Una nueva iglesia católica chilena –la décimo tercera en once días– fue atacada con bombas incendiarias en la madrugada del lunes a 20 minutos del centro de Santiago.
Una serie de ataques comenzó el 12 de enero, tres días antes de la visita del papa Francisco a Chile, y tras algunos de ellos aparecieron panfletos con amenazas al pontífice, uno de los cuales decía: “la próxima bomba será en tu sotana”.
El último templo afectado fue la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, a la que lanzaron unas siete bombas molotov, pese a lo cual los daños fueron menores, según el párroco Modesto Pérez, quien dijo a la prensa que la puerta del recinto solo estaba “ahumada”.
Los ataques fueron mayoritariamente vinculados –aunque ninguna autoridad ha presentado pruebas– al descontento por la visita del Papa, que no se replicó en Perú, a donde siguió con un buen recibimiento antes de concluir su gira por América Latina.
En Chile, Francisco tuvo que encarar el tema de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes, lo que lo llevó a pedir perdón en su primera actividad pública en el palacio de gobierno, donde aseguró que sentía vergüenza por el daño ocasionado a los sobrevivientes.
Sin embargo, posteriormente generó polémica, ya que el día de su partida calificó de “calumnia” los reclamos de víctimas de abuso que señalaban al obispo Juan Barros como encubridor de Fernando Karadima, el mayor cura pedófilo de la iglesia chilena.
“El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, allí voy a hablar”, dijo Francisco incómodo ante los periodistas chilenos. “No hay ni una sola prueba en contra, todo es calumnia. ¿Está claro?”, afirmó tajante y se subió a su automóvil.
El incidente fue tan polémico que el principal consejero de Francisco sobre abuso sexual clerical, el cardenal estadounidense Sean O’ Malley, lo criticó dos días después en público y dijo en un comunicado que no podía explicar por qué Francisco “escogió las palabras particulares que usó”.
El tema de los abusos de sacerdotes a niños es cada vez más sonado en Chile. En 2017, la Congregación de los Maristas admitió, tras una publicación periodística de Rancagua, que en 2010 recibió el testimonio de uno de sus profesores de que había abusado de 14 alumnos menores. Sin embargo, tardó siete años en denunciarlo.
AP / OnCuba