En Cuba el término “guataca”, además de designar al conocido instrumento de labor, califica “al individuo que adula servilmente a una persona”, según nos lo dicen, entre otros, Don Fernando Ortiz. También ha tenido sinónimos como chicharrón, halaleva, tracatán o gurrupié, por mencionar algunos.
Por su parte Argelio Santiesteban, quien cita al eminente historiador Manuel Moreno Fraginals, aduce que el origen de su uso con esta connotación procedía de la costumbre de muchos campesinos pobres y sin tierras que guataqueaban gratuitamente campos ajenos para obtener favores.
En febrero de 1922 visitó Ciego de Ávila el prominente Horacio S. Rubens, neoyorquino de origen judío que prestó valiosa ayuda a la causa independentista cubana. Condiscípulo de Gonzalo de Quesada en las aulas universitarias, fue ganado pronto para las faenas separatistas. Asesor legal del Partido Revolucionario Cubano, auxilió al Departamento de Expediciones del Ejército Libertador, entre otras misiones. Blanche Zacharie de Baralt aseveró que “Martí lo apreciaba mucho y le estaba muy agradecido.”
Durante la primera intervención estadounidense fue Comisionado de Códigos, Leyes, Finanzas y Elecciones y ya en la República participó como socio en diversas empresas como la Cuban Railroad Co. y los Ferrocarriles Consolidados de Cuba, compañía que llegó a presidir. Recibió varias condecoraciones del Estado cubano y fue declarado Hijo Adoptivo de La Habana y Camagüey. Escribió el libro Liberty. The Story of Cuba (1932).
A propósito de su arribo a la ciudad avileña fue acogido con honores y agasajos. En el andén de la Terminal de Ferrocarriles estaban las máximas autoridades y la Banda Municipal. Dos escolares les dedicaron sentidas palabras y Rubens reciprocó allí mismo con una salutación y con posterioridad pronunció sendos discursos en el Centro de Veteranos y el Ayuntamiento, donde fue declarado Huésped de Honor. La villa vivió un verdadero jubileo con tan distinguido visitante, no solo por su historial, sino por lo que representaba como exitoso empresario.
En medio de tanta alegría y fervor, un concejal declaró públicamente su deseo de proponer a la Cámara Municipal cambiarle el nombre a la población y rebautizarla como Horacio Rubens. Desde luego que esto disgustó a muchos, incluida a la prensa. Estaba bien que se le tuviera consideración y respeto a Rubens, pero sugerir sin rubor aquella moción se pasaba de rosca.
Las señas del entusiasta edil no han llegado a nosotros, bien porque las críticas lo pasmaron y no pudo conducir hasta el final su servil propuesta, bien porque lamentablemente se perdieron los detalles del suceso cuando casi la totalidad de las actas del ayuntamiento se desecharon y extraviaron a posteriori.
Por lo pronto los avileños logramos conservar el añejo nombre de la ciudad y nuestro querido gentilicio, y eso ya es bastante.
Méndez, Roberto: “Horacio Rubens, antes y después” en ipscuba.net.
Ortiz, Fernando: Nuevo catauro de cubanismos. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1974.
Santiesteban, Argelio: El habla popular cubana de hoy. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1985.
Zacharie de Baralt, Blanche: El Martí que yo conocí. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1990.
Almanza, Silverio: Efemérides Avileñas. Mecanuscrito. Archivo del autor. Ciego de Ávila, 1991-1992.