager John Farrell, que explotó de inmediato:

“Es decepcionante por un par de razones, dijo. Uno, perdió la cuenta de la cantidad de outs. Sin embargo, más allá del número de outs, correr con fuerza es algo que depende de uno. Y para un jugador en una situación como la suya, cada aspecto del juego es importante, no importa cuán pequeño sea. Lidiamos con lo que pasó en el mismo momento. Tiene que hacer su trabajo. Todos tienen que hacerlo, de hecho. Pero obviamente fue algo que se notó”.

Es una cuestión, simple y llanamente, de profesionalidad.

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