Retrato de familia

La cultura occidental, ese antro, termina penetrando entre los miembros de una élite que no es ni tan cerrada, ni tan dura, y que por tanto tiene tantas grietas como privilegios.

El de Corea del Norte es un sistema impenetrable, cerrado por definición y por consiguiente sin cambios estructurales a la manera china o vietnamita, una de las razones que contribuyen a explicar las hambrunas que caracterizaron al país durante el mandato de Kim Jong-il (1995-2011), sobre todo después de cortado el cordón umbilical que la unía a los soviéticos. Las reformas posteriores, en particular la apertura de la Zona Industrial de Kaesong con Corea del Sur (2004) y a la inversión extranjera, resultaron tardías, parciales y no sistémicas; tampoco tocaron la cuestión agraria ni modificaron esencialmente el gasto militar, otra de las fuentes de desangramiento.

El país va como encabalgado en una mezcla de nacionalismo, estalinismo y kimilsunismo, y atravesado por peculiaridades que evocan de muchas maneras el modo de producción asiático, categoría con la que un científico social judío designó, en 1858, el binomio despotismo oriental / comuna. Todo en medio de un escenario que tiene en el culto a la personalidad y el fanatismo dos de sus piedras de toque.

Encima del paralelo 38, la expresión “liderazgo politico” es sinónimo de ADN. Desde la fundación del país, en 1948, sus tres máximos dirigentes se han visto invariablemente escoltados por epítetos más grandes que la vida, y han concebido a las personas como piezas de un engranaje para poder dictaminarles las maneras de pensar y actuar, e incluso hasta de vestirse. La anulación de la individualidad constituye entonces la garantía de un comportamiento políticamente correcto llamado obediencia.

El miedo y la presión social constituyen sus almas gemelas. El fundador de la estirpe, el guerrillero Kim Il-sung, fue “el Gran Líder”, etiqueta que en su hijo Kim Jong-il pasó a ser el “Querido Líder” y el “Brillante Camarada” en su nieto Kim Jong-un (1983), llegado al poder con apenas 28 años como un faraón egipcio, pero sin méritos intelectuales ni horas de vuelo en los menesteres de la política.

Como se sabe, el “Querido Líder” había decidido dejar fuera del juego a dos de sus vástagos, ubicados por encima de Kim Jong-un en la línea de sucesión: primero a su medio hermano Kim Jong-nam (1971-2017), caído en desgracia cuando fue sorprendido en el Aeropuerto Internacional de Narita queriendo entrar a Japón con un pasaporte dominicano falso para poner a prueba la firmeza de su patriotismo y sus convicciones en el Disneyland de Tokio, junto a varios miembros de su familia. Finalmente, se exilió en Macao.

Kim Jong-nam. Foto: The Daily Telegraph.

Kim Jong-nam fue un destacado activista hasta su muerte, hace dos años, cuando fue rociado con agente nervioso VX en el Aeropuerto Internacional de Kuala Lumpur, Malasia. Poco después del incidente, las autoridades locales documentaron que cuatro norcoreanos abandonaron el aeropuerto y regresaron a Pyongyang. Dos mujeres, una indonesia y una vietnamita, fueron acusadas de asesinato, pero dijeron que pensaban se trataba de una broma televisiva. Hoy están libres.

Kim Jong-chul. Foto: International Compass.

Lo de Kim Jong-chul (1981) fue distinto. Según las malas lenguas, lo sacaron del juego de las sucesiones por considerarlo demasiado afeminado. Kenji Fujimoto, un ciudadano japonés que trabajó como chef de cocina de Kim Jong-il, todo un especialista en suchi para un Rey Sol ya entonces infartado, escribió en sus memorias: “Kim Jong-il pensaba que Kim Jong-chul no era bueno porque era como una niña”…

Haber sido desplazado del poder no lo llevó sin embargo a la ruptura. De nuevo las malas lenguas afirman que dirigió el arresto de su tío Jang Song-thaek, aparatosamente trasmitido en vivo por la televisión norcoreana durante un evento del partido.

“Despreciable escoria humana”, “peor que un perro”, autor de “actos de traición malditos tres veces por haber traicionado confianza tan profunda y el más cálido amor paternal mostrado por el partido y el líder”, acusado de socavar la autoridad de este último por “colocar sus palabras en un rincón sombreado en un monumento”; así como de dejar que “el estilo de vida capitalista decadente encuentre su camino en nuestra sociedad distribuyendo todo tipo de imágenes pornográficas entre sus confidentes”, fue ejecutado en diciembre de 2013.

Tal vez fue el precio a pagar por su afición a la música de Eric Clapton, prohibida en los circuitos internos, siempre pletóricos de himnos patrióticos y melodías tradicionales coreanas. El 4 de febrero de 2011 vieron a Kim Jong-chul en Singapur asistiendo a un concierto del compositor y guitarrista británico; cuatro años después lo sorprendieron de nuevo en el exterior, esta vez en el Royal Albert Hall de Londres tras la huella de su ídolo. Vive tranquilo y reposado en Pyongyang, donde toca la guitarra en una banda con la ilusión de convertirse en el Clapton norcoreano –aunque, naturalmente, sin la decadencia.

Kim Yo-jong. Foto: Home.bt

Tanto el hombre de los cohetes ligeros como su hermano mayor estudiaron en una Escuela Internacional privada en idioma inglés de Gümligen, Suiza. El primero, un fanático del baloncesto. Después asistió a la escuela Liebefeld Steinhölzli en Köniz, cerca de Berna, matriculado con el nombre de Pak-un, el hijo de un empleado de la embajada de Corea del Norte. Se dice que era indiferente a los problemas políticos, pero fascinado por Michael Jordan y la NBA.

También pasó por Suiza la hermana menor, Kim Yo-jong (1988), quien después de su regreso a Corea del Norte estudió Ciencias de la Computación en la Universidad Militar Kim Il-sung y actualmente se desempeña como vicedirectora del Departamento de Agitación y Propaganda del Partido de los Trabajadores.

Al final del día, la cultura occidental, ese antro, termina penetrando como el musguito en la hiedra entre los miembros de una élite que no es ni tan cerrada, ni tan dura, y que por tanto tiene tantas grietas como privilegios, uno de ellos el acceso a bienes e información negados a la comuna laboriosa de los entusiastas y sonrientes coreanos cotidianos.

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