Piel adentro: Juan Carlos Roque, atrapar los latidos del mundo

Juan Carlos Roque / Foto: Leonardo De Albuquerque

Juan Carlos Roque / Foto: Leonardo De Albuquerque

Volvió a tomarle el pulso a La Habana. Volví a escucharle mientras impartía recientemente un taller sobre documental sonoro en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Recordé indefectiblemente su paso por el Noticiero Exclusivo de Radio Rebelde, el Noticiero Nacional de Radio y el programa Voces de la desaparecida emisora internacional Radio Nederland.

Su libro Cómo Cuba puso a bailar al mundo. Veinte años del Buena Vista se presentó  este año en La Bodeguita de Marisol, bar de tapas cubano en Barcelona. Justo cuando el fenómeno del Buena Vista Social Club daba su última gira universal, sus últimos acordes: Adiós Tour.

El surgimiento, el entorno, el tono de las entrevistas; así como las letras de sones y boleros que han puesto a bailar a varios continentes, todo en 250 páginas, constituye  un regalo de su autor a la cultura cubana y más allá. Un libro que ahora mismo puede obtenerse en la editorial LibrosEnRed.

Su documental Cartas de una madre forma parte de la selección oficial de festivales de cine en Estados Unidos, Puerto Rico, México, España, China. Por si fuera poco, se acreditó en este 2016, el Premio del Festival TMFF en Londres.

Consultor en Comunicación, miembro del Consejo Académico de la Bienal Internacional de Radio de México, con proyectos en el Foro de Documental Sonoro en Español (SONODOC) y la Universidad de la Florida, nada de eso detiene a Juan Carlos Roque García. Lo suyo es contar historias y en ese trote de caballero andante se las arregla para atrapar los latidos del mundo.

¿Cuándo se despierta su interés por la radio? ¿Cuándo ese camino que avizoraba se convierte en un destino a transitar?

La radio llegó a mí a mediados de la década de los sesenta a través del tic tac de Radio Reloj. “Tía Tata cuenta cuentos” me ayudó luego a imaginar lo nunca visto. Lo que vino después fue casualidad: en la radio-base de mi escuela pasé de oyente a improvisador, me situé frente al micrófono con mis tímidos trece años. Inoculado llegué a Radio Ariguanabo en San Antonio de los Baños, como corresponsal voluntario, guionista y presentador de un programa para jóvenes…

Juan Carlos Roque / Foto: Leonardo De Albuquerque
Juan Carlos Roque / Foto: Leonardo De Albuquerque

“Exclusivo”, el palpitar de ese noticiario, ha quedado prendido a la memoria radiofónica cubana. ¿Qué marcas le dejó aquella forma de asumir y transmitir la información?  

La radio la llevaba a cuestas. Así llegué a Radio Cadena Habana, donde encontré el secreto: contar historias. Un día, Juan Hernández, director de Radio Rebelde, me llevó a experimentar el ritmo de la vida en esa emisora, en 1988, cuando solo tenía dos años de graduado de Periodismo en la Universidad de La Habana. Daniel Torres me incluyó en la nómina del Noticiero Exclusivo, como titular del móvil La Calle.

Dejé el laboratorio de realización radiofónica y empecé a reflejar la problemática de Cuba y de su gente, en vivo. Si hubo un programa donde me sentí periodista, al servicio de mi pueblo, fue ese.

Hacíamos aquel periodismo crítico cuando en la Unión Soviética estaba el proceso de la perestroika y glasnost. Hubo quienes nos asociaron, cuando en realidad, respondíamos al llamado proceso de rectificación de errores en Cuba. Esa apertura que llevamos adelante, si bien era vista con buenos ojos por algunos dirigentes de las altas esferas, a otros les molestó.

Y Radio Nederland, tan escuchada en Cuba y en Latinoamérica: ¿Qué caminos entretejió? ¿Qué mundos le descubrió?

Llegué a Radio Nederland gracias al realizador Alfonso Montealegre, que en 1992 conoció mi trabajo en La Habana y me invitó a colaborar desde Cuba en su programa Radioenlace, y luego esporádicamente desde México y Argentina. Tres años después me ofrecieron una vacante en el departamento latinoamericano. Fue un contrato que se convirtió en indefinido, hasta el cierre de la emisora el 29 de junio de 2012.

Esos 17años me permitieron adentrarme en América Latina y entretejer sus sueños con los hilos de sus voces y sonidos. Investigué las desapariciones, reflejé el sentir de afrodescendientes e indígenas, dialogué con líderes mundiales y locales, conocí a gente humilde y sus luchas. Di voz a los que no la tenían.

¿Cuál es la filosofía creativa del proyecto Roque Media Consulting? Le he escuchado hablar de “transmedia”, un concepto de la contemporaneidad que, tal vez, todos no entiendan. Incluso conozco que es su tema doctoral. ¿Es que… la radio se va quedando atrás? ¿Es qué como está concebida, acaso ya no alcanza?

Con Roque Media Consulting, intento dar respuesta a mis anhelos como docente, comunicador y realizador independiente, autónomo. Quiero enseñar a los más jóvenes lo que he aprendido durante 40 años. Diseño y produzco in situ, noticieros o programas de radio. Y hasta creo, reviso o adapto parrillas de programación a distancia. Pero, el eje fundamental de este proyecto es la capacitación y formación de nuevos comunicadores.

La radio va a seguir existiendo, aunque quizás con algunas variantes.  La radio, como se conoce hasta ahora, prueba su invencibilidad frente a otros medios: ante la ocurrencia de huracanes, después de terremotos, incluso guerras, porque no siempre la conexión vía internet estará venciendo fácilmente eventos de esa naturaleza.

Es indudable, sin embargo, que como medio de comunicación tiene que adaptarse a las nuevas reglas del juego. La radio debe contar historias de vida no solo en formato de audio, sino también, paralelamente, en video, fotografía y otros soportes de apoyo para la web de la emisora.

Abogo por la radio concebida a partir de la producción de narrativas transmedia y, sobre todo, apuesto por la inserción del documental sonoro como parte de ese proceso narrativo y su diseminación a través múltiples plataformas, soportes y canales.

La transmedia es eso: abrir el campo de percepción al oyente sobre un tema, cuando se recorren los demás medios de manera complementaria.

Foto: Cortesía del entrevistado
Foto: Cortesía del entrevistado

En consecuencia, resulta ineludible hablar del Taller de Documental Sonoro, impartido en el Instituto de Periodismo José Martí…

Es la segunda experiencia que tengo junto a Charlotte de Beauvoir, profesora de la colombiana Universidad de los Andes, junto a quien integro el Foro de Documentalistas Sonoros en español. En las dos ocasiones, los alumnos han contado historias de vida que han salido a buscar a las calles en la propia Habana.

Los resultados son sorprendentes, porque aprenden no solo a encontrar esas historias, sino además a darle cuerpo a través del sonido: voces que cuentan vivencias, silencios, ruidos, música, escenas sonoras… que muchas veces no la perciben a simple vista.

Por eso, me satisfizo mucho cuando uno de esos alumnos, Yosdany Muñoz Morejón, escribió que  el curso les permitía apreciar la realización de documentales sonoros ahora desde otra óptica. “Salir de la clásica idea de trabajar solo para la radio, y convertirse en posibles captadores de una parte de la realidad que vivimos cada día”, según sus palabras.

“Solo una historia humana como esta puede arrojar las sutilezas, los detalles que conforman la verdadera historia”. Así publicó Mariam Núñez Más, tras asistir a la exhibición de su premiado documental Cartas de una madre.  ¿Cómo descubrir una historia tan singular? ¿Qué recursos asume para atraparla, primero en la radio, y luego en el audiovisual?

Cartas de una madre nació en formato sonoro. Lo produje en 2006 cuando trabajaba en Radio Nederland. Llegué a esta historia de manera fortuita al recibir una misiva de Olga Villegas, una octogenaria oyente cubana, que escuchaba mi programa Voces a través de la onda corta. La llamé desde Holanda para agradecer el gesto. Más tarde, supe que la anciana, madre cubana, escribía cada semana una carta a su hijo en Miami y decidí contar en la radio ese vínculo epistolar.

De una y otra orilla, madre e hijo fueron parte de esa obra documental en la que los recursos narrativos son mínimos, pero los imprescindibles: sus voces, la lectura de las cartas y la música de Ignacio Cervantes (temas de su suite de danzas Adiós Cuba).

En 2016, como parte de mis experiencias transmedia, realicé la versión audiovisual en la que la historia se convierte en una puesta en escena. Olga Villegas, la protagonista, es interpretada por la actriz cubana Zoraida Rosario Rodríguez, de 83 años, pero sigue siendo Frank León, el hijo, quien escenifica la parte rodada en la Florida.

La novedad de este documental audiovisual es que respeta el audio original que grabé en La Habana Vieja hace diez años, y mantiene el espíritu de las ideas, las imposibilidades y esperanzas de sus protagonistas. Viene en camino el libro con igual nombre, que completará la trilogía transmediática de este suceso epistolar que tiene como trasfondo la migración y sus caminos insospechados.

¿Cómo se ve? ¿Cómo se siente Cuba desde Holanda?

A Cuba se le ve exótica y distante desde Holanda, aún en el nuevo escenario de las relaciones con Estados Unidos. La mayoría de las veces, se le aprecia solo por los posibles vínculos económicos que a partir de ahora se puedan generar; o por sus playas, sus mujeres, el ron, el tabaco, la buena música. Cuando un tema cubano logra trascender en los medios holandeses, casi siempre es canalizado por el lado oscuro de sus aristas.

En medio de esas imágenes repetitivas y mi lógica reacción a esas posturas, surge entonces la añoranza. A esa hora Cuba se siente en la piel, y lo extrañas todo: el olor a mar, a frutas tropicales que, aunque se venden, parecen haber perdido su aroma en las neveras.

Echas de menos el ambiente de sus calles, el ajetreo de la vida diaria. Pero, lo que más hace el vacío es la ausencia de la familia, de los amigos de toda la vida. Hay cosas que no tienen sustituto. Y no es que no tenga amigos surgidos de la nueva convivencia en estas tierras frías. Sencillamente, es imposible avivar la lumbre con nieve.

Cada vez que puedo, siempre regreso a mis orígenes. Voy y me doy un baño de pueblo. Hasta que un día no lejano vuelva y me quede allí, quizás para siempre. Aunque, sinceramente, tengo la impresión de que nunca me fui.

 

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