OnCuba sugiere esta entrevista al sociólogo y politólogo cubano Juan Valdés Paz, publicada originalmente en el más reciente número de la revista El Viejo Topo y realizada por Miguel Riera, director de la publicación:
Juan Valdés es un veterano sociólogo y politólogo cubano, de larga trayectoria académica y política. Autor de numerosos textos, sus dos últimos libros publicados son: El proceso de organización agraria en Cuba. 1959- 2007 y El Espacio y el límite. Ensayos sobre el sistema político cubano.
Desde hace algún tiempo recibimos noticias de que se van a producir, o se están produciendo, cambios en Cuba. ¿Qué es realmente lo que está cambiando?
En Cuba, en todas las esferas y con distintos ritmos, todo está cambiando. De hecho la sociedad cubana actual es muy diferente de aquella de los años ochenta, aunque también se puedan señalar algunas semejanzas. Esos cambios han sido el “efecto combinado” de los impactos de la crisis de los años noventa –de la cual no nos hemos recuperado aún–, de las estrategias para superarla y de las reformas actuales. Por otra parte, aunque estos cambios parecen estar centrados en la esfera económica, también se manifiestan en la esfera política, civil e ideológico-cultural.
Vayamos entonces por partes. Empecemos por el final: los cambios en el terreno ideológico-cultural
Respecto de estos cambios tenemos que distinguir, en general, los que ocurren en los estratos dirigentes del Partido y el Gobierno de los que se producen en la población. Los primeros perdieron con el derrumbe del campo socialista europeo el discurso escatológico y triunfalista, de inspiración soviética. La segunda, la población, la confianza en la irreversibilidad de la Revolución y, en parte, la laminación del estrecho vínculo entre la suerte del país y sus destinos personales.
¿Y entonces?
Por suerte, el discurso oficial encontró en el nacionalismo radical cubano y en el pensamiento de Martí una oportunidad de reconversión. La población, a pesar de sus nuevas incertidumbres, intuyó que solo el régimen revolucionario podría garantizar los intereses de la nación y de sus grandes mayorías. A su vez la Dirección política entendió que solamente la preservación y desarrollo prioritario de la cultura nacional –identidad, libre creación, inclusión, etc. –permitiría superar la crisis, resistir al enemigo externo y asegurar la continuidad del proyecto de nación.
De Marx a Martí… ¿cómo repercute ese viaje en la realidad cotidiana?
Digamos que este viaje de Marx a Martí ha sido tan fácil como el de Martí a Marx. Un nacionalismo radical que predica la independencia nacional, la justicia social, el desarrollo y una democracia popular, está en nuestro mundo periférico más cerca del marxismo de lo que se piensa. Pero en lo inmediato, no parece que la ideología dominante o las disidentes tengan mucho que ver con las tensiones de la vida cotidiana, porque esta parece más sujeta al comportamiento macroeconómico del país que a las veleidades del discurso.
En otro sentido, el discurso nacionalista radical y socialista sostiene su hegemonía sobre la base de sus conquistas históricas y de su propuesta de una sociedad más inclusiva y equitativa. Las grandes mayorías encuentran en ese proyecto su única alternativa para alcanzar un futuro mejor; por eso resisten las dificultades de todo tipo que conlleva la vida cotidiana en Cuba.
Últimamente se han producido cambios en la política económica supuestamente destinados a paliar esas dificultades. ¿Lo están consiguiendo?
El país se encuentra inmerso en un proceso de reforma económica –término que no utiliza el Gobierno– bajo un programa de medidas conocido popularmente como los “Lineamientos”. Estas medidas se pueden agrupar como: de ajuste macroeconómico, de desregulación y de cambios estructurales. Las primeras se orientan a reequilibrar las cuentas nacionales y mejorar el crédito externo; las segundas a redinamizar la economía, completando su recuperación de la crisis de los años noventa y favoreciendo un nuevo ciclo de desarrollo; y las terceras a promover un nuevo modelo económico de base socialista.
¿Con qué grado de éxito?
Hasta el momento, los resultados de estas medidas han sido limitados: algunas mejoras en los indicadores macroeconómicos y poca incidencia en la vida cotidiana de la población. A ello ha contribuido un entorno internacional adverso –del cual forma parte inseparable el prolongado bloqueo económico de EEUU sobre la Isla– y la insuficiente movilización de los recursos internos en que se basa la estrategia económica en curso. De hecho, el crecimiento del PIB en los últimos años no ha rebasado el 2 % anual y el nivel de consumo ha crecido aún menos. Quizás lo más importante de las reformas sea la preservación de la política social de la Revolución.
Ajuste macroeconómico, desregulación y cambios estructurales… ¿Puedes darnos ejemplos concretos de medidas que se hayan tomado en cada uno de esos aspectos?
Respecto de los ajustes macroeconómicos se pueden mencionar los recortes presupuestarios, la disminución de subsidios y supresión de gratuidades, el pago convenido de la deuda externa, la racionalización de las inversiones… De las desregulaciones, de la supresión de prohibiciones a la venta libre de casas y automóviles, la instauración de un sistema tributario, la descentralización o supresión de procedimientos administrativos, la nueva legislación migratoria; y en cuanto a los cambios estructurales, la desestatización de la tenencia de tierra mediante la entrega de tierras en usufructo a nuevos y viejos productores, la creación de un sector de trabajadores por cuenta propia y cooperativo, el rediseño de una esfera empresarial estatal más autónoma, la ampliación de las relaciones mercantiles y la creación de mercados libres (agropecuarios, artesanos), además de una mayor apertura a la inversión extranjera; entre otras muchas medidas.
Vistas en conjunto e independientemente de su grado de implementación, estas medidas apuntan hacia un nuevo modelo económico aún en discusión, que se instauraría a partir del 2015. De hecho, existe actualmente una comisión de estudio encargada de elaborar una propuesta de ese modelo, la cual se espera sea objeto de consulta popular.
¿Puede decirse, entonces, que ese próximo modelo tenderá a ser, al menos en parte, un socialismo con mercado?
De hecho, los “Lineamientos” incluyen medidas para la ampliación de las relaciones mercantiles y definen un mayor papel del mercado en la regulación de la economía nacional. En la práctica, se ha ido creado un “mercado” segmentado, conformado por diversos mercados minoristas especializados en ciertos productos autorizados a circular en ellos. Algunos de estos mercados son “libre”, es decir, fijan sus precios acorde a la oferta y la demanda; otros, generalmente gestionados por el Estado, funcionan con precios administrados u oficiales. Vale llamar la atención de que una parte importante del consumo de la población se encuentra aún bajo racionamiento y a precios subsidiados, cosa que los “Lineamientos” proponen superar.
Más en general y en lo referido al modelo económico, los “lineamientos” y su implementación han ido prefigurando una economía socialista, centralmente planificada y con mercado; una economía mixta con predominio de los servicios; un modelo más abierto al mercado y la inversión internacional; una mayor diversificación y descentralización de la gestión; etc. Cada uno de estos aspectos y el propio modelo deberán ser objeto de una mayor definición, cualificación y ponderación; por ejemplo, cuál será la función reguladora del mercado, qué bienes, y cuáles no, pasarán por el mismo; cuál será su relación con el Plan, etc. Consecuentemente, el nuevo modelo económico en ciernes está siendo objeto de un debate social aún muy acotado y deberá, oportunamente, ser debatido abiertamente por la población. En cualquier caso, estimo que el modelo económico de la transición socialista cubana demandará mucha creatividad por parte de su gobierno e intelectuales a fin de dar cuenta de su experiencia histórica, de las nuevas condiciones y de sus “características propias”.
Deduzco pues que se trata de un proceso en un estado aún muy incipiente, y que existen muchas dudas en relación a los distintos caminos que pueden emprenderse… En resumen: que no está claramente configurado un modelo final definitivo…
Una comisión del gobierno estudia una propuesta de modelo económico a implementar después del 2015, de cuyas características no existe hasta el momento conocimiento público. Se ha sugerido que, en alguna medida, las reformas económicas en curso preconizan dicho modelo. Como mencioné, acerca de dicho modelo existe un creciente debate en la sociedad. Pero como ya se había advertido, las reformas en curso impondrán una definición más amplia del modelo de transición socialista que lo contiene o fundamenta; al respecto, ya el Presidente Raúl Castro planteó en su discurso por el LV aniversario del triunfo de la Revolución la necesidad de elaborar “una creativa conceptualización del socialismo posible en las condiciones de Cuba…” Por otra parte, tanto el modelo económico como el del socialismo cubano reclamarán una importante reforma constitucional, cosa ya asumida oficialmente. Algo previsible y en mi opinión muy importante, es que tanto la formulación de los nuevos modelos como la reforma constitucional darán lugar a respectivos escenarios de intensa lucha ideológica entre las distintas corrientes políticas internas.
¿Corrientes políticas internas? ¿Estamos hablando de diferencias de matiz o de algo más importante?
El régimen cubano enfrenta la oposición política e ideológica de personas, grupos y gobiernos, particularmente el de EEUU. Esta oposición se ubica doctrinalmente desde el neoliberalismo hasta una cierta socialdemocracia, pasando por todos sus matices. Un aspecto compartido por todos ellos, aun que con diferentes argumentos, es su anticomunismo. Aun que esta es fundamentalmente una oposición externa, también tiene alguna representación interna.
Del lado del régimen socialista “realmente existente” en Cuba hay también personas y grupos con posiciones críticas, algunas de los cuales le pasan por la izquierda y otras por la derecha. Doctrinalmente, estas corrientes se ubican desde posiciones libertarias hasta socialdemócratas de izquierda, pasando por el guevarismo, el fidelismo y el sovietismo. La prioridad absoluta atribuida a la unidad política de las fuerzas de la revolución ha propiciado una cultura, un estilo y una práctica políticos –tanto en el Partido dirigente como en la sociedad– que lleva a “opinar de la manera adecuada, en el momento oportuno y en el lugar conveniente”. Ello hace que la crítica sea un insumo de poco peso en el diseño e implementación de las políticas.
Por otra parte, en cuanto a los contenidos de esas críticas, estas abarcan desde políticas en curso o en proyecto, hasta el modelo mismo de transición socialista.
Transición socialista… ¿Cuáles son los modelos sobre los que se discute?
Oficialmente existen sendas comisiones de Partido y Gobierno que estudian propuestas del “modelo económico, del “modelo socialista” y de la “reforma constitucional”. Siguiendo la práctica establecida, cuando estas propuestas se consideren acabadas se someterán a la consulta de algunas instituciones y de la opinión pública. En ambos momentos influyen e influirán las corrientes de pensamiento más o menos afines a los modelos “socialistas” – soviéticos, chino-vietnamitas, socialdemócratas y también a las experiencias de los gobiernos populares latinoamericanos– sin que ninguna de éstas se adecue a las condiciones de la Revolución Cubana ni a su historia. De manera que los dirigentes y el pueblo cubano tendrán que ser eclécticos y creadores de un modelo propio alrededor del cual se construya el consenso nacional.
Sin embargo, por lo que sabemos, algunos dirigentes ven con simpatía el modelo chino. ¿Te parece que ese modelo prosigue teniendo el socialismo como principal referencia?
Como sabes, todas las experiencias históricas del socialismo en el siglo XX fueron, con mayor o menor divergencia, tributarias del modelo soviético. Ahora los chinos declaran que llevan adelante su experiencia socialista mediante una economía de mercado a la cual definen como un socialismo con “características propias”. Esta fórmula le ha permitido a todos los que se reclaman del socialismo proponer sus versiones nacionales como la más adecuada a sus condiciones. Si bien ya nadie alude a un modelo universal de socialismo, de hecho todas las experiencias en curso coinciden en un mayor papel del mercado en su modelo económico.
Los dirigentes e intelectuales cubanos saben que el modelo chino se atiene a características que no existen en Cuba ni por asomo. Pero a algunos sectores les atrae el acelerado crecimiento de ese país como resultado de su apertura al mercado y a la inversión extranjera, entendiendo que podrían contener esa apertura en el marco de una planificación central y bajo la tutela de un sistema político encabezado por el Partido de vanguardia.
Los chinos que se declaran socialistas, entre ellos el PCCh, parecen creer que solo el desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, la adecuación a las condiciones de la mundialización, el poder efectivo de una gran potencia y un mayor nivel de bienestar de su población les permitirá alcanzar las “premisas materiales” del socialismo, el cual ven, en todo caso, como un proceso secular. Parte del costo sería instaurar en su sociedad un mayor patrón de desigualdad.
Si descartamos tan largo plazo, este parece ser el “modelo” que inspira a parte de la izquierda internacional y también a sectores cubanos comprometidos con proyectos de reformas. No obstante, creo que la visión predominante en la dirección del país es que hay que tener en cuenta todas las experiencias y crear una versión autóctona del socialismo.
En el mundo occidental las noticias sobre los disidentes cubanos, opositores al régimen, son recogidas en los medios de una forma tal que parecen tener un peso importante en la isla. ¿Cuáles el peso real de la disidencia?
Dejando a un lado el desafortunado uso del término disidencia para denominar la oposición a los regímenes establecidos, independientemente de su legitimidad y reconocimiento popular, en el caso cubano habría que distinguir la oposición ideológica y programática que existe independientemente de intereses foráneos, de aquella vinculada de manera directa o indirecta a la política de otras potencias, principalmente de EEUU. En mi opinión, ambas oposiciones son minoritarias y disponen de escasa legitimidad.
Más preocupante para la hegemonía de la Revolución es el estrechamiento de su base de apoyo popular activo en la medida que se prolonga el período de recuperación económica y social del país, las reformas en curso no concluyen y la sucesión política generacional se dilata.
Ese estrechamiento… ¿afecta a todas las capas sociales? ¿Qué piensan la mayoría de jóvenes?
Los “jóvenes” cubanos se hallan en una sociedad en la que coexisten hasta seis generaciones políticas y en la cual los menores de 30 años solo alcanzan el 30% de la población. Aunque no se dispone de estudios de campo, este “estrechamiento” es menor en las primeras dos generaciones y ascendente en las generaciones siguientes. Se podría decir que de estas generaciones, las tres primeras vivieron mejor que sus padres, la cuarta igual que sus padres y las dos últimas peor que sus padres. Es de suponer que, en grandes números, estas condiciones generacionales hayan influido en el grado de compromiso con el régimen revolucionario o con sus estrategias políticas. Considero que la “última ratio” que sustenta el compromiso de cada una de estas generaciones es la identidad y defensa de la nación cubana.
En cuanto a qué piensan los jóvenes, generacionalmente hablando y más allá de sus veleidades, creo que los contenidos más importantes son: las críticas no saldadas con la experiencia histórica de la Revolución; su limitada presencia y participación en el poder político; y el sentimiento de que sus expectativas ya no podrán realizarse o tienen un horizonte lejano, en las actuales condiciones de la sociedad cubana.
¿Por qué un horizonte lejano? ¿Es que eres pesimista sobre los derroteros por los que puede transitar la evolución del régimen?
El “horizonte lejano” se refiere a los problemas estructurales de la economía cubana, que no serán fáciles de superar en el marco de un proyecto de sociedad no capitalista. De hecho, las reformas económicas en curso tratan de devolver a la economía nacional su viabilidad en condiciones externas e internas sumamente adversas. Una mayor integración a la economía regional latinoamericana y caribeña sería una condición favorable.
Mi vinculación a medio siglo de la Revolución cubana me hace más optimista que pesimista, pero uno u otro estado de ánimo no me impiden ver los enormes desafíos presentes y futuros que ella deberá enfrentar. Los pesimistas suelen compartir el criterio de que la Revolución concluyó con su primer ciclo de transformaciones estructurales más o menos a mediados de los años setenta; desde entonces reproduce su propio régimen. Los optimistas retienen la visión de que mientras los “objetivos históricos” del proyecto nacional y socialista cubano no se hayan alcanzado, la Revolución estará inconclusa y su proyecto vigente. Obviamente, aquí se introduce el problema de la interpretación que cada generación hará de tales objetivos y de las vías para alcanzarlo. Pero en el escenario histórico actual la continuidad de la Revolución aparece vinculada a la existencia de un poder soberano y popular, a la legitimidad del régimen y a la hegemonía cultural alcanzada por éste, en la cual se incluyen los “tres miedos”, a saber: miedo a perder la soberanía nacional; miedo a perder las conquistas de la revolución; y miedo al capitalismo que visiblemente nos tocaría, sea este a la “mexicana” o a la “dominicana”.
Para finalizar, quisiera tu opinión, a vista de pájaro, sobre el continente latinoamericano y los distintos grados de relación de Cuba con los países más significativos
Esta pregunta demandaría una respuesta extensa. Desde una perspectiva histórica, la política de guerra fría de EEUU logró aislar a Cuba del concierto latinoamericano y caribeño desde los años sesenta y durante varias décadas; sorpresivamente, el derrumbe del campo socialista europeo y de la URSS propició que la Isla completase el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas con todos los países de la región. De hecho, Cuba tiene hoy relaciones interestatales normales con todos los Estados de América Latina y el Caribe. Paralelamente, Cuba ha venido integrándose en diversos esquemas de integración económica y mecanismos de concertación política, hasta el punto de presidir la CELAC, en su segundo período. Aunque esta evolución de las relaciones con los países de la región ha estado favorecida por nuevas circunstancias, en ella ha tenido un peso determinante la proyección internacional cubana basada en una política exterior compleja que ha dado cuenta de su principismo –soberanía y autodeterminación plenas, derecho internacional vinculante, objetivos de política exterior expresos, etcétera– así como de su múltiple condición de país caribeño, latinoamericano, tercermundista y socialista. Como es conocido, la región latinoamericana y caribeña ha transitado hacia una posición más independiente, antiimperialista y de mayor desarrollo autónomo; para Cuba esta es una oportunidad extraordinaria para una mayor concertación política e integración. Sin embargo, si agrupamos los países de la región por su progresismo y posición frente a EEUU, podemos distinguir tres ejes en los que se alinean: países con gobiernos populares, como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros; países con posiciones moderadas o centristas, como Brasil, Argentina, Uruguay, los países caribeños y otros; y países con posiciones más cercanas al neoliberalismo y con alianzas más estrechas con EEUU, como Chile, Colombia, Perú, México, Costa Rica y otros.
¿Y cómo enfoca Cuba sus relaciones con esos tres distintos ejes?
Cuba proyecta su política exterior tratando de, por un lado, fortalecer la concertación entre los países de los ejes centrista y popular y, por el otro, de concertar a todos los países en el marco de los esquemas de integración y de concertación política vigentes que son transversales a estos ejes. Con esta política, Cuba propicia la acumulación de fuerzas en la región para sostener agendas compartidas y contribuye a la definición de una agenda común que exprese los intereses estratégicos de la región. En esta proyección, los Gobiernos de turno en cada país son factores más o menos favorables a los intereses comunes pero la fuerza de la posición cubana estriba en el fundamento invariable de sus relaciones interestatales y en la defensa de tales intereses estratégicos.
No obstante esta visión de conjunto, es evidente que Cuba concede a los países del eje radical, en su mayor número integrado en el esquema del ALBA, una importancia mayor, en la medida que sostienen agendas más independientes y hasta contrapuestas a EEUU, y que promueven formas más avanzadas de integración económica y de concertación política en la región.