Fotos: Max Cucchi
Salsa y tabaco, Martí y automóviles clásicos: desde La Rampa hasta la Plaza de la Revolución, las calles de La Habana son un ícono encarnado. Y aunque las cosas están cambiando rápidamente en la capital cubana —es probable ver tanto pulóveres marca Ed Hardy y iPhones, como Buicks del año 55 y coches tirados por caballos—, un grupo de cubanos apasionados mantiene viva la historia moviéndose con estilo. Orgullosamente bulliciosos —mientras más bulliciosos, mejor, como la mayoría de las cosas en Cuba— con una sirena tan estridente como la de una ambulancia al rescate —los oirás antes de verlos, y sentirás la calle temblando bajo los pies cuando se acercan—. Los perros correrán tras ellos ladrando, y hasta las personas más modernas y sofisticadas se detendrán para clavarles los ojos a los Harlistas Cubanos cuando pasan con un ruido infernal.
Innegablemente exóticas y eróticas en cualquier rincón del mundo, las motocicletas Harley Davidson son un símbolo clásico de la libertad y la carretera sin fin, poder, estilo; y sí, la rebelión —en fin, no todos pueden con 1200cc entre sus piernas— . En Cuba, hay unos 500 Harleys en varias etapas de reparación, la atracción entre el harlista y su Harley es carnal, y las motos se consideran el tope de la voluptuosidad y la elegancia . De hecho, cuando los Harlistas Cubanos hablan sobre sus motos, inevitablemente usan el lenguaje del amor.
Esto no es sorprendente, porque mantener a estas motos clásicas en circulación —la mayoría de las Harleys en la Isla tienen más de 50 años— es una verdadera hazaña realizada con amor. Hay que tornear las piezas de repuesto a mano o tienen que ser donadas por motociclistas que visitan Cuba. Cuando esto no es posible, hay que buscar otras soluciones: se adaptan los tanques de combustible de las motos checas y rusas, los pistones están adaptados de los carros Ford y Alfa Romeo, y se adaptan las llantas de Honda para que encajen.
Juzgando por los percances y fallos durante el rally de La Habana a Varadero en abril —el primero de su tipo y tan exitoso que ya se está organizando el 2do. Encuentro Nacional de Harlistas Cubanos para febrero de 2013—, estos arreglos ingeniosos no siempre duran, pero poco importa. Los harlistas se apoyan mutuamente, comparten piezas de respuesto, sus experiencias y know-how, con tal de hacer caravana y mantenerse en movimiento. Por toda la Isla puedes encontrar talleres y garajes caseros de Harley desde Marianao hasta Matanzas, desde Santa Clara hasta Santiago de Cuba. Y por supuesto, el mecánico es más que un tipo embarrado de grasa —es el mejor amigo, el hermano y el salvador.
Esta hermandad de motociclistas es uno de los más simpáticos e intrigantes aspectos de la cultura Harley cubana. Claro, es un fenómeno mundial, ya que Harley es una marca internacional que aglutina a la gente. Pero, para nosotros que aprendimos todo lo que sabemos sobre los motociclistas de Easy Rider y Altamont, la familia de Harley cubana es una comunidad sorprendentemente pacífica y jocosa. Durante sus rallys, los niños se aprietan entre mamá y papá en las Knuckleheads y Hydra-Glides remozadas, se comparten clásicas recetas de cocina en los momentos de inactividad, y se abrazan motociclistas de todas partes como si fueran familiares que no se han visto desde hace mucho tiempo, preguntando por los parientes enfermos y dando su pésame por los padres fallecidos.
No es difícil imaginar que la cultura Harley cubana siempre haya sido así. Después de todo, no es simplemente el amor a la carretera y a la marca lo que los une, es también el amor a la patria y a un buen chiste, un antojo de congrí que le es difícil saciar, y la bondad desenfrenada —sobre todo cuando se acompaña de una botella de ron o un buen Cohíba.
Los Harley Davidson primero transitaron las calles de La Habana poco después de que Arthur Davidson y su socio William S. Harley estrenaron su primera motocicleta en 1903, en Milwaukee, Wisconsin. Como la mayoría de las modas y las invenciones que tuvieron sus orígenes en el norte, no pasó mucho tiempo para que Harley Davidson tuviera sus fervientes seguidores en Cuba, donde el clima tropical los alentó a manejar todo el año. Una representación de ventas de Harley fue establecida en La Habana en los años 20, asegurando el acceso para los motociclistas locales a las máquinas, piezas y mercancía Harley. Curiosamente, el apoyo temprano para el negocio de Harley Davidson provino de los cuerpos de policía y las fuerzas armadas, para quienes las motos norteamericanas eran las preferidas.
Cuando Estados Unidos cortó sus vínculos comerciales y diplomáticos con la Isla, se hizo muy difícil el acceso a las piezas, accesorios y motos. El andar en Harley y la cultura Harley quedaron detenidos, con muchas máquinas deteriorándose en los garajes y patios del país entero. Pero los cubanos son expertos recuperando recursos, y la crisis del transporte de los años 70 propició el rescate de las motos que se habían abandonado.
Las Harleys —y otras motos, incluidas las Indians y las Triumphs— muchas reducidas a un reguero de piezas tristemente oxidadas y torcidas, fueron revividas, con piezas hechas a mano, y cuadros inventados de otras motos que ya no tenían remedio. En las décadas que siguieron, se fundaron varios clubes, incluidos el Motos Clásicos de Cuba, la sección cubana de la Latin American Motorcycle Association, y después, Harlistas Cubanos. Hoy en día, estos clubes organizan rallys, coordinan donaciones, y forman una parte de la sociedad civil cubana, que aporta a la riqueza y complejidad de la vida actual en la Isla. El hecho de que la mayoría de los clubes estén abiertos a todo tipo de motociclistas, sin importar marca, modelo, género o nacionalidad, también es una ayuda.
Los visitantes no deben perder la oportunidad de compartir la experiencia festiva e histórica de casi un siglo de los Harley Davidson en Cuba: todos los sábados desde las 5 pm. hasta la puesta del sol, los motociclistas y sus amigos se congregan en la peña de Amigos de Fangio en La Piragua —Malecón, cerca de la calle O— para hablar de motos, divertirse, y lucir los amores de sus vidas. Además, todos los Días de los Padres, más de 50 motociclistas en sus Harleys y otras motos viajan en caravana desde La Habana Vieja hasta el Cementerio de Colón, en homenaje al Motociclista Ausente —el célebre mecánico de Harley Pepe Milésima.