Desde hace cincuenta años se insiste en la necesidad de reformar la ONU sin que nunca se haya pasado de una expresión de deseos. Ocurre así porque, en consonancia con la Carta de la organización, primero habría que cambiar la propia Carta.
Al margen de que, ante todo, habría que contar con propuestas concretas, cualquier innovación requiere la aprobación unánime del Consejo de Seguridad que, tampoco puede introducir ninguna iniciativa sin el voto favorable de dos tercios de los estados miembros. De hecho, la anhelada reforma exige un clima de avenencia que nunca ha existido en la organización. Primero fue la Guerra Fría, ahora es tibia, ojalá no se caliente.
En el actual 77 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, como unos días antes ocurrió en La Habana durante la Cumbre del Grupo de los 77+China, decenas de estadistas y el propio Secretario general de la ONU, clamaron por introducir reformas en la organización, especialmente en el Consejo de Seguridad.
Ninguno adelantó propuesta alguna ni sugirió una hoja de ruta al respecto. La novedad fue que al reclamo, aunque también de palabras y de modo impreciso, se sumó el presidente de los Estados Unidos Joe Biden quien, al intervenir declaró: “Ha llegado el momento de que esta institución sea más inclusiva… Estados Unidos apoya el incremento del número de representantes del Consejo de Seguridad. Esto incluye puestos permanentes para…países de África y América Latina y el Caribe…”
Debido a que, a tenor con el artículo 108 de la Carta de la ONU, para reformar dicho documento se requiere del voto favorable de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, este sería un momento perfecto para tomarle la palabra al Presidente Biden. Asumiendo que, como usualmente ocurre, Gran Bretaña y Francia estuvieran básicamente de acuerdo con Estados Unidos y que China no sería un obstáculo, suman 4 votos. Sólo falta uno: Rusia.
Mientras el peliagudo asunto del quinto voto se resuelve, lo cual, al margen de lo que ocurra en la guerra, difícilmente llegue pronto a una avenencia entre Rusia y occidente como para negociar una reforma del status global de gran calado, pudieran crearse equipos que, a partir de la institucionalidad y los conceptos existentes, estudie y sugiera lo que es preciso hacer para estar listos cuando llegue el momento.
Al margen de algunas posiciones aisladas que lo rechazan, parece existir consenso para ampliar el número de miembros permanentes del Consejo de Seguridad y preservar para ellos el derecho al veto que puede estar justificado.
La cláusula de unanimidad que da origen al veto se introdujo como medida de seguridad para la aplicación del Capítulo VII que autoriza el uso de la fuerza, así como la formación de contingentes militares de las Naciones Unidas para intervenir en países cuyas acciones pusieran en peligro la paz. Exigir la unanimidad de los Cinco Grandes, impide que alguno de ellos manipule el asunto en función de intereses que no sean los de las Naciones Unidas.
El primer veto fue utilizado por la Unión Soviética el 16 de febrero de 1946. Desde entonces se ha invocado en 308 ocasiones. (Unión Soviética/Rusia 152, Estados Unidos 87, Gran Bretaña 32, Francia 18 y China 19).
En 1948 la primera crisis de la Guerra Fría se desató cuando la Unión Soviética estableció el bloqueo de Berlín. Entonces, por tratarse de un miembro permanente del Consejo de Seguridad, habilitado para vetar cualquier resolución en su contra, la ONU fue inmovilizada. También lo fue cuando Estados Unidos respondió con un gigantesco puente aéreo prolongado durante 322 días en los cuales se realizaron 278 mil vuelos transportando 2.300 000 toneladas de mercancías.
El obstáculo no se presentó en 1950 cuando se desató la guerra entre Corea del Norte y del Sur, fue convocado el Consejo de Seguridad y se presentó una resolución de condena a Corea del Norte que resultó aprobada debido a la extraña ausencia de la Unión Soviética,
acordándose formar una fuerza militar de la ONU para defender a Corea del Sur. Así comenzó la Guerra de Corea. Luego siguió una retahíla de anécdotas en las cuales el veto impidió actuar: Hungría y Suez en 1956, Vietnam, Checoslovaquia y Afganistán y ahora Ucrania.
En cierta ocasión, expliqué a mi padre grandiosos proyectos políticos; escuchó y atentamente me dejó terminar y, entonces comentó: “Solo les falta montar esas ideas a caballo” … Existe otra idea: “Sí, se puede”. Allá nos vemos.
*Este texto se publicó originalmente en el diario mexicano Por esto! Se reproduce con la autorización de su autor.