Cuando Rose Mary Almanza (Camagüey, 1992) tenía 20 días de nacida, Ana Fidelia Quirot partía por el carril uno en la final olímpica de los 800 metros en Barcelona. Solo cuatro días antes, Quirot se había convertido en la primera mujer cubana que participaba en esa distancia en citas estivales. En la primera vuelta al óvalo de aquella carrera, la mozambiqueña María de Lourdes Mutola marcaba un ritmo violento a sus 20 años junto a la rusa Liliya Nurutdinova, mientras la “Tormenta del Caribe” iba en tercera posición. Al pasar la curva final, Mutola perdió fuerza, y en la recta, de forma sorpresiva, por dentro, la holandesa Elle Van Langen remataba a todas las favoritas, incluida a Nurutdinova, para ganar el oro. Ana Fidelia, en dura porfía con Inna Yevseyeva, del Equipo Unificado, lograba la medalla de bronce al quedar cerrada por Mutola.
Veinte años después, Almanza, la niña agramontina que había nacido un 13 de julio, 20 días antes de la primera final olímpica de Ana Fidelia, llegaría a semis en los 800 metros de Londres 2012. Era su debut bajo los cinco aros.
El pasado 26 de mayo, gracias al tiempo de 1:58.59 minutos logrado en un meeting en Alemania, Rose Mary Almanza aseguró su cuarta participación consecutiva en lides olímpicas. En París 2024, la corredora se convertirá en la novena representante del atletismo nacional que consigue ese récord, en lo que será —seguramente— su última oportunidad de llegar a una final en los Juegos.
Este hito de la resistencia y la resiliencia para Rose Mary contrasta con lo que han sido sus resultados en los grandes torneos. Janos caribeña o Elegguá de dos caras, siempre vemos su gesto de frustración o sorpresa, que se ha repetido una y otra vez en la línea de meta de las carreras decisivas de Mundiales u Olimpíadas. El otro gesto visible es de esfuerzo en los entrenamientos y las excelentes marcas en eventos de menor rango. De todo esto se forman los pasos de Rose Mary, a quien hay que premiarle el esfuerzo y criticarle el resultado, porque se debe a sí misma un mejor lugar, aunque su nombre ya está en los libros.
En una de las distancias más complicadas de la pista, le han fallado los nervios, la fuerza, la táctica. A veces parece inexplicable. Ana Fidelia, al analizar la carrera de Barcelona 1992 casi tres décadas después, comentaba cómo le había fallado la estrategia a la rusa: “la recta final le dejó una brecha por el interior del carril uno a Van Langen y ahí la mató. En estas carreras, si quieres pasar, tienes que pasar por fuera, nunca por dentro”. Quirot llegó al torneo con una lesión en el muslo y la tristeza por la muerte de su entrenador Blas Beato, dos hechos que condicionaron el desenlace de una justa en la que partía como favorita. Todo lo contrario a Van Langen, la campeona, quien había quedado en primera ronda en el Campeonato Mundial de Tokio 1991 y en el estadio de Montjuic hizo su marca personal con 1:55.40. Jamás volvió a bajar del 1:56 ni a tener un logro cercano a este.
Para Atlanta 1996, Ana Fidelia ya se había recuperado de todas las secuelas del accidente sufrido en 1993 y con su regreso dorado en el Mundial de Gotemburgo 95 volvía a ser la favorita al título. Pero el oro se le escapó por un fallo táctico, al estar al acecho de Mutola y descuidar a la rusa Svetlana Masterkova, quien planteó una carrera lenta de principio a fin y resultó inalcanzable cuando arrancó en el sprint de los últimos metros.
Si Ana Fidelia no pudo ingeniársela en el oro, Almanza no ha conseguido hacer marcas parecidas a sus mejores tiempos que la lleven a avanzar a la discusión de medallas en Juegos Olímpicos. Llegó a Londres 2012 con un 1:59.55 logrado en La Habana ese mismo año y corrió la semifinal en 2.01:70, ocupando el lugar 17 general. Para Rio de Janeiro 2016 traía el 1:57.70 hecho en Saint Denis 2015, que era su marca personal hasta ese momento, y en la temporada olímpica había corrido un 1:58.49 el 30 de junio en Barcelona. Finalmente quedó tercera en su heat de primera ronda, con 2.00.50, y ni siquiera clasificó a semifinales.
A los Juegos de Tokio, en 2021, llegó con un 1:56.28 hecho el 4 de julio, a menos de un mes del torneo, marca que la reafirmaba como la tercer ochocentista más rápida de nuestra historia. Sin embargo, quedó cuarta en la semifinal, con un 1:59.65, y no entró en el grupo de las 8 finalistas.
En Mundiales su mejor tiempo ha sido el 1:59.79 en Londres 2017. En suma, Almanza no ha podido bajar de 1:59.50 en este tipo de certámenes.
800 metros de historia
Aunque Aurelia Pentón era la principal figura de los 800 metros cubanos en la década del 70 en Cuba, nunca corrió esa distancia en Juegos Olímpicos. “Yeya” poseía el récord nacional hasta que una juvenil santiaguera llamada Ana Fidelia lo rompiera el 24 de marzo de 1985 en La Habana, con un tiempo de 2:01:23 minutos. Casi 3 meses después, en Praga, la “Tormenta del Caribe” se convertiría en la primera criolla en romper la barrera de los 2 minutos al estampar un 1:59.45.
Si bien Quirot podía incluso haber participado en los Juegos de Los Ángeles 1984 (cuando todavía corría 400 metros), no había duda que para Seúl 1988 era la gran favorita al título, con una marca lograda ese mismo año de 1:54.44, la tercera de todos los tiempos en ese momento, y una racha de victorias consecutivas que comenzó en 1987 y no concluyó hasta 1990.
La renuncia de Cuba a participar en ambas citas estivales dilató el debut de las mujeres de la isla en la doble vuelta al óvalo, distancia que ya en la rama masculina tenía a Alberto Juantorena como campeón en Montreal 1976.
Retirada Ana Fidelia después de los Juegos Centroamericanos de Maracaibo 1998, para los Panamericanos de Winnipeg 1999 una joven habanera de 19 años llamada Zulia Calatayud aparecía con un 2:00.67 para ganar la medalla de plata. Asimismo, aterrizaba en Sydney 2000 con un 1:59.63, que rompería en la semifinal por 33 décimas y que rebajaría por casi un segundo (1:58.66) para terminar sexta en la gran final ganada por Mutola. En un muy poco tiempo, Calatayud se destapó como una gran sorpresa.
Sin embargo, después de correr 1:56.09, su marca personal definitiva, en julio de 2002, el resto del año y 2003 serían duros para Zulia debido a lesiones en ambos peronés. Esta situación le impidió participar en el Mundial de París 2003. Así llegó a Atenas 2004 y con un 1:59.21 en semis volvió a clasificar a una final olímpica, donde concluyó octava.
En el Mundial de Helsinki 2005, Zulia, con la estirpe de Ana Fidelia de superarlo todo, logró lo inesperado y se coronó campeona por delante de la marroquí Hasna Benassi y la rusa Tatiana Androva, con Mutola en cuarto lugar. Pero otro calvario de lesiones y enfermedades caerían sobre la capitalina en ese cachumbambé que fue su carrera de 800 metros, y no pudo arribar a Beijing 2008 en óptima forma. Sin embargo, hizo su mejor marca (1:58.78) en la semifinal de la cita china y terminó cuarta. Se rompía así la racha de 4 finales consecutivas para Cuba en los 800 femeninos, pero la Calatayud se reafirmaba como una atleta de competencia.
Quien sí clasificó a la final en Beijing fue el granmense Yeimer López en los 800 masculinos. Era el regreso de Cuba en el sector desde el gran cuarto lugar de Norberto Téllez en Atlanta 1996, con 1:42.85, récord nacional. López había incursionado en los 400 metros en Atenas 2004 y para Beijing exhibía un 1:43.07 en la doble vuelta al óvalo. En el Nido de Pájaro su 1:45.88 lo colocó sexto en una carrera dominada por el keniano Wilfred Bungei. Esta constituye la última final de 800 disputada por un cubano de cualquier sexo en Juegos Olímpicos hasta la fecha.
En Londres 2012, el campeón panamericano de Guadalajara, Andy González, quien había quedado en la primera ronda 4 años antes, logró las semifinales, en la que es la última participación de los hombres en estas citas.
Aunque en las mujeres se vio rota la cadena de finales, se mantiene al menos la de semifinales consecutivas. En Río 2016, al desastre de Almanza se le sumó el de dos debutantes: Zahily Diago y Lisneidy Veitía, quienes tampoco pudieron bajar de 2 minutos y quedaban en la primera ronda. No obstante, por Italia compitió la cubana Yuneysi Santiusti, quien sí logró avanzar de fase.
Los atletas infinitos
En el contexto cubano, la única corredora con cuatro presencias olímpicas es la vallista corta Aliuska López, la mejor representante nacional de la modalidad en todos los tiempos. En Barcelona 1992 alcanzó un histórico quinto lugar, (primera final en 100 metros vallas para una cubana) resultado que repetiría en Sydney 2000. La suerte no la acompañó en Atlanta y con el mejor tiempo entre las no clasificadas terminó novena, con 12.67, en la que fue su mejor marca en Juegos Olímpicos. En Antenas se despidió en primera ronda.
Como mencionábamos al inicio, antes de Rose Mary Almanza 8 atletas superaron esta prueba de longevidad. Pero solo dos estuvieron en 5 citas estivales, aunque lo lograron con países distintos: la triplista habanera Yamilé Aldama (Cuba, Sudán y Gran Bretaña) y el discóbolo Frank Casañas (Cuba y España).
De los otros 6, solo 2 se incluyeron en 4 finales consecutivas. Son los casos del triplista Yoelbi Quesada (sexto en Barcelona, bronce en Atlanta, cuarto en Sydney y octavo en Atenas) y la martillista Yipsi Moreno (cuarta en Sydney, plata en Atenas, oro en Beijing y quinta en Londres). Tres veces entre los 8 primeros quedó Iván Pedroso. Por su parte, la balista Yumileidy Cumbá y la pertiguista Yarisley Silva, luego de discretos inicios en Atlanta y Beijing, respectivamente, clasificaron a tres finales seguidas y ambas conquistaron una medalla: oro de Cumbá en Atenas 2004 y plata de Yarisley en Londres 2012. Otro nombre que debió estar en esta lista es el de Javier Sotomayor, de haber podido participar en Seúl 1988.
Al parecer, hasta los atletas tienen su doble. O quizá ídolos involuntarios. Si habría uno para Rose Mary Almanza en Juegos Olímpicos sería la ochocentista surinamesa Letitia Vriesde, una de las grandes rivales de Ana Fidelia en el área. La caribeña participó en 5 Juegos Olímpicos desde Seúl hasta Atenas, y fue semifinalista en 4 ediciones. Solo falló en Sydney 2000, al quedarse en primera ronda. Nunca pudo avanzar a la final, mientras en Mundiales fue plata en Gotemburgo 1995 y bronce en Edmonton 2001. Participó en 8 en total, uno menos que la Mutola, quien hizo de la doble vuelta al óvalo una figura infinita: 9 Mundiales y 6 Juegos Olímpicos.
La Mutola, también eterna rival de la “Tormenta del Caribe”, debutó en Seúl con 16 años, pues poco antes unos entrenadores le habían descubierto cualidades de corredora al verla jugar fútbol en su natal Mozambique. Solo en su inicio no pudo llegar a una final olímpica, pero luego acumuló 5 seguidas con el bronce de Atlanta 1996 y el oro de Sydney 2000. En Beijing 2008 esta mujer incombustible se despedía con un quinto puesto.
Los 800 metros femeninos son una disciplina que en Juegos olímpicos ha dado leves alegrías o insatisfacciones progresivas a Cuba. Quizá resultados ambivalentes, depende de cómo se analice. Primero Ana Fidelia quedó sin el oro en las dos oportunidades que tuvo, luego Zulia no alcanzó medallas en los 3 Juegos que participó, y Rose Mary Almanza en otros 3 chances no ha podido llegar a una final.
Pero Quirot logró 2 medallas olímpicas y es la única corredora multilaureda por Cuba en estas citas. Calatayud con 20 años se incluyó entre las 6 mejores del mundo, y Almanza, con 32 años, va a su cuarta incursión. Aunque las aspiraciones se han ido degradando, la cadena iniciada en Barcelona 1992 se ha mantenido. Queda ver si en París 2024 se estira lo máximo posible.