Claudia Guebel recuerda que el funcionario la tomó violentamente de los brazos en un despacho del Senado argentino, como “el cazador que atrapa a la presa”, y de inmediato sintió su lengua dentro de su boca. El terror que la embargó hizo que esos minutos parecieran eternos.
“Quise zafar y… más penetración. No supe reaccionar, me quedé paralizada”, narró a The Associated Press la asesora de legisladores sobre la agresión que dice haber sufrido a principios de año.
Sumida en un cuadro de ansiedad, la politóloga compartió lo ocurrido con allegados, pero no lo denunció. Tenía la experiencia de haber señalado previamente a otro funcionario por acoso ante la oficina jurídica del Congreso, sin consecuencias.
Para Guebel, sin embargo, el silencio “quedó atrás” luego de la denuncia pública que el 11 de diciembre hizo la joven actriz Thelma Fardin contra un actor por supuesta violación. La artista contó en una conferencia de prensa rodeada de decenas de colegas mujeres los detalles del presunto ultraje que sufrió hace casi una década, cuando tenía 16 años, en la habitación de un hotel en Nicaragua.
Con su acusación contra el actor Juan Darthés, que en aquel momento tenía 45 años, la actriz destapó la olla de múltiples casos de abuso sexual en el mundo del espectáculo, la política y hasta el ámbito escolar. Simultáneamente se multiplicaron los pedidos de ayuda de mujeres anónimas a instituciones y líneas de teléfono de asesoramiento.
En Argentina no hay un registro nacional de víctimas de abuso sexual pero sí distintos sondeos.
Una encuesta hecha entre 2.750 estudiantes de universidades públicas y privadas de Buenos Aires señaló que 45% dijo haber sufrido maltrato físico o psicológico y 9% abuso sexual.
El estudio fue publicado en el informe “Abuso sexual y embarazo forzado en la niñez y adolescencia. Lineamientos para su abordaje interinstitucional” de Unicef Argentina de 2018.
En tanto, un sondeo reciente de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores reveló que 66% de las actrices afirma haber sido víctima de algún tipo de acoso o abuso en el ejercicio de la profesión.
Parece inevitable comparar las repercusiones del caso Fardin con el fenómeno “Me too” (Yo también) surgido en Estados Unidos a partir de las denuncias de abuso y acoso contra el productor de cine Harvey Weinstein. Pero la propia víctima aclaró que tomó coraje del movimiento “Ni una menos” que surgió en Argentina en 2015 contra la violencia machista.
Ese colectivo, que tiene en las mujeres jóvenes y adolescentes su principal motor, ha organizado multitudinarias movilizaciones contra los feminicidios. También decretó la primera huelga de mujeres contra la violencia y por iguales derechos laborales que los hombres y este año estuvo a punto de lograr la legalización del aborto en el país natal del papa Francisco.
“La denuncia de Thelma visibilizó algo que venía pasando”, afirmó a AP Fabiana Tuñez, directora ejecutiva del Instituto Nacional de las Mujeres. “En Argentina hace un tiempo que estamos asistiendo a un cambio de paradigma… donde la voz de las mujeres se empieza a escuchar, entender y, fundamentalmente, se la empieza a acompañar”.
La fuerza de ese movimiento puso a Argentina a la vanguardia de la lucha de las mujeres contra la cultura machista en Latinoamérica.
“Con las declaraciones de Thelma se despertó todo en mí”, admitió Guebel, de 52 años.
La mujer dijo que cuando vio en la televisión a Fardin relatando su sufrimiento sintió una “opresión en el pecho” que la hizo estallar en llanto. “Dije: ‘esto es una ola que no la frena nadie… este es el momento’”.
Fardin denunció que fue violada por Darthés en 2009 mientras participaban de una gira en Nicaragua para promocionar la famosa serie infantil argentina “Patito feo”, que fue comprada por Disney Channel para ser difundida a nivel internacional. A principios de diciembre lo acusó formalmente ante la justicia nicaragüense.
“Comenzó a besarme el cuello, le dije que no… Me dijo que lo tocara, ‘mira cómo me ponés’, haciéndome sentir su erección. Me tiró a la cama, me corrió el shortcito y me empezó a practicar sexo oral. Yo le dije que no, que tus hijos tienen mi edad. No le importó. Se subió arriba mío y me penetró”, detalló la actriz.
Darthés – blanco de otras denuncias por acoso- negó la imputación, afirmó que fue ella quien se le insinuó y anunció que se presentará ante la justicia de Nicaragua para afrontar los cargos. Pero el actor se trasladó días atrás a Brasil, su país natal, donde actrices locales han repudiado su presencia.
“Esto no impide o bloquea la posibilidad de justicia, simplemente puede presentarse como un obstáculo”, aclaró Sabrina Cartabia, abogada de Fardin.
Según la abogada, “todas estamos muy conmocionadas. Se está abriendo la posibilidad de hablar de algo muy doloroso. Estamos teniendo la posibilidad de visibilizar el régimen de violencia sexual que pesa sobre las mujeres, niñas y adolescentes de este país”.
Guebel ahora está dispuesta a erradicar esa cultura del “patriarcado”. Tres integrantes del Parlamento a los que la politóloga denunció días atrás ante la justicia fueron acusados formalmente por un fiscal de abuso y acoso sexual.
La mujer afirmó que el senador Juan Carlos Marino, de la Unión Cívica Radical, le manoseó los pechos en su despacho y que su colaborador Pedro Fiorda le introdujo la lengua en la boca. Al empleado de la Cámara de Diputados Juan Carlos Amarilla, al que había denunciado sin éxito en el seno del Congreso, lo acusó de acoso.
Todas esas agresiones -señaló Guebel- ocurrieron en algo más de un año.
“Estoy con un nivel de hastío insoportable que me ha causado muchos problemas de salud y el desgaste del alma”, afirmó la mujer, que trabaja en el Senado desde hace cerca de 20 años.
Amarilla y Marino se declararon inocentes. A su vez, el senador puso a disposición sus fueros parlamentarios, que le otorgan inmunidad de arresto, para someterse a la justicia. El tercer acusado no ha hecho comentarios públicos.
La Comisión Banca de la Mujer del Senado advirtió que las mujeres ya no callarán más. “Gritamos todas y las historias se multiplican… resultado de una humillación que estaba naturalizada”.
Más y más mujeres de distintos partidos políticos están relatando agresiones, como las integrantes de La Cámpora, la agrupación juvenil que responde a la expresidenta Cristina Fernández (2007-2015).
Y las líneas telefónicas gratuitas que reciben denuncias de violencia de género colapsaron.
Si se compara las llamadas recibidas por día de la semana, el mayor aumento de las mismas-un 123%- se registró el 12 de diciembre, el día después de la conferencia de Fardin. En tanto, 30% de los casos denunciados entre el 11 y 16 de diciembre se refirieron a hechos de violencia sexual, cuando el promedio en ese mes es del 18%.
Tuñez, quien tiene bajo su órbita la línea telefónica de ayuda, se sorprendió por las llamadas de mujeres de entre 70 y 80 años con relatos de abuso en su infancia. “Solamente querían que alguien las pudiera escuchar porque ya legalmente no se puede hacer nada”, señaló la funcionaria, para quien “se destapó un tema tabú”.
Exalumnos de la escuela de la comunidad judía ORT han acusado públicamente de abuso a un pediatra que trabajó en el establecimiento. Las agresiones habrían ocurrido cuando los denunciantes tenían entre 13 y 14 años. Una de las presuntas víctimas es la hija del exministro de Educación y actual diputado Daniel Filmus. Las autoridades escolares anunciaron que están dispuestas a colaborar con la investigación.
Antes de que estallara el caso de Fardin, se sucedieron las acusaciones contra músicos de populares bandas de rock. Varios de ellos están procesados, afrontan juicios o están prófugos.
En este contexto, la principal productora de contenidos de la televisión argentina se comprometió a incorporar un protocolo para denuncias y asistencia en caso de acoso y abuso y el Senado aprobó una ley que obliga al Estado a dictar capacitación sobre género a los empleados públicos.
“Argentina está liderando un proceso de movilización social de miles y miles de mujeres como nunca antes se vio en América Latina, con impacto en países hermanos”, destacó María Elena Naddeo, directora General de Niñez, Adolescencia, Género y Diversidad de la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires.
En Uruguay, Bolivia y Ecuador comenzaron a gestarse movimientos de reivindicación de los derechos de la mujer y contra la violencia de género. Asimismo, los feminicidios son difundidos con mayor frecuencia por los medios de comunicación.
Este año en Chile se originó un fuerte movimiento feminista que incluyó marchas y tomas de facultades tras la denuncia de una alumna de leyes contra uno de los abogados más prestigiosos del país por supuesto acoso sexual.
“El mensaje que puedo dar a las mujeres es que se animen… yo lo pude hacer, que estoy rodeada de estos hombres que son depredadores sexuales”, dijo Guebel. “Esto recién empieza, nos estamos empoderando”.
Un circo, un circo asqueroso, un linchamiento mediático sin que existiera todavía la menor prueba de que se dijera la verdad. Inconcebible en un estado de derecho que se respete el que ya se dé por culpable a alguien antes de haber comenzado siquiera la investigación policial, Ignorancia totaL de la presunción de inocencia. Esto es lo que ha pasado. No hay absolutamente ninguna duda de que uin violador es merecedor de que le caiga encima todo el peso de la ley, absolutamente todo, en eso no hay- repito- ningún tipo de duda, pero hay que probárselo. No puede haber tampoco ninguna duda en eso. Totalmente surrealista que un periodista pregunte ante cámara: “¿Ud cree que realmente que puede haber gente que denuncie algo que no existió? : ” ¿Ud cree que alguien es capaz de inventar una violación así?” Si esto no es el colmo de la estupidez, que venga Dios y lo diga. La historia de la jurisprudencia desde su surgimiento hasta el presenrte está plagada de denuncias falsas. Es la postverdad sublimada: a falta de argumentos lógicos, todo se va por los sentimientos. Por algo a la justicia se la representa con una venda en los ojos. La justicia no es ni feminista ni machista, es justicia, y la razón es del que la tenga; y hay que probar la acusación sea la que sea. Me parece que alguna gente va a tener que pagar muchísimas denuncias por calumnias en Argentina. Que alguien, hombre o muje,r denuncie a otro, no es sinónimo de culpabilidadvo de inocencia. Es un soberano disparate que el solo hecho de ser objeto una denuncia condene a alguien.