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Por Elisa García Mingo, Universidad Complutense de Madrid.
En los últimos tiempos, hemos observado un notable incremento en el interés hacia la manosfera que la miniserie Adolescencia (Netflix) ha renovado. La manosfera (del inglés manosphere) es el conjunto de subculturas digitales que comparten una visión misógina del mundo y una perspectiva negativa hacia el feminismo.
Numerosas investigaciones han abordado últimamente las diversas subculturas de la manosfera, incluyendo los Activistas de los Derechos de los Hombres, los Hombres Que Siguen Su Propio Camino, los Gurús de la Seducción y otros creadores de contenido en plataformas como YouTube, Twitch y TikTok.
Pero no solo han concitado la atención académica las subculturas digitales, sino también su conexión con otros movimientos sociales que comparten una agenda antifeminista en contra de los avances de los derechos de las mujeres y de la igualdad de género.
El estudio de la manosfera ha sido fundamental para entender cómo las subculturas digitales contribuyen a la desinformación y la polarización. Porque la manosfera tiene una alta capacidad de cambiar y adaptarse que le permite expandir sus postulados a muchos lugares del ecosistema digital.
Hombres que se sienten solos y heridos
También se ha analizado cómo estas comunidades ofrecen a sus miembros una sensación de pertenencia que les permite llenar vacíos socioafectivos, al congregar a hombres que se sienten solos, heridos e incomprendidos por la sociedad, canalizando su frustración hacia las mujeres y el feminismo. Es fundamental recordar que estas relaciones entre iguales también han sido decisivas para organizar ataques digitales violentos y colectivos contra mujeres.
Especialmente interesante es la investigación sobre tecnoculturas tóxicas, como llama investigadora de la American University Adrienne Massanari a las culturas digitales violentas facilitadas y propagadas a través de redes sociales y videojuegos online.
Esto quiere decir que, a pesar de que la violencia tiene una profunda raíz cultural, debemos entender que el diseño, la mediación algorítmica y las políticas de las plataformas están apoyando de forma implícita a la existencia de subculturas violentas.
Pero además de llamar la atención de intelectuales de todo el mundo, también ha aumentado el interés popular por la manosfera en general y por el fenómeno incel (acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate, ‘célibe involuntario’) en particular. Los diferentes actos de actos de violencia vinculados a la subcultura incel han sido muy notorios y han tenido un gran impacto mediático.
Adicionalmente, obras como La Mecánica de los Fluidos (2022), de la directora española Gala Hernández, o la cautivadora serie de Netflix Adolescencia han llevado a que el público general se pregunte qué es la manosfera o quiénes son los incels.
Imposibilidad de establecer relaciones románticas
Los incels han sido objeto de amplio estudio, particularmente en el contexto anglosajón y, en menor medida, en España. El origen del término se remonta a 1997, cuando una estudiante canadiense creó un sitio web para documentar sus dificultades para encontrar pareja llamado Alana´s Involuntary Celibacy Project. Rápidamente, esta web se convirtió en un espacio digital para personas con experiencias similares.
La subcultura incel está compuesta por personas, en su mayoría hombres, que sienten que, a pesar de desearlo, no pueden establecer relaciones románticas y sexuales debido a factores externos, como su apariencia física o su situación social.
Muchas veces caricaturizada, esta subcultura es difícil de entender en toda su complejidad, ya que cuenta con su propio cripolecto —lenguaje específico críptico— y una filosofía que necesita su propia enciclopedia –la Incel Wiki– para ser explicada.
El reciente interés social por los incels muestra una reacción a problemas contemporáneos que afectan tanto a las relaciones de género como a la salud mental y a la democracia digital. Se explica por varias razones.
Por un lado, han aumentado la cobertura mediática y los productos culturales sobre esta subcultura y su vinculación con incidentes violentos. De forma paralela, se ha incrementado el interés general por los fenómenos de internet y la cultura digital, como consecuencia del desconcierto y la curiosidad que suscitan entre generaciones que se sienten cada vez más alejadas de las nuevas tendencias sociales.
Por otro lado, se ha producido una toma de conciencia sobre el impacto cultural, social y político de las subculturas digitales y de la influencia en menores y jóvenes de plataformas como YouTube o TikTok.
Especialmente relevante a nivel social es el debate sobre el uso temprano de dispositivos móviles y la exposición a contenidos humillantes y deshumanizadores. En esa línea, hemos visto cómo se disparaba el interés por la relación entre algoritmos y radicalización; es decir, por el rol de las plataformas digitales en la propagación del odio como consecuencia de una mediación algorítmica que tiende a amplificar los discursos de odio y a conectar a los usuarios con comunidades radicalizadas.
Además, se ha llamado la atención sobre las necesidades socioafectivas de los hombres en un mundo donde los roles de género tradicionales están en constante transformación y se documentan los efectos del aislamiento, la soledad no deseada y otros desafíos para la salud mental de la juventud.
Por último, cabe subrayar lo mucho que ha consternado la normalización de actitudes misóginas y la emergencia de discursos banalizadores de la violencia de género entre varones de la Generación Z en un país, España, donde tanto se ha luchado y tanto se ha logrado por la igualdad de género. De esto quizá no se habla tanto en la serie Adolescencia, pero a muchas académicas lleva años robándonos el sueño.
Elisa García Mingo es profesora de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.
Este texto fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.