En diciembre de 2017 Michael Flynn se declaró culpable. Mentirle al FBI constituye una felonía tipificada con cinco años de prisión, pero contra él había cargos más grandes finalmente desestimados por cooperar con la investigación de Bob Mueller. Su lista sería larga. Digamos por ahora que incluye dos. El primero, agente extranjero no registrado del gobierno turco, información que el propio general le había pasado al equipo de transición de Trump, a pesar de lo cual el Presidente electo lo dejó integrar su gobierno.
El segundo, algo que sin la menor duda le mandaron a hacer: andar de corre-ve-y-dile con el embajador Serguei Krisliak a propósito de las sanciones a Rusia impuestas por la administración Obama, otro foul a las mallas porque ningún ciudadano privado –Flynn entonces lo era– puede, por ley, intervenir en la política exterior a menos que sea por solicitud expresa del Gobierno Federal.
Y ese pellizco a la bola tenía otra intrigante peculiaridad: el embajador ruso estaba siendo grabado, práctica federal de rutina que Flynn, sin embargo, pasó por alto, algo bastante raro si se considera que sería el responsable máximo de seguridad nacional en la nueva administración.
Fue, en definitiva, el primer trumpista caído en las redes del famoso dream team de Mueller. Y también el primero en colaborar. Entonces declaró: “Reconozco que esas acciones estaban equivocadas, y mediante mi fe en Dios estoy trabajando por enmendarlas”.
La fe en Dios ha tenido siempre muchas avenidas. Y no es raro el pase al modo bíblico en el caso de una cultura que, según dicen, se fundó con la Biblia en una mano y el arado en la otra.
Tal vez por eso mismo, y porque conoce de bien adentro cosas que otros no, el abogado y ex director del FBI James Comey decidió entonces seguir la rima y tuitear un pasaje del Libro al enterarse de la noticia. En este caso Amos 5:24: “Pero corra el juicio como las aguas y la justicia como un arroyo siempre fluyente”. Y también lo había hecho bajo juramento ante el Congreso al evocar al Creador de una manera tan del alma, a propósito de unas posibles grabaciones (“Oh, Lordy, I hope there are tapes”), que no pudo sino concitar titulares en casi todos los medios.
Meses después de esos sucesos el mismo individuo, que debe haberse sentido el más solitario del mundo enfrentándose cara a cara y sin testigos con el hombre más poderoso de la Tierra, vuelve a la gran escena con sus memorias: A Higher Loyalty. Truth, Lies and Leadership (Lealtad suprema: Verdad, mentiras y liderazgo).
Posiblemente uno de los libros más esperados en un país que ha visto y sigue viendo el enfrentamiento entre dos sectores de la clase política como una serie televisiva o un filme de los estudios Universal. Allí Comey resume sus experiencias en el FBI, pero sobre todo con el presidente que lo destituyó de su cargo.
Sale a la luz en un momento diferente, marcado entre otras cosas por una investigación que se ha metido en el portal de Donald Trump; un abogado con documentos comprometedores e incluso con grabaciones –otra vez la oreja peluda de Watergate– en poder de los federales después de un registro en sus posesiones neoyorkinas; y por posibles despidos en el Departamento de Justicia, incluyendo el de su jefe y subjefe, y naturalmente el del asesor especial Bob Mueller.
En una guerra hay estrategias. Ante la salida del libro el próximo martes, los republicanos se han movilizado y concentrado en golpear la credibilidad de Comey, para lo cual incluso han creado un sitio web. “Comey es un mentiroso y un filtrador y su mala conducta ha conducido a pedir su despido, tanto entre republicanos como demócratas”, dijo Ronna McDaniel, presidenta del Comité Nacional Republicano.
Y al frente, el Presidente, quien tuiteó temprano en la mañana. Lo primero fue reiterar un apodo corto y simple para el ex director del FBI (Lyin’ Comey), según lo ha hecho con otros enemigos políticos: Pocahontas para la senadora demócrata Elizabet Warren; Crazy Joe Biden para el ex vicepresidente de los Estados Unidos; Al Frankenstein para Al Franken, el ex senador demócrata por Minnesota, y por supuesto Crooked Hillary, Lyin’ Hillary y Heartless Hillary para la Clinton.
James Comey is a proven LEAKER & LIAR. Virtually everyone in Washington thought he should be fired for the terrible job he did-until he was, in fact, fired. He leaked CLASSIFIED information, for which he should be prosecuted. He lied to Congress under OATH. He is a weak and…..
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 13 de abril de 2018
….untruthful slime ball who was, as time has proven, a terrible Director of the FBI. His handling of the Crooked Hillary Clinton case, and the events surrounding it, will go down as one of the worst “botch jobs” of history. It was my great honor to fire James Comey!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 13 de abril de 2018
Las acusaciones contra el ex director son las usuales: filtrar información clasificada y mentir bajo juramento ante el Congreso. Pero con una nueva andanada, un golpe bajo en lo afectivo, lo cual le ha servido a Trump para conquistar adeptos en unos Estados Unidos que no suelen salir en las películas: primero “débil, bola de baba falsa”, y luego descalificándolo en lo profesional: “terrible director del FBI”.
A juzgar por los fragmentos del libro hasta hoy socializados, Comey sin embargo no lo acusa. Ni lo ataca personalmente, por lo menos más allá de un punto. Se focaliza en un plano distinto, que tributa todo el tiempo al título seleccionado: “El Presidente no es ético y es ajeno a la verdad y los valores institucionales. Su liderazgo es transicional, impulsado por el ego y basado en la lealtad personal”.
Todo sugiere que en ese duelo Trump tiene todas las de perder. No hace mucho, una medición de la NBC y The Wall Street Journal arrojó que el 28% de los encuestados tienen una visión positiva sobre el asesor especial (Mueller), mientras el 19% percibe lo contrario. Casi la mitad (48%) ve al FBI de una manera favorable, contrariamente a lo que han venido sosteniendo Trump y los suyos en Fox News y sus alrededores Y otra más reciente, que los norteamericanos ven más creíble a Comey que a Trump (48%-32%).
Entonces sonaron los (nuevos) cohetazos en Siria.
Impactante la foto de los misiles “inteligentes” sobre Siria. ¿A cuántos niños habrán desmembrado? ¡¡¡Qué horror!!! ¿Y el mundo? ¿Y la “opinión pública”?, de simple espectador!! Y mientras, en Perú se montó toda una carpa circense para mostrar al sheriff global como al héroe de esta tragicomedia que estamos viviendo.
Hasta ahora las fotos impactantes son la de los niños echando espuma por la nariz, los muertos y los padres echandoles agua para quitarles el quimico de arriba producto del ataque quimico.