Yo quiero ver Santa y Andrés, un comentario escrito por el crítico Dean Luis Reyes y publicado en su columna “República de Imágenes” en OnCuba, ha suscitado una opinión del viceministro de cultura Fernando Rojas, que puede ser de interés para muchos lectores de nuestra revista. El análisis de Luis Reyes aborda la reciente exclusión del filme Santa y Andrés, de Carlos Lechuga, de la exhibición y la competencia en el próximo 38 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano que se celebrará en La Habana del 8 al 18 de diciembre.
OnCuba, en su sección Ecos, reproduce a continuación el texto titulado “Mi derecho inalienable a opiniar (Una respuesta a Deán Luis Reyes)”, que fuera publicado originalmente el 25 de noviembre y republicado el 30 de noviembre en el Periódico Cubarte. Por su interés, y buscando favorecer el debate sobre los siempre interesantes temas de la política cultural y la producción audiovisual en Cuba, nuestros lectores tienen nuevamente la posibilidad de encontrar los criterios de Rojas en nuestras páginas.
Mi derecho inalienable a opinar (Una respuesta a Deán Luis Reyes)
Por Fernando Rojas
Con excepción del hecho cierto de que el ICAIC decide sobre la exhibición pública de las películas, el texto de Deán [sic] Luis Reyes publicado ayer, 24 de noviembre, en On Cuba, no aporta elementos para la comprensión del llevado y traído tema de la censura.
La riqueza y los matices de Palabras a los intelectuales se reducen a una “expresión influyente”. El productivo debate de Conducta y su impacto son rebajados por una alusión peyorativa al Ministerio de Educación. El derecho institucional se sustituye por la “autoridad” de un colectivo o de la “sociedad”, enfoque que por demás no esclarece cómo resolver el asunto en términos prácticos. La ausencia de una posición clara al considerar el ejercicio de la prerrogativa institucional que se niega, se convierte en una pose anarquizante, que se presenta –nada nuevo en la historia de fracasos del anarquismo– como liberadora.
La idea de que en Cuba, con grandes hazañas y sacrificios, y también errores, hemos tratado de construir una sociedad alternativa al capitalismo, hostigados sin piedad por la mayor potencia mundial, no tiene ningún espacio en el razonamiento de Deán Luis Reyes. No hay que hablar de este asunto a cada paso; pero eludirlo significa, sin ninguna duda, excluir un fundamento esencial de la discusión. En consecuencia, se debate sobre la censura en abstracto, se apuesta por una promoción del arte que rechaza la existencia de principios en la política cultural y se priva a esta de su conexión orgánica con los propósitos de una Revolución como la nuestra.
Por el mismo camino, nada se dice del ejercicio sistemático, eficaz y brutal de la censura en el capitalismo, resuelto desde la hegemonía del mercado, que excluye a priori el sentido crítico de cualquier perspectiva emancipadora en el arte y el pensamiento, limita las búsquedas experimentales y cancela cualquier indagación que no resulte en beneficio material neto. No puedo concederle la excusa de que no hay que hablar de ello, si de señalar los errores propios se trata: precisamente por no atacar al capitalismo claramente solemos olvidar su esencia depredadora. Ese olvido es la fuente de no pocos errores.
Y por supuesto, si el adversario no existe, tampoco hay que razonar desde el fundamento de la larga y exitosa (sí, exitosa) práctica de la política cultural de la Revolución, que nunca ha excluido la reflexión autocrítica y el debate. He participado y participo personalmente de esa reflexión desde hace muchos años.
Deán Luis Reyes desconoce que las instituciones, junto a los creadores, han realizado una extraordinaria obra de educación, de formación de artistas, de fomento de las industrias culturales, de expansión de los servicios, de impulso a la experimentación y de un arte crítico y comprometido, de defensa de la diversidad cultural. La creación artística y literaria, en permanente expansión, y la rica, diversa y creciente programación cultural, son en gran parte resultado de la gestión institucional, todavía insatisfactoria y hasta deficiente, pero perfectamente visible. Ese acumulado sostiene con creces el derecho indiscutible de la Revolución a defenderse y el derecho de la institución a decidir, consagrado y ampliamente razonado en Palabras a los intelectuales.
Uno de los propósitos explícitos de nuestros enemigos es desmontar la institucionalidad revolucionaria. Es imprescindible que la vanguardia de nuestros creadores evalúe crítica y sistemáticamente la gestión de las instituciones; pero, por supuesto, no para contribuir a su desmontaje, sino para perfeccionarlas y consolidarlas.
Aunque el de Deán Luis Reyes no sea el caso, que yo sepa, cuando se arremete en nombre de confusas nociones ultrademocráticas contra los principios, es fácil equivocar el rumbo. Desde la verborrea anarquizante pudiera darse el paso siguiente: otorgarle al capitalismo un potencial emancipador que por naturaleza es incapaz de tener. Recuerdo una frase que se atribuye a Lenin: “Te alejarás por la izquierda y regresarás por la derecha.”
Lo que puede dañar la política cultural no es una supuesta “ojeriza” ni un ambiente de censura inexistente. Los peligros mayores a mi juicio son la irresponsabilidad y una recepción ingenua de “patrocinios” externos malintencionados.
He chocado a lo largo de mi trayectoria como dirigente de la cultura con funcionarios mediocres y burocráticos y también con advenedizos de una mediocridad esencial que pretenden pasar por creadores. He tomado decisiones, algunas acertadas y otras no, pero ninguna partió de un pensamiento burocrático y siempre he actuado en un diálogo transparente y directo con los creadores auténticos, defendiendo proyectos audaces y valiosos y rechazando manipulaciones y extremismos. En una decisión transparente no hay debilidad. Debilidad sería ceder ante intentos de chantaje.
Resulta ofensivo calificar a mis compañeros como un “puñado de cargos culturales”. A ellos y a mí nos anima una vocación de servicio, inspirada en un claro compromiso con la Revolución y sus valores. Mantenemos un vínculo fraterno y leal con la mayoría de los mejores creadores de este país. Tenemos criterios, los ejercemos y los defendemos. Dedicamos mucho tiempo a pensar con cabeza propia y nos ufanamos de ello. Y decidimos, sí, decidimos, con el derecho que tienen nuestras instituciones, convencidos de que servimos a un pueblo y a una gran causa.
25 de noviembre de 2016
Para Fernando Rojas
Yo tambien quiero ver Santa y Andres! Es mi derecho por favor respetalo.
Yo también quiero ver Santa y Andrés, en mis cines.
Rechazo la censura del puñado, no me imagino cómo se siente una persona o grupo de personas que toman una decisión que afecta a tanta gente con tanta ligereza.
“He tomado decisiones, algunas acertadas y otras no, pero ninguna partió de un pensamiento burocrático y siempre he actuado en un diálogo transparente y directo con los creadores auténticos…”
1. Que te hayas equivocado en tus decisiones y sigas ahí donde estás, eso solo se ve en las instituciones socialistas que al pueblo representan…
2. ¿Dialogo transparente ustedes? Don’t make me laugh. Ustedes no saben lo que es dialogo, imagínate transparente.
3. Auténtico lo tienen ustedes definido en el diccionario: “Términos de la censura, aplicación práctica”.
@OnCuba, si Carlos Lechuga no puede exhibir su película en los cines de Cuba, podrían reservarse el derecho de permitir que “funcionarios” como este publiquen aquí. Esto para nada identifica el concepto que tengo yo de esta revista.
Pues yo coincido en que la institución encargada de organizar un Festival de Cine, aquí y en donde sea, tiene pleno derecho a escoger (y rechazar) lo que estime conveniente para su exhibición y/o competición en el festival en cuestión… Y creo además que cuestionamientos como “¿La censura de las películas cubanas no debería estar a cargo de un ente más democrático y diverso que la Presidencia del ICAIC o el Ministerio de Cultura?” resultan un poco ingenuos…. pues yo no me imagino reuniéndome con mis vecinos en el ágora para decidir qué película debe exhibirse en el próximo Festival…. ya para eso hay una comisión, y que te guste o no lo que selecciona es otra cosa… También entiendo que el Festival, organizado por una institución del gobierno, responde a la política cultural del gobierno.
Para Andrés:
El punto 3 es un galimatías. Sobre la introducción y el punto 2, es obvio que no me conoces. Entonces, ¿por qué me insultas en tu comenatrio? Sobre el 1: te sugiero leer nuevamente el pasaje en que describo la censura en el capitalismo. En cuanto a las instituciones cubanas socilaistas, estoy absolutamente seguro de que tienen el apoyo de la mayoría de la población. Y eso está perfectamente a la vista. Entones, sí representan al pueblo. Y tienen todo el derecho a decidir. No eres tú quién decide si eso afecta o no a “tanta” gente. La base de las decisiones es de principios, en los que creo y creeré. No se trata del supuesto de que todo vale, con independencia de contenidos, propósitos, conductas y valores. El capitalismo crea esa apariencia, la de que todo es permitdo, que obviamente no practica. FR.
Yo también quiero ver Santa y Andrés, no quiero que decidan por mi.
Yo espero verla en el tv de mi casa..en Miami
Ridícula la respuesta de Rojas. Es obvio para todos los verdaderamente de izquierda y socialistas que el enemigo principal de Cuba – los Estados Unidos – significó y todavía significa un peligro y una amenaza. Es igualmente obvio que la Revolución Cubana – que defendemos – desarrolló la cultura y el pensamiento. No menos obvia es la presencia de la censura y del dogmatismo estalinista. El hecho de que todavía hoy, en 2016, se encuentren los mismos mecanismos de represión y las mismas excusas torpes y mediocres para defender la postura intolerante y burocrática, represora, de diversos funcionarios, instituciones y burócratas en Cuba es lamentable. Es más: los funcionarios burocráticos y sus medidas de censura, esos sí deberían ser denunciados como anti-socialistas, que dictan órdenes que ponen en peligro la misma Revolución Cubana y su desarrollo cultural. El debate y la crítica no son “armas para el enemigo”. Sí, son, la burocracia y la censura. Los represores deberían ser nombrados y denunciados públicamente (algunos ya lo son, ahora con los blogs y los medios independientes, que ejercen la sana crítica) como los que verdaderamente dan “armas al enemigo”: dar el material de que necesita el imperialismo para afirmar que “en Cuba, hay represión. Lamentable.
Todos queremos ver Santa y Andres nunca hay justificacion a la censura,nadie debe decidir NUNCA que es lo correcto para otra persona sin que el otro tenga opinion
A mi realmente no me interesa ver Santa y Andrés. Creo igualmente que las instituciones, al ser propiedad del Estado, (Estado que está presidido por la misma persona que preside el Gobierno y ambos están dirigidos por el PCC, cuyo Primer Secretario es el mismo que el Jefe de Estado y de Gobierno, jefes todos de Fernando Rojas y sus compañeros del MINCULT y el ICAIC ) tienen el derecho a exhibir en sus cines, sus festivales y su televisión lo que decidan, eso es de una lógica incuestionable. Lo cuestionable aquí es la ausencia de instituciones diferentes de las estatales, instituciones no estatales, que respondan a criterios independientes de las estatales y que sean supervisadas por estas, claro está. La Revolución es un fenómeno social en el que cabrían todos, incluso los Carlos Lechuga con su película quizás francamente mala y los Dean Luis Reyes con sus criterios quizás trasnochados. Sin embargo, no es legítimo que desde el poder de las instituciones oficiales y sin que exista legalmente otras vías para la exhibición pública y comercialización de esos productos culturales, se impidan que sean sometidos al soberano, EL PUEBLO, al que todos los funcionarios debieran respetar empezando por reconocer el derecho que tiene de existir y organizarse al margen de lo que usted llama institucionalidad y de consumir lo que le da la real gana. Peor aún es que esa institucionalidad, que es la única que existe, se de el lujo de excluirlos, sin que existan recursos legales efectivos para oponerse a la posible arbitrariedad administrativa. No, querido Fernando, no tiene usted toda la razón, usted expresa un miedo, en mi criterio infundado o extremista, a un desmontaje de la institucionalidad estatal y es lógico porque usted es parte de ella. Pero no tema, la sociedad cubana seguirá abriéndose caminos paralelos a la institucionalidad estatal, y no necesariamente tiene que ir a la derecha, de hecho puede que estén más a la izquierda que algunas estatales que tenemos hoy, y estarían además en todo su derecho, que no es menor que el suyo o el de la institución que Ud. representa, y será además saludable, porque cuando un grupo de creadores independientes logren articular un Festival de Cine independiente del Estado, como lo hace hoy Leo Brouwer con los de música, y que al parecer también les disgusta dada la poca promoción que le dan; cuando otros artistas organicen giras por los barrios independientes del Estado que apoya a algiuno porque no le queda otro remedio, pero apenas lo visualiza en los medios masivos; cuando se convoquen festivales de artes plásticas con invitados internacionales por la convocatoria de nuestros artistas y a pesar de eso ustedes, los funcionarios sigan haciendo bien su trabajo, encontraremos un sano equilibrio, alejado de un totalitarismo cada vez más insostenible e innecesario y que tiene que cambiar. Créame que lo estimo y lo respeto. Reconozco lo mucho que ha hecho y hace por el desarrollo cultural, usted y los cuadros no cuadrados, pero no tienen el derecho de ser los únicos que decidan lo que yo veo y a decidir por mí lo que es bueno o no, para eso están los críticos que me darán las guías para ejercer mi criterio desde mi libre albedrío que es diferente al anarquismo. No hay que que confundir. Es cierto que la mayoría de las veces la institucionalidad de la cultura ha estado muy acertada, prueba de ello es todo lo que se ha logrado. Pero los tiempos cambian y todos debemos cambiar con ellos, adaptarnos, crecernos ante los retos y siempre buscar soluciones aceptables a los problemas, no problemas a las soluciones. En cuanto a la censura, créame que lo que hace es promover lo peor, ciertamente. Y por cierto, lo que está faltando y mucho es la crítica. Hasta la Victoria Siempre!
Por cierto, aplaudo enfáticamente su actitud abierta al diálogo en las redes. Eso sí es un hito y una actitud verdaderamente revolucionaria. Creo en Ud. aunque no comparta 100% sus criterios y creo que sería un buen Ministro de Cultura, pensando en la transitoriedad del que ejerce hoy como tal y al que igualmente admiro y respeto. Ambos son personas preparadas y revolucionarias, aunque los revolucionarios también se equivocan y con esto no es que quiera ironizar, aunque de hecho le acabo de expresar mis criterios en desacuerdo con los suyos. Pero sé que es un hombre inteligente y culto y que igualmente entenderá mis puntos de vista. Un abrazo, Fernando Rojas y gracias por debatir, eso ya es una postura de avanzada.
Acaso esta revolución no se hizo para empoderar al pueblo?, señores en el mundo existen los estados de opinión, las consultas populares, los famosos referéndum que utiliza nuestros hermanos venezolanos,etc. Ahora por que fulanito de tal, cabeza pensante del ICRT(que el día de mañana por cierto, no me extrañaría verlo jugando domino un domingo cualquiera en Miami) decidió que no debemos ver cierta peli o documental ya que iba a afectar nuestra conciencia revolucionaria. El cubano es lo suficientemente inteligente para darse cuenta cuando es veraz o no
determinada película o noticia. Tanto al alboroto al final del camino, lo repito, todos vamos a terminar viendo Santa y Andres. Con tanto alboroto lo que están haciendo es dándole promoción al largometraje.
Muchas gracias OnCuba, por presentar todas las posiciones en torno a este debate. Trascendental no solo por el tema de la censura al mero hecho artístico, sino por lo que significa respecto al ejercicio de las libertades en Cuba. Me encantaría oir muchas otras voces sumarse a este debate. Sobre todo me gustaría saber que dicen lo realizadores de Santa y Andrés, al final ellos fueron los censurados (para bien o para mal, ese no es el punto de mi comentario). By the way, solo recordar a esta COMUNISTA: “La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente” (Rosa Luxemburgo)
Ojala OnCuba me publique. En el caso de Fernando está como él dice en su larga y triste trayectoria como dirigente de la cultura. Por qué será que nadie lo quiere? Una vez dijeron en el Icaic que sería el presidente, en la Uneac, y las respuestas fueron rápidas y precisas de los trabajadores, intelectuales, artistas. NOOOOooo y no es precisamente por sus decisiones coherentes y su diáfano verbo. Que pena que en el Ministerio de Cultura exista un vice ministro como éste, con seres como él organizador de un festival que era de todas las artes -HabanArte- que tenía más gastos que ningún otro y lo que hacía era recoger la programación cultural de todo un mes y concentrarla en días entre semana a la que no venía ningún grupo especial de turistas y lo titularon Globarte. Demuestre su capacidad, por favor y no con lenguaje de barricada fuera de época y de contexto. Desmonte semiótica y cinematógraficamente como debe ser a Santa y Andrés. Ojalá me publiquen.
Sólo un detalle: por qué cancelaron, en la tierra “de la libertad de expresión y la democracia” el concierto de Buena Fe?
Respeto mucho a fernando rojas, pero no comparto del todo su opinión.
Cada evento se reserva el derecho a admitir cada concursante o exponente, según sus bases.
Cada cadena de cines o grupo cinematográfico se reserva el derecho de exponer o no un filme.
En todos los países existen mecanismos oficiales de censura. A los gringófilos, que le pregunten a Michael Moore
Y todo esto está basado en las leyes que aprueban o mantienen o consienten o toleran los pueblos y sus representantes. El problema no es exactamente sobre el rol del ministerio, que es el lógico en su caso.
El punto es el siguiente:
Si no es en un evento del ministerio de cultura, o en un cine del ministerio de cultura, ¿dónde puede Lechuga exponer su obra? Ya no existen cines 3d privados ni nada similar, retiraron la licencia. ¿Sería para evitar que se proyectara porno, o para evitar que se exhibieran filmes como ‘santa y andrés’? No lo sé en este momento.
Imaginemos que Lechuga tiene en al fondo de su casa un gran patio verde (no lo sé) y quiere comenzar a exhibir en un cine improvisado los filmes que la política del icaic impide. ¿Cómo lo divulga, si los medios también siguen la misma política cultural? Pero supongamos que aquello se llena de gente, porque en esta era de móviles y datos, es imposible para un país como Cuba impedir que se divulgue algo interesante incluso internamente.
Al cabo de unos meses de éxito del “cine independiente” de Lechuga, ocurrirían dos cosas de seguro:
1-Casi ninguna institución oficial le brindaría la cooperación acostumbrada, tampoco le encargarían realizaciones.
Los motivos no serían que en su casa pone películas, podrían ser de cualquier tipo por fantásticos que sean.
2-Algún blog como “la pupila”, el sitio cubadebate u otro similar, mostraría serios artículos bien redactados sobre la irresponsabilidad de exhibir contenidos pseudoculturales bajo el nombre de un realizador de prestigio, con detalles específicos que aludieran sin nombrarlo al patio de Lechuga. Dichos detalles, solo conocidos por un asistente, serían más curiosos por cuanto el autor del post nunca habría ido allí.
3-Por otro lado, más fundaciones culturales con nombre en inglés o sede en la ‘culta Europa’ le ofrecerían espacio. algún amigo le comentaría sobre proyectos conjuntos que no pensó antes en colaboración con las mismas. los trabajos que pasó con ‘Melaza’ parecerían cosa del pasado. A fin de cuentas, del ICAIC no recibirá nada o casi…
4-Puede incluso ocurrir que en caso de proyectarse algún filme de crítica social, algún espectador no usual de pronto gritara “abajo” o “arriba”. En caso de producirse un tumulto, lógicamente los vecinos llamarían a la PNR, la cual acudiría con rapidez. En caso de no pasar nada, tal vez otro espectador no usual grabaría el hecho y lo enviaría espontáneamente a los sitios web cubanos antes mencionados, tal vez a la TV cubana.
5-En el otro sentido, tras el otorgamiento de un premio similar al Ariel que ya ganó, pero menos serio, a Carlos Lechuga le harían una entrevista con preguntas como “y cómo puede ud. apoyar la violación de derechos humanos del régimen cubano?” u otras de intrincado texto y venenosa estirpe. Junto a él entre los premiados estaría algún “luchador cívico” que hizo un documentalito , posando en la foto. Luego los medios estilo CNN harían el resto.
6-A su regreso a Cuba, los puntos 1,2 y 4 se incrementarían, por lo que tal vez Lechuga terminaría cediendo ante los puntos 3 y 5, o autocensurándose, convertido en una figura gris que ahogaría sus penas en alcohol. O puede que abandone Cuba, siendo aplaudido a su llegada a Miami por los aplaudidores de siempre. Y volverse una figura gris que ahogaría sus penas en la cocaína tal vez.
Disculpa Lechuga, sé no eres una marioneta ni te deseo tal futuro, solo es una construcción imaginaria.
Todo estos posibles sucesos por lo que haría un hombre en SU patio, en SU casa, con SU tiempo y medios.
Fernando Rojas, yo no quiero que se caiga la Revolución. Respeto su figura y trayectoria. Pero si el Ministerio de Cultura fuese ese grupo de casi héroes anónimos que describe, fenómenos como el reguetón y su estética asociada, orquestas chabacanas como la charanga habanera, espacios televisivos como ‘las aventuras’ tuvieran otro cariz, las películas y animados cubanos estarían más a tono con los tiempos, las festividades populares no habrían decaído tanto, a veces más por centralización que por recursos, y no habría que esperar por Paulo FG y la iniciativa de artistas individuales, para concebir un programa como Sonando en Cuba. Y son solo pocos ejemplos.
las cosas no son así, o al menos exactamente así.
Si no queremos determinados filmes cubanos en los cines oficiales, permitan cines alternativos. Si no queremos determinados libros en nuestras editoras, permitan editoras alternativas. Mientras no sea traición flagrante, mensaje de odio, peligro evidente a la seguridad nacional, todo pensamiento y hecho cultural merece un espacio.
Eso, por otra parte, es hacernos más revolucionarios, socialistas y comunistas. No lo contrario. A fin de cuentas, nuestros medios y espacios también están promoviendo el american way of life, el consumismo, los enlatados, la doble moral, la superficialidad. No por acción sino por omisión. Eso se puede discutir en un tema específico.
LO quie no cuenta el Sr. Rojas es que hubo una reunión en el ICAIC de más de cinco horas, donde Directivos del Festival de la Habana, miembros de la Cinemateca de Cuba, y Cineastas cubanos, le expresaron al ministro de cultura Abel Prieto su desacuerdo en censurar Santa y Andrés y prohibir su exhibición en el FEstival., lo que el funcionario y burócrata rechazó de forma dogmática.
¿Por qué el régimen que dice ser tan fuerte y enraizado en el pueblo, le teme a una película?
Lo cierto es que la historia de la censura y la intolerancia en la isla se repite una vez más: desde PM, Un día de noviembre, Techo de vidrio, Alicia en el pueblo de las Maravillas, y tantas obras más, ya sea de cine como de teatro, no son admitidas solamente por mostrar una realidad. ¿Esto es la crítica en el “socialismo cubano”?
Para Juan Ramírez, ¡increible! ud sin ver la pelicula ya se erige en juez de este asunto. Indiscutiblemente que tiene ud muy poco sentido crítico.
Para Fernando Rojas. ¿Puede ud explicarme cómo en el cine norteamericano hay libertad para criticar a las operaciones sucias y criminales de la CIA, para reflejar la corrupción política y judicial, para denunciar la descriminación racial, y hasta para criticar al presidente del pais? ¿No ve ud los filmes de Michael Moore?
Decididamente, algunos foristas y yo no tenemos nada en común. Los insultos y la falta de información abundan y no contestaré comentarios de ese tenor. Subrayo, para dedicarme a otros menesteres por un rato, tres ideas básicas, que ya están en el texto publicado el 25 de noviembre: la noción de que en el capitalismo el arte circula libremente es una falacia; la institución tiene derecho a decidir sobre la programación en el ámbito de su competencia, y la pretensión de resolver las cuestiones de la promoción del arte sin intervención institucional es poco práctica, si es que tal pretensión no está escondiendo una postura anti socialista tras la pose ultrademocrática. Lo correcto sería resolver estos asuntos en el proceso creador, antes del momento en que haya que decidir sobre la programación. Para ello, las instituciones tienen que resolver importantes defectos burocráticos y estar mucho más cerca de los creadores, Sé que este debate continuará y habría que evitar consecuencias lamentables. Algunos participantes –precisamente los que no insultan- han aportado ideas útiles en este sentido. Gracias.
Los invito a leer en Cubarte “No somos mansitos” http://www.cubarte.cult.cu/es/article/47387 donde aparece el comentario de Indira Fajardo: “He leído los debates suscitados alrededor de los textos publicados en la revista On Cuba por Eduardo del Llano y Dean Luis Reyes. Yo ví la película y sólo apelo a mi sentimiento para emitir un criterio sobre ella. En principio, considero que a las instituciones les asiste el derecho de velar por la calidad de lo que promueven. Y esa calidad, más allá de la factura técnica de la obra artística, implica el respeto a los más elevados principios de la sociedad y la Patria. En los últimos tiempos ha existido una tendencia a reflejar en algunas películas el deterioro exacerbado de nuestra realidad, ya sea desde historias temporalmente recientes o no. Pareciera una necesidad imperiosa de mostrar al mundo nuestras sombras para encajar, para estar de moda. No estoy en contra de las autocríticas. Valoro las esencias provocadoras del arte, pero más admiro a aquellos que critican y provocan sobre la base de los valores que hemos defendido por tantos años. Los artistas y creadores tienen un compromiso social. Son responsables de la formación de una conciencia social que trasciende generaciones, sus obras no pueden convertirse en mero hecho populista, deben dejar una huella en el sentimiento de quienes las aprecian. “Santa y Andrés” no será el caso. Supe que, para buscar una solución a las preocupaciones que se han estado planteando, el Ministerio de Cultura y el ICAIC propusieron un debate público con invitados de distintas procedencias sobre la película, después del Festival de Cine.”
Por un lado estamos justificando la censura contra esa pelicula, pero por el otro lado se esta criticando la cancelacion de la actuacion del grupo Buena Fe en Estados Unidos por sus opiniones sobre Fidel. Si seguimos aplicando aquello de “ojo por ojo y diente por diente” el pais jamas saldra del hueco en que esta.
Para los que mencionan el caso de Michael Moore, sepan que el mismo se ha quejado de la invisiblidad de su obra en su propio pais. Porque hay varios modos de censurar, en EE UU por la “ingeniería del consenso” de la que habla Noam Chomski y fundamentalmente a través de “la mano invisible” del Mercado, que no da la cara, ni participa en debates como estos. Por poner solo dos ejemplos: http://elpais.com/diario/2004/05/06/ultima/1083794401_850215.html
y https://espectadores.com.ar/2016/10/22/michael-moore-en-trumpland-criticas-a-favor-en-contra-en-estados-unidos/
Señor Mabuya, su talento como guionista es indiscutible, su respuesta a Fernando Rojas a partir del cine independiente de Carlos Lechuga puede enviarlo al próximo concurso de guiones del algún Festival, aunque para mejorarlo le sugiero que pida asesoramiento a Eduardo del Llano, que es buenísimo en eso. ( A lo mejor ya lo hizo)
Para la parte seria de su comentario, le diré que concuerdo con usted en todo su primer párrafo y discrepo bastante del último.
Privatizar la cultura no es la solución, en ningún lugar del mundo lo ha sido. Socializarla más plenamente, y democratizarla cada vez más a mi juicio si lo sería. Coincido con usted en que ese es un tema que merita otra discusión y se sale de lo muy específico de esta.
He leído muchos de los comentarios en este medio y en los de Cubarte, y me sigo preguntando por qué algunos de los comentaristas evaden el punto principal: ¿Por qué el Ministerio de Cultura y el ICAIC tomaron la decisión de no exhibir Santa y Andrés?
Respuesta del ICAIC:
“Independientemente de sus resultados artísticos y de las posibles intenciones de sus creadores, el filme presenta una imagen de la Revolución que la reduce a una expresión de intolerancia y violencia contra la cultura; hace un uso irresponsable de nuestros símbolos patrios y referencias inaceptables al compañero Fidel. ”
¿ Cuándo es que los que se oponen a la decisión se van a referir concretamente a este hecho?
Cuando van a decir, los que han visto la película, cuanto hay de cierto o no en eso y si, pese a que tiene esos contenidos están de acuerdo en que exhiba en un Festival y en los cines cubanos?
Acuse de recibo (de un artículo del viceministro de cultura Fernando Rojas)
Dean Luis Reyes
El viceministro de Cultura Fernando Rojas ha respondido a mi texto “Yo quiero ver Santa y Andrés”. Lo ha hecho sin ofrecer argumentos para lo que allí denuncio. “Santa y Andrés”, se nos ha reiterado, seguirá censurada, pero no se nos deja saber por qué. Otros decidieron. Y al parecer tienen argumentos que los convencen a ellos, pero no a mí. Tampoco a los cineastas que estuvieron horas reunidos con las autoridades para discutir la medida. Una pena.
No importa cuanto disfrace con palabras sus verdaderas intenciones, el corolario está ahí: tenemos una película cubana censurada, que no podemos ver por una decisión no soberana, sino autoritaria. A juzgar por aquello que se desliza, “Santa y Andrés” no se corresponde con la política cultural de la Revolución que, también infiriendo de lo dicho por diversos cargos culturales, se acoge a las “Palabras a los intelectuales”. O sea, a la frase de Fidel Castro de 1961 que señala: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”.
Supongamos que así es. ¿No es acaso negar las políticas culturales de esa misma Revolución, las que Rojas dice defender, impedir que enfrentemos las “perversiones” en una obra equis? Si esa política cultural tuvo un efecto duradero y profundo, si la Revolucion socialista misma tuvo sentido, el acto de recepción del consumidor cultural no sería nunca un gesto obsecuente. La sociedad en su conjunto crecería.
Mi texto va más allá del caso específico de “Santa y Andrés”. Tiene que ver con un problema muy serio, de larga duración, que comento en ese mismo texto y analizo largo en uno anterior: “El cine cubano que no se ve” (https://oncubanews.1eye.us/columnas/el-cine-cubano-que-no-se-ve/). En breve: tenemos casi una decena de largos de ficción y documental sin estreno en los últimos dos años. ¿Están todos censurados también? ¿Están además “contra la Revolución”? ¿Por qué Rojas reacciona ahora, al verse interpelada su función, y jamás lo ha hecho en los tres años de trabajo y propuestas de lealtad del Grupo de los 20 en sus reclamos por tener una Ley de Cine en Cuba, que no es más que la exigencia por establecer el marco normativo para el desarrollo de la política cultural cinematográfica en Cuba? Aquello que se calla es más elocuente que lo que se dice. Ello sí supone una operación anarquizante sobre las políticas culturales y de programación.
Teniendo en cuenta el respeto por la operación institucional en la cultura que enarbola Rojas en su texto, así como el “derecho inalienable” que corresponde al ICAIC de decidir sobre la exhibición de las películas, debo recordar que esa política se rige por la ley 589 del 7 de octubre de 1959, denominada «Creación de la Comisión de Estudio y Clasificación de películas cinematográficas y disolución de la Comisión Revisora», conexa a la Ley de Creación del instituto.
En el séptimo por cuanto de ese texto, se dice: «En riguroso acatamiento al artículo 47 de la Ley Fundamental de la República que declara interés del Estado la cultura en todas sus manifestaciones y libres la expresión artística, y la publicación de sus resultados, se hace necesario proveer para que tal regulación y clasificación no se convierta en un aparato de coacción o de censura que deforme la obra de arte, la haga inaccesible al público y rebaje las posibilidades de información y los derechos reales de nuestro pueblo».
Más adelante, en el artículo 1.a indica que esa ley está dirigida a: «Garantizar el más absoluto respeto por la libertad creadora, la expresión de las ideas y el derecho a divulgar la obra cinematográfica y condenar toda forma de discriminación lesiva a este principio, ya en el orden filosófico, científico, o en la de la fe religiosa». Y sigue, en el artículo 1.d, señalando entre las potestades de esa comisión: «Estudiar y clasificar las películas que deban exhibirse en nuestro país, rechazando las de carácter pornográfico o las escenas que puedan clasificarse de tales, y los films que sin análisis crítico ni intención artística alguna, se conviertan en apología del vicio y del crimen; y autorizando el resto de la producción según una escala de exhibición por edades, en atención a principios educacionales perfectamente claros y razonados».
Hasta donde sé, es una ley vigente. Tiene que ver con ejercer con transparencia –término que mucho preocupa a Rojas- la mediación cultural. Y con otorgar mérito al ejercicio político de cualquier institución. El viceministro asegura que hay una política concreta de demolición de la institucionalidad cultural, y me consta que toda su argumentación va de afirmarla. Debería recordarle que es mucho más terrible la labor de zapa que los celosos guardianes de la pureza institucional hacen cuando operan con arbitrariedad.
Porque después de los términos que rigen y organizan la politica cultural, vienen quienes la hacen cumplir. O sea, la difícil pregunta por quién decide hasta dónde llega “dentro de la Revolución” y “contra la Revolución”. Un terreno movedizo que en cuestiones de lenguajes artísticos cuesta definir.
Pero con “Santa y Andrés” se ha definido. Curiosamente, se ha hecho a contrapelo de la opinión de un buen número de cineastas cubanos. De jóvenes pero también de fundadores del ICAIC, de militantes del PCC. Hasta donde sé, los directores con quienes se discutió la medida, incluyendo el propio Carlos Lechuga, realizador de “Santa y Andrés”, no aceptaron ni admiten como buena la decisión de censurar. Los funcionarios que tenían por obligación generar el escenario para la negociación no fueron capaces de convencer con argumentos. Tampoco lo han hecho al ejercer su fuerza mayor.
Una cosa es tener el derecho porque se ostenta un cargo. Otra, bien distinta, es poseer la autoridad, que es cosa de índole moral. La autoridad de la imposición, de la decisión definitiva, es abuso de poder. Reafirmando su derecho a ignorar la opinión de la otra parte en virtud de la claridad y la responsabilidad propia, no se hace más que disminuir por la fuerza. Ello es una debilidad de las más graves. Indica que el capital político con que se cuenta se ha estrechado. Y que al otro lado hay un colectivo de creadores insatisfechos. Además de una comunidad extensa, a nombre de la cual se dicen las frases más líricas, que tiene todo el derecho de ver una película que un puñado de funcionarios vieron, etiquetaron y censuraron.
A los artistas, la posteridad los juzga por sus obras. A los funcionarios, por sus decisiones. Pero probablemente no exista funcionario que a su vez no se crea además intelectual. No he visto juicio intelectual en Rojas, sino ejercicio de fuerza a nombre de un texto, “Palabras a los intelectuales”, que se asume como catecismo, fuera de contexto. Es esa la demostración de que no hay aquí pensamiento, sino dogma. Y ya que Rojas ofrece como advertencia una bella frase de Lenin, le devuelvo otra, de Rubén Martínez Villena: “Hay que cuidar que la dictadura del proletariado no se convierta en la dictadura del secretariado”.
No entiendo si tantas personas están contra de la censura, por qué censuran lo que dice Fernando Rojas, tratando con irrespeto e insultos tanto a él como al cargo que ocupa. Demuestran incapacidad para el diálogo, porque argumentos tampoco dan. En el futuro podrán decidir poner la película o no, y repito lo que dije en otro comentario, pasado el tiempo pocos la recordarán, pero ofensas, agresiones y faltas de respeto a las personas y a los que ellas representan en la sociedad, no es el camino para el desarrollo de la cultura cubana y la aplicación de la política cultural de la Revolución.
Alberto, no me refería a privatizar la cultura, aunque de hecho una parte está bastante privatizada y jodida.
Esta afirmación mía la discutiremos si OnCuba pone un tema con un artículo bueno de cabecera.
Hablaba de crear otro tipo de espacios de difusión o diferentes reglas.
Por ejemplo:
Variante radical bolchevique:
No se quiere que se presente tal obra. Pues bien, al pecho: No se presentará tal obra pues ofende X y Y y se considera que atenta contra Z y H. E invitamos a los militantes del PCC para que la vean comentada. Vaya!
Porque se supone que quien haya tomado esa decisión es un conjunto de especialistas prestigiosos.
Y todo, hasta el arte, debe alimentar la hoguera de la libertad. Empezamos por el arte y luego veremos qué sigue.
Variante académica:
Hay una obra polémica. Invitamos a los principales especialistas y críticos del género a dar su opinión, y se les expresa francamente la preocupación. Su dictamen avala o modifica la decisión pensada de proyectarla.
En una ocasión, se circuló un documento escrito por alguien, entre los integrantes de una asociación para que emitieran su criterio, con la idea de algunos funcionarios de que lo criticarían. Ocurrió lo opuesto, lo apoyaron.
Entonces incluso se reconocieron o atendieron algunos de los problemas que mencionaba el documento. Otros no.
Pero si no existen esos marcos, y ud. quiere como creador exhibirla, que pueda hacerlo sin problemas en algún espacio de pequeño o mediano formato. lo malo es que las creaciones se sepulten sin un análisis abierto.
Hay tanto miedo a decir que una película ofende algo patrio? Yo no la he visto, pero si así es, que se diga.
No podemos ser firmes y a la vez maleables. Que se le dé un espacio al creador. Pero sobre todo, como dijo bien Fernando Rojas, si el creador aspira a que la proyecten en la red estatal, pues que muestre el guión antes.
En Hollywood hay una comisión “ética” que aprueba o no los guiones. Hay en USA una junta oficial de “broadcasting” que hasta ahora no ha aprobado una sola película de Michael Moore que yo recuerde.
No para compararnos, solo quiero transmitir que en todas partes hay mecanismos de regulación del contenido cultural a difundir. Además de la línea editorial o comunicacional de los dueños de los medios, de sus padrinos y ahijados. Mientras el realizador no sea entrevistado por los medios igual que el viceministro, insisto en que deben existir otros espacios con otras reglas, sean privados, públicos o de las asociaciones culturales.
Puede que una ley de cine sea útil, pero no podemos a cada inquietud hacer una ley.
La Ley de la Cola, la ley del buen trato, la ley de la ley… Hay que discutir la interpretación de las existentes hoy.
Que son demasiadas a veces, pero ambiguas. Y su aplicación, a veces tibia y a veces hirviente.
por lo demás, ni soy guionista, ni escribo, ni nada relacionado con la literatura, y a Del Llano me unen coincidencias espaciales, casualidades y algunas preferencias culturales.
dean luis reyes: excelente la frase de villena. Esa la copio.
A ver, repitan sin que se les trabe la lengua: El censurador censura una peli anticensura. ¿Quién lo descensurará? Aquel que lo descensure buen descensurador será.
Kiki Alvarez
Santa, Andrés y la complejidad de la silla.
Lo primero es Santa y la silla, una imagen que nos incita a interrogarnos antes de entrar en el relato. ¿Quién es esta mujer que atraviesa un recorrido tan largo con una silla en la mano? ¿De dónde viene, a dónde va? No lo sabemos, pero querer conocerla es lo que conduce el itinerario dramático de esta película.
Santa y Andrés es la historia de Santa; ella es la protagonista y vigilar a Andrés, para que no salga de su casa durante tres días, su misión. Por eso la silla. Santa llega, informa el objeto de su visita y se sienta frente a la casa de Andrés, dispuesta a ser espectadora y testigo de la cotidianidad de este hombre que vive en el margen de la sociedad.
En ese principio Santa y Andrés son opuestos, ella es revolucionaria y el un escritor censurado, obligados a estar juntos durante un tiempo por una circunstancia que ellos no han decidido pero que los conduce, poco a poco, a un acercamiento y a un reconocimiento del otro que define la voluntad humanística de esta película.
Santa es frontal y Andrés es sinuoso: ella tiene una verdad que defender y él un secreto que ocultar; pero al principio es ella la que esta tensa e incómoda con la situación, mientras que él, acostumbrado a este tipo de visitas, se muestra más relajado. Lo hermoso de este encuentro es que a medida que se conocen y Santa se va relajando y aproximando, Andrés se va crispando; él es un hombre herido, desconfiado, que con la irrupción de Santa, recibe el regalo de una amistad inesperada.
Para cumplir su misión, Santa no ha sido bien orientada, ni siquiera sabe muy bien por qué Andrés es considerado un peligro para la sociedad. Jesús, su jefe, con el cual es evidente que ha tenido una relación sentimental, le da órdenes muy concisas y esto hace que ella le reproche que su intención es mantenerla ocupada y lejos de él.
Sobre estás sutilezas en las relaciones entre los personajes es que están montados los sucesos que convierten a Santa y Andrés en una película compleja ante la cual tenemos que aprender a posicionarnos.
Santa y Jesús son personajes que representan por su compromiso y participación a la Revolución, pero ninguno de los dos son la Revolución en su sentido más abarcador y trasformador de toda la sociedad. Santa es una mujer sola y marcada por un infortunio familiar que se encuentra inmersa en un proceso de crecimiento y comprensión del mundo y de la sociedad en que vive; Jesús, por su parte, es un hombre cosificado, comprometido y visceral en la defensa de los principios a los cuales se ha entregado con convicción; En esa dicotomía, la enunciación del filme se bifurca en dos rostros y en dos maneras de vivir, entender y defender, el proyecto liberador de la Revolución Cubana. Santa y Andrés podría haber sido “Santa y Jesus”, pero entonces si habría sido una película sobre la confrontación entre interpretaciones y practicas ideológicas, y no la película sobre el acercamiento entre las diferencias que se propone ser.
Por eso es un error de lectura interpretar el diseño del personaje de Jesus como un ataque contra la Revolución. Jesus, repito, no es la Revolución, es una manera de entenderla y defenderla que esta película y su realizador cuestionan y proponen discutir.
Por eso la protagonista es Santa. Ella es el personaje que crece, que se transforma, ella es la que le pide a Andrés que se quede, ella es la que confía en la solidaridad, en el mejoramiento humano, en una sociedad inclusiva con todos y para el bien de todos.
Por eso todo depende de la silla con que carguemos para sentarnos a verla y de nuestra capacidad para cuestionarnos, una vez más, ¿qué fuimos, qué somos, qué queremos ser?
Si miramos a Andrés y a toda la película desde la silla de Santa, aprenderemos a ver más allá de las apariencias, de los preconceptos, de los condicionamientos. El arte es un espejo que no siempre nos devuelve nuestra mejor imagen, pero cuando esto sucede lo que nos propone es tomar distancia y reflexionar.
Yo me quedo con la femineidad interior de Santa, con la belleza irradiante de la flor, con la delicadeza suicida del colibrí.
Por eso al final, cuando uno escucha “El colibrí y la flor” sobre los créditos, yo no pude dejar de sentir que esa flor era Cuba…
“Yo soy el colibrí si tú me quieres
Mi pasión es ser torrente
Y tú la flor”
Kiki Alvarez
Finca San Tranquilino
San Antonio de los Baños
21 / 11 /2016
Y por qué no le piden al realizador que les copie Santa y Andrés en un USB o que la ponga en el “democrático” paquete??? Exíjanselo con la misma vehemencia que al ICAIC. A mí me parece muy bien lo de la rebeldía y el antidogmatismo, pero creo que en este caso está rozando el ridículo…. Cualquier realizador tiene el derecho a creer que su película es merecedora de estar entre lo mejor de un Festival de Cine, pero por favor, sinceramente no creo que a nadie se le ocurra andar exigiendo explicaciones ni dar pataletas a los organizadores del Festival de Cine de Cannes, Venecia, Toronto o San Sebastián si alguno de estos osa no exhibir su película en el Festival.
Me encanta la transparencia defendida por Rojas una y otra vez. Es un requisito imprescindible para un debate saludable.
Omar Gutierrez Arenas
Suscribo los comentarios aquí de Omar y Patricia y los de Miossoty y Michael Vazquez en los del articulo de Del Llano. Apoyo el derecho de Rojas y la decisión del ICAIC de defender el derecho de la mayoría que ama y grita: YO SOY FIDEL.
que tristeza ver a cubanos del siglo XXI ,poseedores de una tradicion cultural que, aunque ha pasado por momentos oscuros, sigue siendo liberal e inclusiva en sus mejores exponentes, discutiendo acerca de la censura !!! Las personas en general y los intelectuales ,aun mas,deben ser mensajeros y receptores de a libertad de expression,de creacion.Deben asegurarse que esa libertad e inclusion, funcione para todos y asi poder confrontar ideas, mejorar las relaciones, los contactos, los marcos sociales y solo asi, avanzar. Solo los que no tienen ideas novedosas, los que aspiran a mandar sobre otros empleandos metodos de coaccion y terror para prevalecer y medrar ,pueden ser amantes de la censura. Que todos hablen, que todos creen, que todos participen….!!Dejense de discursos retoricos y vacios, sumamente cantinflescos acerca de la libertad, todos los hombres saben que es estar libre, ser funcionalmente libre !!! Si no lo saben, lean a Marti !!
Candil : por que hablas de mayoria ??Quien te dio esa potestad ?? Si quieres ser verdaderamente respetado,se serio !!!
No soy intelectual, pero tampoco un ignorante, me sorprende ver como personas que abogan por una “libertad de expresión”, ofenden y no son capaces de sostener un debate coherente y sin ataques personales. En un debate que se originó en el muro de Carlos Lechuga, le pregunté a él varias cosas entre ellas las siguientes: , ¿Qué quiere decir, o reflejar y que objetivo persigue con este material?, le pregunté además por el sentido de la escena de la mujer sentada en una silla frente a una casa, así como si el sinceramente durante la revolución había visto a las autoridades golpear salvajemente a una persona, silencio total, tuve que decir que era la primera vez que un realizador no defendía su obra, y en ese debate paso lo mismo que aquí, descalificaciones ofensas personales etc, ¿Por qué?, faltan argumentos a los que defienden la película, en nombre de la tan cacareada “libertad de expresión” que puedo llenar estas páginas de artículos que demuestran su hipocresía, no se puede difamar de instituciones estatales, ni tergiversar hechos históricos, ni mentir, eso no es ético, y es censurable.
Posteriormente alguien escribió en el mismo sitio un artículo buscando darle una interpretación revolucionaria a la película, como puede ser revolucionario, mostrar a supuestos miembros de la autoridad golpeando a un ciudadano de forma brutal, el que diga que eso ha ocurrido falta a la verdad, esto por solo citar un ejemplo de las distorsiones de la realidad de la película que son bastantes. De acuerdo con esa interpretación si a mí se me ocurre filmar una película cuya escena central sea un actor disfrazado de burro con una cámara digital en el hombro, defecando en una letrina cintas de películas de 9 mm, posteriormente se levantaría caminaría y elevaría sobre la cabeza por la espalda de una mujer vestida con una bandera cubana la cámara y la dejaría caer sobre ella, que se viraría con la cabeza ensangrentada lo mira y sonríe, fin, estoy seguro que los cineastas me dirían nos ofendiste, estás diciendo que lo que hacemos es basura y no tenemos talento, que estamos dándole un golpe por la espalda a la patria, que estamos tratando de destruir la revolución, y yo podría responderle, me mal interpretaron, lo que quise decir es que ya las cintas de 9 mm no se usan y hay que desecharlas y que el que no use cámaras digitales es un burro, que el golpe con la cámara no es un golpe, sino la introducción de las nuevas tecnologías, que la sangre son los conocimientos que estas van haciendo brotar de la sociedad y esta los agradece. ¿Ven lo polisémico que puede ser el arte?
El abogado Robert Wallace, de Thompson Coburn en Misuri, Estados Unidos, reconoce que todos los ciudadanos, tienen derecho a decir lo que quieran, pero puntualiza: “El hecho de que puedas decir lo que quieras, no significa que puedas hacerlo sin que haya consecuencias”, numera los casos de libertad de expresión que no ampara la 1ra Enmienda, y uno de ellos es: Falso testimonio. Esta categoría engloba las leyes sobre libelos, difamación y calumnia.
Finalmente fijo mi posición estoy con Fernando Rojas.
Angel el Otro por favor ,no sea ridículo….este sera el Michael Moore del que usted habla __ : ” The Oscar-winning director made waves when he predicted that Trump would win back in July and now he says he takes no pleasure in being right.
“I never wanted to be more wrong,” Moore told Seth Meyers on Wednesday’s “Late Night.” “I remember when I said this on the show, the audience moaned, like ‘no,’ all because it didn’t seem possible. She was ahead in the polls, she was winning the debates, it was a great convention. And he’s crazy.”Vamos,sea serio…..
A mí, particularmente, como parte de la audiencia que no podrá ver el filme, me gustaría saber cuáles son los argumentos de quienes ostentan, en calidad de préstamo, el poder para servir al pueblo pensando, vetando, aplaudiendo o promoviendo diferentes productos y políticas culturales, en contra del filme censurado. Como público receptor de los mensajes del crítico y del representante en funciones del MINCULT, me hubiera gustado más leer en “blanco y negro” por qué quieren -o no- que yo vea la película. Contastar a agravios personales está bien, pero no se perdona la falta de argumentos claros (de ninguna parte). Igual estoy seguro que la película ahora que la censuraron va a ser buscada encontrada y exhibida con mucha más avidez por todos los públicos. Yo no comparto la idea de que haya que colar al imperialismo en este asunto que no pasa de doméstico. Si se quiere se puede hacer un ensayo sobre el tema de la censura en el capitalismo global, pero ciertamente me parece fuera de contexto la alusión. Las palabras del funcionario no me resultan menos “confusas” que las del crítico. La anarquía que supuestamente acusa el criterio anti-censura se contrarresta con instrumentos de democratización (como la ley de cine). Las ideas “sobre patrocinios malintencionados” se exponen abiertamente, o con acusaciones formales… Yo me pregunto (con toda la ignorancia del mundo)… ¿cometió lechuga un delito? ¿Es falaz la historia de ficción que cuenta, o recrea situaciones que verídica (y dolorosamente) tuvieron lugar? Yo, sinceramente, también quiero ver “Santa y Andrés”. Después, me haré mi criterio del tema. Finalmente creo que la sociedad cubanana (esto incluye las instituciones) debe abrirse al debate constructivo en relación a temas tabú que por mucho tiempo se han querido excluir del debate público. Yo tengo muchos reproches que hacer a mi abuelo, y sin embargo, no dejo de amarlo, porque comprendo sus limitaciones.
« No estoy en absoluto de acuerdo con lo que usted afirma, pero lucharía hasta la muerte para que tenga usted el derecho de expresarse. »
Cito a R. García (Presidente de la Asociación Hermanos Saíz) sobre las razones para la decisión de no exhibir el filme cubano Santa y Andrés en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana:
1. “…crítica descarnada a errores cometidos durante el proceso revolucionario determina la historia del argumento central, el pretexto: la reflexión sobre errores que debemos impedir por todas las vías se vuelvan a cometer. Toca temas poco o no abordados desde el séptimo arte, que sin embargo si han tenido más presencia en la literatura y en amplios espacios de discusión.”
2. “alusión irrespetuosa, burlesca y directa a nuestro Fidel. Además de asumirla como una visión abiertamente reduccionista, considero que es poco retribuyente hacia el legado de este hombre como político, intelectual y abierto defensor del cine y sus más auténticos valores. Contraponer la figura de Martí a la de Fidel, aún cuando he escuchado que no fue una idea preconcebida por sus creadores, va más allá de un simple bocadillo en una escena…”
Les pregunto a Deán Luis Reyes y a Fernando Rojas: ¿Es cierto esto?, ¿Si o No?, sin hablar de censura y ofensas, solo del contenido y de lo que se interpreta. Si esto es cierto, bien rechazada esta…