Miami cool es el título que eligió el pintor cubano Luis Enrique Camejo para la exposición que, hasta finales de mayo, exhibe la Pan American Art Projects, galería que abre sus puertas, por segunda ocasión, al quehacer de este artista que usa como icono recurrente, las ciudades.
La idea de la muestra –que incluye veintiuna piezas– nació en el 2011, durante la primera visita del pintor a esa ciudad norteamericana: “todas son imágenes reales de Miami”, y cada una atrapa un sitio perfectamente reconocible.
Camejo (Pinar del Río, 1971) pinta a lo grande, es decir, se siente “más cómodo” en el gran formato, e incluso confiesa que, en su estudio-taller –enclavado en la calle Infanta, en el capitalino, popular y bullicioso municipio del Cerro– no existe ni un caballete, ni un fino pincel, ni una paleta: “pinto con unas escobas grandes que tienen la dimensión de dos brochas juntas y trabajo con palanganas y cubetas en las que hago las mezclas de los colores y, luego, aplico disolventes que convierten la pintura en líquida y lejos de representar, deposito la pintura sobre la tela, o sea exploto los recursos propios que tiene el material”.
Para concebir Miami cool, “inspirada en esa ciudad, pero hecha en La Habana”, Camejo siguió el procedimiento o método de siempre, es decir, asumir la fotografía cual boceto: “tomo la foto pensando en la obra final. La vida pasa tan rápidamente que es imposible captar el instante y todos los cuadros tienen esa sensación de distanciamiento; son como flashazos atrapados desde una velocidad determinada –que no es a la que se camina normalmente a excepción de algunos lugares que sí son imágenes más quietas y congeladas en el tiempo”.
Es visceral la relación que Camejo establece con las ciudades porque considera que su trabajo tiene mucho de atmósferas, sensaciones, y depende del contacto real, no del imaginado: “la ciudad la utilizo como símbolo del sitio donde el hombre se desarrolla, trabaja, piensa, ama, hace filosofía y arte”. Cada ciudad, reitera, tiene sus características, pero en su obra todas reciben el mismo tratamiento porque “en Estocolmo, Hong Kong o Nueva York, el ser humano que las habita comparte similares padecimientos, nostalgias y añoranzas”.
Las urbes que representa (absolutamente todas) son monocromáticas y, según dijo en conversación exclusiva con OnCuba, “la idea de trabajar con un solo color tiene el propósito de sugestionar al espectador y despertar sensaciones determinadas”. Este proceso de elegir el tono es muy intuitivo y nace de lo que sintió cuando visitó el sitio. Adelantó, por ejemplo, que está a punto de iniciar un nuevo proyecto –que incluirá treinta piezas de gran formato– denominado Ciudades, y que Londres irá en tonos blancos y negros porque le llamó mucho la atención “que en Inglaterra todas las señalizaciones de tránsito y las verjas de las casas están pintadas de negro. Londres me provoca hacerlo totalmente en negro y blanco”, puntualiza. Ciudades se convertirá, posteriormente, en un libro que incluirá todas las piezas: una manera de dejar memoria y constancia.
Aunque su código visual es realista, su arte está marcado por el abstraccionismo y se aprecia la influencia de Jackson Pollock y Mark Rothko, representativos del llamado expresionismo abstracto, pero “todo visto a través de un filtro”.
A pesar de que la acuarela es una de las técnicas más difíciles de dominar, Luis Enrique la aborda con soltura y desenfado; subraya que el coleccionista de arte latinoamericano se inclina más hacia la tela, sin embargo en Europa la acuarela –realizada sobre papel– goza de gran prestigio y aceptación.
Dicen que Camejo es un excelente cocinero, que pone en cada plato el mismo empeño y el mismo arte que en la pintura y, aunque anualmente realiza un promedio de dos exposiciones personales –siempre con obra nueva–, y participa en varios proyectos colectivos, se toma su tiempo: “me gusta sentir el placer de la elaboración y disfrutar ese momento que es único e irrepetible”, concluye.