La pandemia de la COVID-19 trajo a Miami un nuevo tipo de inmigrantes. No llegaron del exterior pero son de alcurnia, al menos en el campo profesional. Vinieron de la costa oeste de Estados Unidos y trajeron alta tecnología. Son inversionistas de consideración.
Todo se debe a dos factores: la política de apertura del alcalde de la ciudad, Francis Suárez, y las condiciones diseñadas por las autoridades de la industria turística, quienes facilitaron el asentamiento con una sobria política de impuestos para empresas y residenciales, pero sobre todo con una política de combate contra el coronavirus que en Florida no es tan rigurosa como en California.
“Fue un momento como de relámpago en la botella. Que escuchen a un funcionario electo decir: ‘Oye, te queremos, oye, te apreciamos’ … No me di cuenta de lo sensible que era el momento en términos de cómo sentían que los estaban tratando los gobiernos donde vivían”, dijo el alcalde Miami, Francis Suárez, a The New York Times.
Se trata de cerebros de empresas como Blackstone Group, Elliot Management, y de una andanada de inversionistas de Silicon Valley. Una amalgama de gurúes de alta tecnología, especialistas en desarrollo electrónico, espacial y clínico, la verdadera élite industrial volcada al futuro. Algunos son leyendas dentro del sector como Keith Rabois, inversionista y fundador de la empresa electrónica de pago Pay Pal o el fundador de la empresa proveedora de acciones de la rama fotográfica Shuterstock, Bryan Goldberg. Incluso Elon Musk, el creador del automóvil eléctrico Tesla y del cohete espacial SpaceX, se ha unido a la fiebre del sur de Florida.
“Lo que está sucediendo con este nuevo ambiente es que los empresarios están aprovechando de que somos más flexibles con las restricciones por el coronavirus. Las reglas definidas por el gobernador [Ron DeSantis] te permiten moverte más por la calle. Y esta gente aprovecha porque en California, por ejemplo, han mandado a cerrar las oficinas. Aquí es una decisión empresarial”, explicó a OnCuba James Alphonse, de la oficina de Convenciones y Visitantes del Gran Miami.
Hace unos veinte años, el condado Miami-Dade aprobó un plan para crear una zona de desarrollo médico y científico en el centro de la ciudad de Miami en pleno barrio afroamericano, en Overtown. El proyecto nunca se llevó a cabo porque ni el estado ni el Gobierno Federal contribuyeron con los fondos necesarios para completarlo. Ahora lo que está sucediendo es ligeramente diferente: Silicon Valley no está trasladando sus empresas para Miami, sino apenas algunas de sus oficinas de diseño. La mayoría de sus productos son desarrollados en Estados Unidos, pero construidos en China, explica Alphonse.
“Reconozco lo extraordinario y únicas que son las condiciones que California nos ha dado, pero ya basta. Es suficiente. Espero y rezo para que California resuelva esa herida que se ha autoinfligido y solucione el problema. Pero, por ahora, estamos votando con los pies”, dice David Blumberg, dueño del fondo de inversiones Blumberg Capital con fuertes apuestas en la industria de desarrollo informático.
El plan del alcalde Suárez fue diseñado en un documento que ha circulado dentro de la comunidad inversionista e industrial, llamado eStart, que atrajo a esta nueva inmigración de alto vuelo. Según el edil, obedece al hecho de que otras municipalidades, principalmente de la costa oeste, han ahuyentado a los inversionistas de sus áreas porque trabajaban con gobiernos locales que no tenían interés en ellos, mientras que Miami ha lanzado nuevos planes con impuestos más atractivos.
En esa tesitura, algunos hoteles y empresas de administración de alquileres han implementado nuevas ofertas con precios extremadamente atractivos para estos nuevos inversionistas que se están asentando en el sur de Florida. “Aquí”, dice Blumberg, “también tenemos la playa”.