Aún no está decidido nada, pero en la calle abunda la esperanza para las miles de personas que vieron frustrados sus intentos por legalizar el aborto hace dos años. En la madrugada de este viernes, y con131 votos a favor, 117 en contra y seis abstenciones, el Congreso de la nación Argentina le dio el visto bueno a la iniciativa impulsada por el presidente Alberto Fernández.
De aprobarse en el senado el venidero 29 de diciembre, la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14 de gestación quedará legalizada. A falta de la legitimidad de esta práctica miles de mujeres mueren cada año por abortos clandestinos realizados en situaciones precarias, en contraste a quienes pueden hacerlo, también en la clandestinidad, pero en clínicas privadas y amparados por una posición económica favorable.
La intervención médica, escucho, tiene un costo de unos mil dólares hoy en un país donde la inflación es vertiginosa y la pobreza ha mordido al 44% de la población. El deseo de permitirle a las mujeres, de ser necesario y en situaciones límites, decidir sobre su cuerpo y tener acceso a abortos gratuitos en lugares seguros, volvió a juntar en Buenos Aires a miles de personas, sobre todos mujeres jóvenes, quienes no se lo piensan dos veces a la hora de manifestar lo que piensan.
Cruzando Corrientes, en la medida que por Callao me acerco al Congreso, penetro una muchedumbre borracha en espirito festivo. Algunos se han juntado en los extremos de la calle con mesas sobre las que colocan libros feministas tipo Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, de la feminista Silvia Federici; veo estampillas con el Che Guevara, Perón o simplemente a las chicas bailar arrebatadamente con la música que no cesa cuadra tras cuadras.
Un muchacho con gorra de símbolo Nike propone pañoletas verdes y naranjas, choco con dos chicas que no había visto venir, me disculpo, camino, esquivo cuerpos, veo ese símbolo de paz que llevaban los hippies tatuado en una espalda, pañoletas verdes en un puño, tetas al aire. Encima de todos, un globo en el que se lee: “Será ley”. Sobre las dos líneas blancas que separan la vía yace sentada una chica que amamanta a su criatura, que estará sobre los tres o cuatro meses. Casi todos nos cubrimos con barbijos, pero lo de la distancia social no se cumple por aquí.
Debo desviarme para llegar al congreso, a donde desemboco esquivando nuevos grupos y multitudes. Al fin el edificio delante. De un lado, separados por una valla que divide la plaza, la fiesta de los están luchado por la medida en discusión; del otro, en una calma de beaterio, veré mucho más tarde a los que están en su contra.
Puesto de frente al histórico edificio, el exiguo grupo que expresan desacuerdo se mantiene en calma y casi todos contemplativos. Una mujer que lleva pañuelo azul junto a su hija, con igual color en el barbijo, siguen atentas a la pantalla. Un médico en la tarima realiza en público la ecografía a una joven embarazada y eso es lo que se observa.
“¿Qué es lo primero que viste?”, pregunta un locutor. “El corazón”, responde ella. “Impresionante”, grita el del micrófono como se grita en las ferias. Al rato desde allí empiezan un canto: “Dicen que no tienen vida, dicen que no tienen voz, aquí están los que marchamos por la vida de los dos”.
La multitud del otro lado es diferente y el ambiente resulta extraño. He regresado y lo vivo: tambores incesantes mientras otra pantalla transmite lo que sucede dentro del congreso. Hay mucho humo y olor a chorizo y a cerveza. 31 grados esta noche. Muchos beben agua. Otra vez calor. Otra vez el clima. la última vez que se desarrolló esta votación hubo lluvia y frío. Miro la Avenida de Mayo desde su nacimiento y encuentro que las multitudes se desparraman hasta la 9 de Julio.
Las iniciativas son múltiples. Sobre una fachada próxima al cine Gaumond las integrantes del colectivo Ciudad del Deseo han puesto un mapa de Argentina. La gente se acerca, agarra lacitos de un recipiente, y los coloca encima según la información que tenga. Los lazos representan a los diputados argentinos que ahora mismo exponen sus criterios a favor o en contra, pero en una calma predominante. Los colores quieren identificar a los que han votado a favor o en contra del proyecto.
Según un dato oficial que trasciende los abortos clandestinos han causado más de 3000 muertes desde 1983. Cada año alrededor de 38 000 mujeres son hospitalizadas por estos procedimientos. En 2017, el medio Chequeado aseguraba que eran 450 mil los abortos clandestinos reportados cada año. Pero, la fuerza en su contra resiste solapadamente al punto que algunos diputados han dado cuenta de amenazas por estar de cuerdo con el proyecto, y con la legalización del aborto.
A ciencia cierta no existe demasiada certeza de las estadísticas, pero en la sociedad, al menos en buena parte de ella, predomina la idea de que es fundamental que el país cuente con una ley como la tienen naciones de la región como Uruguay o Cuba. Los diputados convencidos no temen a las contrariedades o a las posibles amenazas. Será un paso de avance que habrá de romper conceptos filosóficos y religiosos instaurados por la iglesia, cuya influencia es tan notoria aquí que incluso cuenta con un papa.
Algunos diputados subrayaban la importancia de que esta votación ocurriese precisamente el día de los derechos humanos, exactamente 37 años después de haberse puesto fin a la dictadura. Lo reiteraron mientras en la calle las chicas seguían cantando a ritmo de carnavalito: si no hay aborto legal, el quilombo que se arma…