¿Quién lo iba a decir? La lucha cubana ha sumado medallas en todas las fechas de la disciplina en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, donde primero emergieron cual gladiadores romanos Ismael Borrero y Mijaín López, campeones indiscutibles, y ahora el pinareño Yasmany Lugo (división de 98 kilógramos), conquistó una trabajada plata.
Antes de salir de Cuba se habló muy bien de Lugo, de sus buenas maneras, de su correcto desempeño en las bases de entrenamiento y los topes en Azerbaiyán, pero tal vez nunca se pensó que podía llegar tan lejos en la urbe carioca, mucho menos cuando se develó el sorteo de su categoría.
Tan pronto como en su segundo combate tendría que medirse al iraní Ghasem Rezaei, campeón olímpico de Londres y tres veces medallista mundial (plata en Las Vegas’15, bronce en Bakú’07 y Tashkent’14), un hueso duro de roer, más si tenemos en cuenta que este mismo oponente ya lo había desbancado en la anterior cita del orbe en Estados Unidos.
Venganza. Ese era el pensamiento en la cabeza de Lugo, y lo materializó tras una cerrada contienda en el colchón, entre empujones y cerrada defensa en todas las posiciones. La velocidad de sus movimientos de torso y piernas fue crucial para el pinareño, que puso debajo a su laureado contrario en par de ocasiones.
Esta era la confirmación de que venía por una gran actuación, demostrado también en sus peleas rumbo a la final, en las cuales no permitió puntos frente al chino Xiao Di y el fornido sueco Carl Fredrik Stefan Shoen. Solo que la final ya era un nivel superior, duelo ante un verdadero monstruo, el armenio Artur Aleksanyan, doble monarca del orbe en Tashkent 2014 y Las Vegas 2015, y plata en Budapest 2013, además de medallista de bronce olímpico en Londres.
La discusión del cetro fue la más clara muestra, con Aleksanyan muy bien plantado, amparado en un agarre sobrenatural, que le permitió desbalancear al cubano desde el suelo. Además, su defensa resultó exquisita, pegado al colchón en la única oportunidad que tuvo el cubano en posición de ataque. No obstante, la plata cae como anillo al dedo para la lucha, que se ha convertido en el nuevo buque insignia de la delegación, con par de títulos, un segundo lugar y todavía hombres fuertes por subir al escenario en la modalidad libre.
Denia, primera medalla del atletismo
Disminuidas tremendamente las opciones del atletismo cubano en Río de Janeiro por las lesiones del triplista Pedro Pablo Pichardo y el vallista Dayron Robles, las opciones reales de preseas se limitaban a las discóbolas Denia Caballero y Yaimé Pérez, y a la pertiguista Yarisley Silva, de sólidos rendimientos en los últimos 18 meses.
Pues bien, al menos Denia, monarca mundial en Beijing’15, cumplió parte de su cometido al pescar un bronce este martes en el estadio João Havelange, popularmente conocido como Engenhão. La villaclareña supo salir del bache en que se encontraba al tirar descoordinada en los primeros intentos para mandar el disco hasta los 65.34 metros en su tercera aparición en el círculo de lanzamiento.
Aquejada de una bursitis durante las últimas jornadas, la antillana compitió muy distante de su real capacidad, aunque es válido destacar que en esta temporada no ha logrado sostener su gran rendimiento del 2015, cuando, además de coronarse en la cita del orbe, logró sus mejores registros históricos, superando incluso la barrera de los 70 metros.
Ahora sufrió primero en la clasificación por un descomunal aguacero que alteró su rutina y casi la manda a casa, pues solo tras cometer dos faltas realizó un disparo que la metió entre las 12 finalistas. Durante la prueba cumbre este martes Caballero fue presa de la lógica inconsistencia por sus molestias, pero demostró tener temple para sacar versiones positivas en momentos adversos.
La sensacional croata Sandra Perkovic, sin la parsimonia que la caracteriza y sin la presión que supondría el acecho de una Denia en perfectas condiciones, pudo darse el lujo de cometer cinco faltas y dominar solo con un disparo, lapidario 69.21 que dejó a las demás concursantes peleando por la plata y el bronce.
El metal plateado quedó en manos de la francesa Melina Robert-Michon, una veterana de 37 años que mejoró sus marcas personales y, de paso, rompió el récord nacional de su país con envío de 66.73. La discóbola gala bien pudiera ser un ejemplo para la mayoría de los exponentes del atletismo cubano, de pésima línea en Río de Janeiro.
Hasta el momento, solo Yorgelis Rodríguez (séptima en el heptatlón con primacía cubana) y Yoandys Lescay, quien mejoró su registro en la vuelta al óvalo, han logrado un rendimiento destacado en el más exigente escenario deportivo mundial, donde no se puede ceder un ápice. El resto de la comitiva, más allá de quedar años luz del podio, ni siquiera se han acercado a sus marcas personales, pecado imperdonable que azota a esta disciplina desde hace mucho tiempo.
Justamente, en el disco, Yaimé Pérez es el último ejemplo de la idea anterior, pues en la final no logró ni un disparo válido tras imponer respeto en la clasificación con el mejor registro. Sin embargo, a la hora de la verdad no cumplió, echando por tierra los pronósticos de prestigiosos medios como Sports Illustrated la colocaban en el podio olímpico con bronce.
Salvo sorpresa del decatlonista Leonel Suárez, doble medallista de bronce estival en Beijing’08 y Londres’12, la única posibilidad real de escalar a la cumbre en el atletismo de Río es Yarisley Silva, quien ya aseguró su puesto en la final con un rendimiento clasificatorio ascendente, con salto de 4.60 metros en la pértiga, modalidad que ha servido para elevar a Brasil a lo más alto del Olimpo, y poco después hundirla en el ostracismo.
El lunes Thiago da Silva desató la euforia de los cariocas con récord olímpico de 6.03 entre los hombres, para despedazar la candidatura del favorito francés Renaud Lavillenie y llevarse una improbable corona. Pero este martes, su homóloga Fabiana Murer, también aspirante al podio, quedó eliminada de manera dramática, detalle que despeja solo un tin el camino de Yarisley, quien vivirá su día cero el próximo viernes, su carrera definitiva a la gloria olímpica.