Mi primer encuentro con un tabaco fue cuando estaba en el preuniversitario, tendría 17 o 18 años. Estudiaba becado en Pinar del Río, en la zona de La Soga, y los estudiantes trabajábamos en el cultivo del tabaco. Muchos fines de semana me quedaba en casa de un campesino. Recuerdo que él ponía dos sillones frente al televisor y encendía un tabaco torcido por él mismo con hojas de su vega. El tabaco me picaba mucho en la boca y al guajiro le divertía mucho verme pasando trabajo y haciendo muecas mientras fumaba. De verdad era gracioso, pero mágico, eso de compartir un Habano, ver la televisión, conversar y tomarse un traguito de ron con alguien querido.
Soy Habanosommelier y trabajo en el bar del restaurante La Bodeguita del Medio. Hace 25 años, vi una publicidad de Habanos donde aparecía un señor muy elegante mostrando una bandeja con tabacos a unos clientes. Me llamó mucho la atención aquella imagen. Y quise imitarlo vendiendo los Habanos que teníamos en el hotel. Así conocí a un periodista que me mostró cómo encender un Habano con una lámina de cedro. Ese momento influyó mucho para apasionarme con este mundo del tabaco.
Para llegar a ser Habanosommelier es imprescindible pasar por la cátedra de sommelier de las escuelas de turismo en Cuba. En estos cursos se les dedica un módulo completo al Habano y las bebidas espirituosas. Te enseñan desde cómo se cultiva el tabaco, sus marcas, cómo se vende, sus fortalezas, todo. Una vez que se sale del curso hay que ponerle mucho empeño y amor porque esta es una actividad difícil. La competencia para llegar a ser campeón Habanosommelier es compleja y debes prepararte mucho para salir bien, pues tiene dos etapas, una teórica y otra práctica donde te enfrentas a dos clientes. Yo logré ser Campeón de la Zona Occidental en 2012. Los jueces son muy exigentes y eso hace que la competencia prestigie a los concursantes. Mi esposa, Sulay Nápoles, es Campeona Mundial Habanosommelier en cata ciega. Haberla visto competir fue muy inspirador para mí.
El Habanosommelier es la persona experta que te ayuda a encontrar el Habano ideal para el momento perfecto. Si el cliente es fumador habitual hay que respetar sus gustos porque ya sabe lo que quiere. Si el cliente es alguien que por primera vez va a fumar, entonces le recomendaría un Habano de calibre fino y de sabor suave para que su experiencia sea agradable. Personalmente me gustan los Habanos que estén bien torcidos, bien hechos, comprados en el lugar adecuado. Si voy a beber una copa y conversar con un amigo, prefiero uno suave, como el Hoyo de Monterrey. Para después de un almuerzo me gusta un Romeo y Julieta o un Short Churchills robusto, que tiene un tiempo de fumada de 30 o 40 minutos y te deja un buen recuerdo en la boca. Para un ambiente festivo me gustan los potentes, como el Partagás o los de la línea Maduro 5 de Cohíba. Observar una ceniza blanca, pareja, es algo muy importante para mí, porque tengo la seguridad de estar fumando un buen Habano. No tengo preferencia por una marca en particular porque acá es muy difícil casarte con una.
El Habano es una obra de arte, es Cuba. Es una obra perfecta hecha a mano y con mucho amor que no termina su camino en la tienda o en la fumada, es una obra imborrable en el recuerdo por la perfección que alcanza su elaboración. Describirlo con palabras me es muy difícil. Es un producto que tienes que amar porque otras personas lo han amado antes de llegar a ti. Por eso el Habano es rey.