Una pequeña, silenciosa y audaz mosca logró burlar al Servicio Secreto, se introdujo en la sala del debate de los candidatos a la vicepresidencia y fue a posarse, durante 2 minutos y 3 segundos, en la cabeza blanca y cubierta de laca del vicepresidente Mike Pence. Al instante las redes sociales se vinieron abajo. El debate pasó a segundo plano y la mosca devino la heroína de la noche.
También fue una fuente de recetas para los demócratas, que minutos después ya estaban vendiendo por 10 dólares un matamoscas en Internet con el nombre del exvicepresidente y candidato Joe Biden. “La mosca ganó el debate”, comentó alguien en Facebook. Esperemos hoy las cifras de trending.
Aunque abordaron diez temas, sobresalieron tres: la pandemia de la COVID-19, los impuestos y las relaciones político-económicas con China. Un aspecto que llamó la atención fue cuando Pence rehusó explicar si había tenido alguna conversación con el presidente Donald Trump sobre qué hacer en caso de que este se viera imposibilitado de gobernar y Pence deba sustituirlo. Desvió la respuesta hacia lo que calificó como “el éxito del gobierno del presidente Trump en el enfrentamiento de la pandemia. Hemos evitado millones de muertos”.
La senadora Harris admitió que sostuvo esa conversación con Biden, pero no dio grandes detalles sino hizo un llamado al voto. “Me gustaría decirles a todos: voten. Por favor, voten. Voten temprano, elaboren un plan para votar”.
Y subrayó: “Tenemos a nuestro alcance en estos próximos 27 días tomar la decisión sobre cuál será el rumbo de nuestro país durante los próximos cuatro años. Está en nuestro poder y si usamos nuestro voto y nuestra voz, ganaremos”.
La primera pregunta de la noche fue la pandemia y sirvió para que los rivales intercambiaran respuestas afiladas. Recordando a la audiencia que Pence es el jefe del grupo presidencial dedicado al coronavirus, Harris acusó a la administración Trump de esconder al inicio la gravedad del problema.
“Este ha sido el mayor fracaso de cualquier administración presidencial en la historia de nuestro país. Y los dos, usted y el señor Trump, abdicaron del derecho a la reelección”, dijo. “Solo en marzo hablaron del asunto por primera vez. Lo sabían y lo escondieron. El presidente llegó a decir que era una farsa. Minimizaron la seriedad del asunto”.
Pence comenzó por defenderse: el presidente había prohibido los viajes desde China, la pandemia había matado a miles de estadounidenses y hecho añicos la economía. Pero sostuvo que Trump lideró “la mayor movilización nacional desde la Segunda Guerra Mundial” e intentó restarle fuerza a las diferencias entre las propuestas republicanas y demócratas acerca de cómo combatir la COVID-19.
“Cuando se mira al plan de Biden, es muy parecido al que el presidente Trump, nuestro grupo de trabajo y yo hemos hecho paso a paso”, dijo.
La respuesta de la senadora fue un disparo: “Claramente no ha funcionado. Tenemos más de 200.000 cadáveres”.
En medio del escándalo sobre los impuestos de Trump, el tema entró a debate. Pence acusó al exvicepresidente Biden de querer “aumentar los impuestos a los estadounidenses el primer día”, a lo que Harris ripostó con el argumento de que el candidato demócrata dijo que aumentaría los impuestos a las ganancias superiores a 400.000 dólares. Hace unas semanas refirió que haría lo mismo, pero con quien ganara más de medio millón.
Pence no quiso abordar los 750 dólares que su jefe pagó en impuestos anualmente entre 2016 y 2018, pero el intercambio se convirtió en duelo porque el vicepresidente consideró que Biden, y ahora la senadora Harris, tienen un plan para penalizar a la clase media con impuestos. “El gobierno de Trump ha creado decenas de miles de empleos que han revitalizado la economía, liberando a la gente de impuestos para estimular la economía. Biden ha dicho que va a revertir todas las medidas del presidente y eso va a perjudicar a la gente”, dijo
China fue otro tema de choque. Pence acusó a Biden de ser “un amigo y servidor de los comunistas chinos” y dijo que con Trump se ha sancionado al país asiático con restricciones comerciales y la retirada de empresas. “Siendo vicepresidente, Biden permitió que China controlara la mitad de nuestra economía. El presidente Trump lo ha impedido”.
La senadora Harris aprovechó el momento para atacar a la administración por su política exterior. “Vamos a ver cómo estamos. Hemos peleado con nuestros aliados en Europa, Asia y otros lados. El Centro Pew, una empresa de investigación de renombre, ha realizado un análisis que muestra que los líderes de todos nuestros países antes aliados han decidido ahora que tienen en mayor estima y respeto a Xi Jinping, el presidente del Partido Comunista de China, y que Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, ha perdido credibilidad debido a la falla de liderazgo de esta administración”.
Ambos optaron por dejar pasar, al menos, un par de preguntas sustantivas. Hubo gestualidades y muecas para expresar desaprobación mientras escuchaban a su rival. Nada nuevo bajo el sol: estos códigos se han utilizado en este tipo de debates a lo largo de la historia, cuidadosamente recomendados por sus respectivos asesores.
La moderadora Susan Page, del diario USA Today, se encargó de marcar desde el inicio las reglas del juego. Y no lo hizo mal. “Queremos un debate animado. Pero los estadounidenses también merecen una discusión que sea civilizada”, dijo. Evidentemente una alusión, y no velada, al show que tuvo lugar entre Donald Trump y Joe Biden.
Sin embargo, hubo transgresiones: “Señor vicepresidente, estoy hablando”, dijo la senadora al ser interrumpida por Pence en el tema de los impuestos. Pero, por comparación, y al margen de este y otros chispazos, fue en efecto bastante civil.
Finalmente, la demócrata llegó a la noche con la aureola de ganadora. De acuerdo con una medición de Hill-Harris, el 52% de los pesquisados pensaban que superaría a Pence en Utah, contra el 48% que creía lo contrario. Y una encuesta de CNN tomada prácticamente al pie del debate la dio por vencedora (59% vs. 38%).
Harris abandonó el recinto con sus dos objetivos cumplidos: el primero, llevar a los votantes el mensaje de que los candidatos demócratas no son tan liberales como dice la propaganda republicana, y el segundo golpear los puntos más débiles de la administración Trump.
Según algunos observadores, parece poco probable que este duelo cambie la trayectoria de una carrera que favorece crecientemente a los demócratas a menos de cuatro semanas de las elecciones.
Pero, como se dice en la pelota, el terreno tiene la última palabra.