La cumbre nuclear entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, fracasó el jueves luego de que las partes no pudieron alcanzar un acuerdo por sus discrepancias en torno a las sanciones estadounidenses a la hermética nación, en un desalentador final para un encuentro de alto nivel que buscaba desactivar la amenaza global.
En una conferencia de prensa tras el abrupto y anticipado final de la reunión, Trump culpó del desenlace a la insistencia de Pyongyang en la retirada de todas las sanciones económicas impuestas por Washington sin comprometerse a eliminar su arsenal nuclear.
“Algunas veces hay que marcharse”, explicó Trump agregando que él había propuesto un acuerdo que estaba “listo para ser firmado”.
“Yo prefiero hacerlo bien antes que hacerlo rápido”, dijo el presidente estadounidense. “Estamos en posición de hacer algo muy especial”.
Apenas unas horas después de que los dos países se mostrasen esperanzados sobre un acuerdo, las caravanas de Trump y Kim abandonaban el hotel del centro de Hanói en el que se celebró la cumbre con minutos de diferencia tras la cancelación del almuerzo y la ceremonia de firma del acuerdo. La Casa Blanca adelantó la conferencia de prensa de Trump, que partió de regreso a Washington más de dos horas antes lo previsto.
El final del entendimiento se produjo apenas horas después de que Trump y Kim pareciesen estar listos para avanzar hacia una normalización en la relación entre las dos naciones, que técnicamente siguen en guerra, mientras el líder estadounidense rebajaba las expectativas acerca de que el encuentro pudiese arrojar un pacto para que el Norte tomase medidas concretas para abandonar su programa nuclear.
En una especie de cambio de roles, Trump redujo deliberadamente parte de la presión sobre Pyongyang abandonando su dura retórica y declarando que “no hay apuro. Solo queremos lograr el acuerdo correcto”. Kim, por su parte, cuando fue preguntado por desnuclearización, dijo: “Si no estuviera dispuesto a hacerlo no estaría aquí ahora”.
El colapso del diálogo impidió que Trump se apuntase una victoria muy necesaria ante los problemas que enfrenta en su país, incluyendo la declaración de su exabogado personal, Michael Cohen, en el Congreso, donde esta semana dijo que el presidente era “racista” y un “estafador”, y afirmó que conocía de antemano los esfuerzos de las potencias extranjeras para ayudar a que el republicano llegase a la Casa Blanca en 2016.
Trump insistió en que su relación con Kim seguía siendo buena, pero no se comprometió a la celebración de un tercer encuentro entre ellos, añadiendo que una posible nueva reunión ” puede que no sea en mucho tiempo”. Aunque tanto él como su secretario de Estado, Mike Pompeo, dijeron que durante el encuentro de Hanói se realizaron avances significativos, las dos partes parecían a galaxias de distancia en lo relativo a un acuerdo que estuviese a la altura de los objetivos de Washington.
“Básicamente, ellos querían el levantamiento de las sanciones en su totalidad, y nosotros no podemos hacer eso”, dijo Trump a reporteros. Kim, según explicó, parecía dispuesto a cerrar la principal instalación nuclear del país, el Centro de Investigación Científica Nuclear de Yongbyon, si se retiraban los castigos. Pero según su propuesta seguiría en posesión de misiles, ojivas y sistemas de armas, apuntó Pompeo. Además, se sospecha que en la hermética nación habría centros secretos de producción de combustible nuclear.
La política estadounidense de larga data hacia Pyongyang indica que las sanciones no podrán levantarse hasta que el país se comprometa, o ejecute, una desnuclearización total, verificable e irreversible. Trump rechazó reafirmarse en esta meta el jueves, insistiendo en que quería flexibilidad de cara a los contactos con Kim. “No quiero ponerme en esa posición desde el punto de vista de la negociación”, dijo.
Los dos mandatarios parecían haber encontrado un terreno común cuando Kim, que respondió a periodistas estadounidenses por primera vez, fue preguntado por la posible apertura de una oficina de enlace estadounidense en el Norte. Trump declaró que “no es una mala idea” y su homólogo señaló que era “bienvenida”. Una oficina así supondría que Washington estaría presente por primera vez en el país.
Como telón de fondo, la cumbre tenía varias dudas recurrentes: ¿A qué está dispuesto a renunciar realmente Kim? ¿Qué pedirá Trump en vista de la creciente agitación en su país? ¿Podrá este encuentro arrojar resultados más concretos que el primero que mantuvieron hace menos de un año en Singapur y que estuvo cargado de imágenes pero no de resultados tangibles?
La idea de que Kim estaría dispuesto a entregar unas armas que su país tardó décadas en desarrollar y que considera que aseguran su supervivencia, generaba un amplio escepticismo. Pero incluso después del final de la cumbre, Trump elogió el compromiso de su homologo con la continuidad de una moratoria sobre las pruebas de misiles.
Entre los posibles acuerdos de la cumbre se barajaba una declaración de paz para la Guerra de Corea, que el Norte podría emplear para impulsar la reducción de la presencia militar estadounidense en el Sur, o un alivio de las sanciones que permitiría a Pyongyang reactivar lucrativos proyectos económicos con Seúl.