Biden o la luz que tintinea

La economía de la Unión, la edad del presidente y la inmigración son tres grandes señales de humo; una advertencia al cuartel general de los demócratas a apenas un año de las próximas elecciones. 

Cuando falta casi un año para las elecciones presidenciales de 2024, el índice de aprobación del presidente Joe Biden se encuentra en proceso de caída, resultado no solo de la manera en la que los estadounidenses valoran su gestión en áreas para ellos vitales, sino además de percepciones sociales que pueden o no tener un nexo con la realidad monda y lironda.

En términos de indicadores, una encuesta reciente de la Gallup encontró que solo el 41 % de los adultos aprueba su trabajo como presidente, cifra ligeramente por encima de su calificación más baja del 37 %, registrada en abril de 2023, y desde luego muy por debajo de su máximo histórico del 57 % a principios de 2021.

A nivel etario la situación no es muy distinta. Una reciente encuesta de NBC News arrojó que el apoyo a Biden estaba disminuyendo entre los votantes de 18-24 años, quienes reportaron un índice de aprobación del 46 %. E igualmente entre los latinos, pero con tres puntos menos: 43 %. Entre los independientes —clave a la hora de decidir las elecciones, sobre todo si son cerradas— solo un 36 % aprobó su gestión al frente del ejecutivo.

En esos bajos niveles de aceptación incide, en primer lugar, la economía, para no variar, el tema más importante para la mayoría de los votantes. Las preocupaciones en esta área se han visto atizadas esta vez por la inflación, dato que desplaza ampliamente a indicadores positivos como la baja tasa de desempleo que reporta la Administración (3,8 % en octubre). Esto, en una palabra, no parece importarle demasiado al estadounidense común, ante problemas más concretos perceptibles en el bolsillo y el presupuesto familiar como el aumento de los precios de la gasolina y los alimentos en los supermercados de toda la Unión.

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En segundo lugar, la edad. Los encuestados siguen viendo la edad de Biden, que tiene 80 años, como un problema. En la medición citada, el 74 % dice tener preocupaciones acerca de que no tiene la capacidad física ni mental para ser presidente. (Por contraste, el 44 % dijo lo mismo de Trump, apenas tres años menor que Biden). Solo el 27 % de loso encuestados cree que Biden pueda cumplir otro mandato.

En agosto pasado, aproximadamente tres cuartas partes de los encuestados dijeron que, en efecto, era demasiado mayor. Si bien este argumento suele pesar más cuando se le mira desde el ángulo republicano, muchísimos demócratas lo perciben de esa manera.

Digamos, por ejemplo, que el 77 % de los demócratas menores de 45 años piensan que es demasiado mayor para cumplir un segundo mandato como presidente, en comparación con el 62 % de los mayores de 45 años. Y mientras que el 54 % de los demócratas de 45 años o más quieren que Biden busque un segundo mandato, solo el 34 % de los menores de 45 años está de acuerdo.

Ahora bien, a pesar de la aprehensión sobre la edad de Biden entre los demócratas más jóvenes, el 77 % dice que probablemente votará por él si es el candidato demócrata. Y un 28 % indica que definitivamente lo hará.

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Un paso más allá: una encuesta de CNN del mes pasado mostró que el 67 % de los votantes demócratas (o de tendencia demócrata) preferirían que alguien que no fuera Biden se postulara como candidato del partido

Por otra parte, cuando se preguntó sobre la primera palabra que viene a la mente al pensar en cada candidato —Biden o Trump—, el 26 % de los adultos citó la edad como un problema. El 15 % mencionó palabras asociadas con ser “lento” y estar “confundido”, un reflejo, entre otras cosas, de cancaneos públicos del presidente en distintos escenarios que han venido afectado su imagen. (Solo el 1 %y el 3 % emplearon esas mismas palabras para Trump). 

Por otro lado, casi una cuarta parte mencionó que palabras como “corrupción”, “crimen”, “mentira” o “falta de confiabilidad” estaban asociadas a Trump. (Solo el 8 % asoció esos rasgos con Biden).

Finalmente, un tercer problema, no menos importante: la inmigración. Biden, en efecto, ha venido recibiendo crecientes críticas por sus políticas en el área, en especial a partir de la oleada de indocumentados que inundan la frontera sur. Según datos oficiales, solo en agosto último la Patrulla Fronteriza detuvo a 181 059 personas a lo largo de la frontera, en comparación con 132 648 en julio del año pasado.

La tapa al pomo fue el anuncio de que se construiría un nuevo segmento del famoso “muro” de la frontera con México. Como se conoce, en 2020 Biden prometió que no construiría ni un pie más si era elegido. Y poco después de llegar al poder su Administración se comprometió con la idea de que construir un muro a lo largo de la frontera sur “no era una solución política seria”.

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Sin embargo, Biden acaba de sostener esta semana que “no puede parar” la construcción de esa barrera porque ya se habían asignado los fondos para ello. Cuando se le preguntó si creía que el muro podría funcionar, respondió: “no”.

Pero los mensajes fueron contradictorios dentro de su misma Administración. Por un lado, en tesitura con el mandatario, de inmediato la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) defendió la movida diciendo que el Gobierno estaba utilizando fondos ya asignados para eso. “El Congreso asignó fondos del año fiscal 2019 para la construcción de la barrera fronteriza en el Valle del Río Grande, y el DHS debe utilizar esos fondos para el propósito asignado”, dijo el comunicado oficial.

Lo anterior contrastaba con un aviso sobre el proyecto en el Federal Register en el que el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, dijo otra cosa: “actualmente existe una necesidad aguda e inmediata de construir barreras físicas y caminos en las cercanías de la frontera de Estados Unidos para impedir entradas ilegales a Estados Unidos en las áreas del proyecto”. Hasta que en México, durante una reunión con altos representantes del  Gobierno, el propio Mayorkas entró en caja con el mensaje presidencial: construir muros, dijo, no era la política, pero no había otra opción legal y este se vio forzado a liberar recursos federales aprobados desde la pasada Administración.

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De cualquier manera, lo cierto es que el anuncio ha golpeado a los ambientalistas de las bases demócratas, quienes aseguran que las estructuras atravesarán los hábitats de plantas y animales en peligro de extinción. Esto redundará en una pérdida de apoyo al mandatario demócrata de una manera que no podemos establecer en toda su extensión ahora mismo, pero sin dudas real. Una ambientalista dijo: “Es desalentador ver al presidente Biden rebajarse a este nivel, dejando de lado las leyes ambientales fundamentales de nuestra nación para construir muros fronterizos ineficaces que matan la vida silvestre”.

Y otra: “Si bien el presidente Trump promulgó el financiamiento del muro fronterizo bajo el liderazgo republicano, esta decisión  no está en línea con los compromisos de la administración actual de poner fin a la construcción del muro fronterizo. Los republicanos siguen comprometidos con la construcción de muros fronterizos que son ineficaces, un mal uso de los fondos de los contribuyentes y una presión sobre el medio ambiente local, poniendo en peligro a familias y niños que huyen de condiciones peligrosas y que buscan asilo legal en los Estados Unidos”.

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Lo anterior ha determinado que, en efecto, la ventaja del presidente Biden sobre el expresidente Trump haya venido disminuyendo. Una de las últimas mediciones, la de YouGov/Yahoo News, encontró que ambos estaban empatados con un 44 % entre los votantes registrados, con un 7 % indeciso y un 4 % que dice que no va a votar. Y en otra de NewsHour/NPR/Marist Biden tiene una ligera ventaja sobre Trump: el 49 % los votantes registrados dicen que elegirían al primero y el 47 % al segundo. Los independientes, por su parte, favorecen a Trump por un margen de 8 puntos.

En otros términos, todo apunta a que la luz de Biden tintinea mientras el apoyo a Trump aumenta, paso a paso, incluso a la sombra de las cuatro acusaciones que tiene encima.

La economía, la edad del presidente y la inmigración son tres grandes señales de humo, una advertencia al cuartel general de los demócratas a escasamente un año de romperse el corojo. 

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