René Francisco Rodríguez ha vivido y creado en continentes, pero su ruta está marcada por islas: su natal Cuba, a la que vuelve recurrentemente desde 1990 y ahora Formentera, donde impulsa un proyecto para despertar la sensibilidad de adolescentes sobre su ínsula.
Nació en Holguín (este), hace 64 años, y forma parte de una generación de artistas plásticos de finales de 80, la mayoría establecidos fuera de Cuba, con una obra ligada a lo social.
Graduado de la Escuela Nacional de Arte (ENA-1982), del Instituto Superior de Arte (ISA-1987), donde ha desarrollado una reconocida labor docente, fue el primer artista nacido después de 1959 en recibir, en 2010, el Premio Nacional de Artes Plásticas, la más alta distinción que otorga Cuba.
René “ha producido una obra instalativa, de pintura y de dibujo, que se sostiene en la continua renovación de sus propios códigos creativos y estética”, dijo Magaly Espinosa, una autoridad reconocida en materia de arte cubano.
“Cuando estoy cerca de René me apropio en parte de su energía creativa a través del diálogo sobre nuestro mundo artístico a pesar de las fuertes adversidades del presente”, admite Magaly.
El artista reconoce numerosas influencias en las artes plásticas, pero confiesa que dos escritores “moldearon su prisma creativo”: el argentino Jorge Luis Borges y el brasileño Fernando Pessoa.
Desde los 90 tuvo estancias creativas y docentes en México, Brasil y Alemania, pero tiene su estudio en el Carabanchel madrileño y viaja frecuentemente a Alicante, donde vive su hijo menor, cerca del mar.
“Como la música, el mar sigue siendo lo más asombroso que conozco”, me dijo.
En esas idas y venidas “siempre regresando a la Isla, apegado a mi madre, a mi hija (también artista), a la familia que me había quedado allí, y como recalco, entusiasmado siempre con el contexto artístico y docente por muy feas que estuvieran las circunstancias”.
“Aún no me siento como un emigrante”, asegura, pues, “ese regresar a la Habana y esa vuelta regular hacia otros lugares, fragmentó dentro de mi cualquier sentimiento de permanencia”.
Opina que “una cosa es extrañar y echar de menos y que la nostalgia se despierta con una foto, una canción, una carta. Es natural extrañar la base familiar el pasado esplendoroso. Más esos contantes viajes durante años, crearon la sensación de sentirme visitante en mi propia casa, quizás eso me preparó con robustez a la incómoda aceptación de desarraigo”.
Cuenta que “hace pocos días vi unos videítos de la lluvia cayendo en el patio frondoso de mi casa, otros amigos me enviaron directamente imágenes similares, compartieron conmigo la lluvia cayendo sobre los plátanos y las matas de mangos, haciendo danzar las arecas y te confieso que sentí nostalgia”.
“Como un chef enorme”
En la vasta obra de René Francisco hay piezas donde la imagen fotográfica ocupa el total de la visualidad y se convierten en piezas fotográficas.
“Siempre me ha pasmado su capacidad de preparar al detalle la escena, pulcramente. Cada elemento que saldrá luego en la fotografía final está presente porque René Francisco lo deliberó mucho antes. Preciso, exacto. Es como un chef enorme, aunque el plato final sea elaborado por un aprendiz”, me dice su amigo y contemporáneo Adalberto Roque, uno de los fotógrafos cubanos más reconocidos.
Con esa regla “se trabaja con él cómodamente, y se llega a impregnar el fotógrafo asistente, de tal exquisitez. René crea la escena, el otro, baah… el otro aprieta el gatillo. Ha sido mi caso, para fortuna mía”, añade.
René Francisco tiene particular aprecio y satisfacción en su labor docente, tanto en el ISA, que fue para él “como un país espiritual”, así como en otras universidades.
Su dirección de grupos DUPP, Desde una Pragmática Pedagógica, “ha marcado un modelo particular de práctica pedagógica, al frente de un grupo de estudiantes, mientras ejercía como profesor en la facultad de Artes Plásticas del Instituto Superior de Arte”, recuerda Magaly.
La especialista recordó que “tuve la suerte de estar cerca de René desde finales de la década de los años 80, conociendo y apreciando desde esos años, su delicada autoridad a la hora de orientar y dirigir la actividad artística de estudiantes y artistas graduados en dicha institución”.
Formentera
René Francisco también ha desarrollado trabajos de inserción social, en barrios como Buena Vista y Romerillo, en La Habana. Ahora desarrolla el proyecto “Tierra negada” en Formentera, una pequeña isla española del Mediterráneo, parte de las Baleares.
Secundado por la curadora Patricia G Kasaeva, fundadora a Haba Gallery, en Barcelona; la cineasta Vanessa Batista, mientras la gestión y parte de la producción corren a cargo de Manolo Oya, de la asociación cultural Trampoli Mecanic, el trabajo va dirigido a adolescentes nativos de ese paraíso turístico.
El artista plástico alemán Wolfgang Mally y su esposa Doris, residentes en Formentera, son dos entusiastas del proyecto.
“Es una oportunidad para que los jóvenes, a través del lenguaje cinematográfico, se afirmen como agentes de cambio y como guardianes de su propia narrativa histórica en el contexto donde han crecido”, explica René Francisco.
Cuba en René Francisco
Cuando uno conversa con René Francisco, Antonio Eligio Fernández (Tonel) u otros de la generación de fines de los 80, se va formando dos opiniones: llevan a Cuba muy dentro y no podrán vivir y crear sin ella. Pero también, en la distancia o la cercanía, Cuba tiene que vivir con ellos, pues forman parte sustancial de su arte y su historia.
“Cuba pesa en el paladar, y por supuesto en la sangre, en la amistad y dicha extraviada”, dice el artista y añade, “gravita siempre en mi trabajo esa desmesura que excluye todo minimalismo, pesa con su estridencia, con su modo de absorber y de amoldarse a todo, con el duro sentir de su profunda alegría e innata tragedia. Pesa en la fragmentación, en la mansedumbre del amar y su alegre y paradójica forma de sufrir; en la renuncia, en los sueños mutilados, en la orfandad y la alevosía”, me dijo René.
Pero aclara, “todo eso pesa, pero yo intento evitar que a la hora de trabajar eso sea la mochila que llevo como caja de herramientas. Todo eso pesa cantidad y es a veces como un veneno dentro, pero a la hora de traducirlo en materia de arte tengo que buscar un antídoto donde nada de eso se procrea, donde todo eso quede incluido invisiblemente”.
*Texto tomado del blog del autor, Desde las dos aceras. Se reproduce con su autorización expresa.