La nueva Resolución se refiere, entre otros aspectos, pero mayormente, a las relaciones contractuales entre los productores agropecuarios, fundamentalmente las que corresponden al sector no estatal con las instituciones económicas y de gobierno del estado. No era este un asunto que “anduviera suelto”. Ya estaban establecidos determinados mecanismos, como el compromiso de los productores con los encargos estatales y la asistencia de estos con parte de sus producciones a los mercados de libre oferta y demanda, todo bajo las regulaciones correspondientes, más allá de las conocidas restricciones y los problemas de eficacia en instituciones como Acopio.
Lejos de tratar de profundizar en el mejoramiento del funcionamiento de estos circuitos y mantener una observación sistemática y precisa sobre el funcionamiento de los mercados para regularlos adecuadamente, así como un acertado método, no exclusivamente administrativo, para asegurar los encargos estatales, se vuelve a apelar al establecimiento de nuevos mecanismos extraeconómicos más rígidos aún que los previamente existentes: en este caso referido a los contratos, que deben determinar el destino y los precios de la producción de alimentos, estrechando los márgenes de operación y potencialidades de rentabilidad de los productores agropecuarios.
Esta nueva decisión en lugar de incentivar a mayores niveles de producción, productividad e intensidad del trabajo, así como a fomentar y retener empleo en ese estratégico sector (el mayor empleador del país) puede impactar negativamente y conducir a un probable crecimiento del mercado negro. Como suele ocurrir, a más burocracia y controles paralizantes, más mercado negro y contracción de la producción, “película” que, por cierto, ya hemos visto muchas otras veces, de ahí la importancia de no desconocer la historia al decidir la política.
Los “problemas en los contratos” en este sector, se deben a causas más profundas que determinan los bajos niveles de producción y no fundamentalmente en la formas bajo la cual estos se establecen, supuestamente demasiado “flexibles” hasta el momento. Esas otras causas, a las cuales nos referiremos, son las que dan lugar a la baja producción y a la especulación de precios en el mercado, confundir aquí causa y efecto tienta inmediatamente la apelación a más rígidos mecanismos administrativos cuyo resultado puede ser todo lo contrario a lo que se plantean solucionar.
Como hemos expresado en diversas ocasiones, las causas más profundas de los serios problemas que presenta hoy la producción de alimentos en Cuba está, de una parte, en el funcionamiento de un subsistema de producción agropecuaria que ya no opera adecuadamente, reduce y distorsiona los incentivos, así como a una política de inversiones que continúa manteniendo una concentración mayor del 30 % en el sector turístico e inmobiliario, mientras el sector agropecuaria recibe menos del 3 %, además, claro está, de los efectos nocivos del bloqueo.
Esta desproporción de las inversiones es muy difícil de defender, en un momento en el cual la seguridad alimentaria no está garantizada y cuando el precio de los alimentos, en gran medida, aunque no solamente, se explica por los bajos niveles de oferta, lo cual es un factor fundamental en la inflación. No hay que olvidar que en la producción de alimentos está implicado un asunto de seguridad nacional.
La baja inversión en la agricultura afecta la disposición de factores fundamentales para la producción, desde fertilizantes, herbicidas, etc., hasta agua para regadío, maquinaria, tecnologías e infraestructura en general, además de problemas de escala en el tamaño de las extensiones de tierra que se les permite cultivar a los productores no estatales, dificultades en la comercialización, etc, cuando son estos, como demuestran las estadísticas oficiales, los principales generadores de alimentos en la Cuba de hoy.
Son todos esos factores los que deben ser objeto de análisis y transformación para una reconstrucción fundamental del subsistema de producción agropecuaria, como parte de la reforma integral de la economía nacional.
El problema esencial es que esto no solo tiene consecuencias económicas, también políticas, es una Resolución que puede generar mayores descontentos y rupturas, bajar la producción, aumentar el mercado negro y el desempleo, acaso no sería ese análisis mayor y más integral responsabilidad de la dirección del gobierno y del partido, sin embargo se trata de una Resolución del Ministerio de Agricultura, creemos que insuficientemente discutida, con impactos mucho más allá de su alcance sectorial.
Excelente artículo. El problema es q los errores de política económica los paga el pueblo, de ahí el costo político del mal manejo de la economía, q no acaba de verse por los decisores como un solo organismo vivo sujeto a leyes no volitivas. Más macroeconomía se necesita para tratar de restablecer poco a poco los múltiples desequilibrios existentes