Las versiones republicanas de que la economía estadounidense está en declive, sea por la inflación de 7% o el estancamiento del empleo, parecen exageradas. Lo cierto es que el pasado año el crecimiento económico es el mayor desde hace cuatro decenios, cuando Ronald Reagan trabajaba en la Casa Blanca de las 10 de la mañana a las 2 de la tarde.
De acuerdo con la Oficina de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés) la recuperación económica de Estados Unidos de las profundidades de la pandemia de la COVID-19 continuó hasta fines de 2021.
Pese a todo, no hay buenos augurios por las consecuencias de la nueva variante del virus, que comenzó a afectar a las empresas durante la segunda quincena de diciembre, demasiado tarde para influir en los datos del año pasado. Y ese crecimiento pudiera ser relativo.
El Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos, la medida más amplia de la actividad económica, se expandió un 5,7% el año pasado, el ritmo más rápido desde 1984.
Los últimos tres meses de 2021 obtuvieron un puntaje mucho mejor de lo que habían pronosticado los economistas: el PIB creció a una tasa anualizada ajustada estacionalmente del 6.9% durante el cuarto trimestre.
Fue un repunte sustancial desde el tercer trimestre, dominado por la variante Delta, cuando el PIB creció a un ritmo de solo 2.3%. De hecho, fue el mejor desempeño trimestral desde el tercer trimestre de 2020 cuando el auge inicial de la reapertura impulsó el crecimiento económico.
El presidente Joe Biden elogió el crecimiento del país. “Las cifras del PIB de mi primer año muestran que finalmente estamos construyendo una economía estadounidense para el siglo XXI, con el crecimiento económico más rápido en casi cuatro décadas, junto con el mayor año de crecimiento laboral en la historia de Estados Unidos”, dijo en un comunicado.
Y, “por primera vez en veinte años, nuestra economía creció más rápido que la de China”.
Pero no fue solo la tasa de crecimiento lo que subió el año pasado. El caos en la cadena de suministros, la escasez de trabajadores y la enorme demanda también llevaron a que los precios subieran.
Es cierto que el gasto de los consumidores se disparó un 7.9% el año pasado porque los estadounidenses siguieron gastando y porque los precios de los bienes y servicios eran más altos. Ese fue el crecimiento más fuerte en el gasto desde 1946.
Mientras tanto, el índice de precios que rastrea el gasto del consumidor, una medida clave de la inflación, subió un 3.9%, el mayor aumento desde 1990, aunque en el cuarto trimestre la inflación fue del 6.5 %, el mayor salto desde el tercer trimestre de 1981.