Luego de más de dos décadas de “odisea” para recuperar la marca y la fórmula original de La Tropical, la primera y más reconocida cerveza cubana, que data de 1888, el empresario miamense Manny Portuondo terminó “en manos” de la multinacional Heineken, juntando las dos cosas que más le gustan en la vida, “la cerveza y la jardinería”.
Portuondo, nacido en Miami hace 54 años de padres cubanos, inaugurará este viernes la Cervecería La Tropical en el barrio de Wynwood, el más bohemio de la ciudad, luego de que el proyecto, a punto de caramelo, fuera retrasado un año por la COVID-19.
Uno, dos, tres dias until our official Grand Opening! Gracias to everyone that stopped by our Soft Opening last weekend, it was great having you all inside our slice of paradise. Make sure to reserve your spot for Friday, Saturday, or Sunday before it’s too late! pic.twitter.com/BHkcn9pHfk
— Cervecería La Tropical (@latropicalbeer) February 16, 2021
Esta cervecería artesanal, hecha a escala para no romper los moldes urbanísticos del centro de la ciudad, es una suerte de jardín botánico con alrededor de un centenar de especies distintas y donde también se venderá una fórmula cervecera con 135 años de historia.
Del Bosque de La Habana a Miami
“Sé que no es lo mismo tener un acre (0,4 hectáreas) en Wynwood que cien (40 hectáreas) en el Bosque de La Habana”, dice Portuondo a Efe en alusión a los Jardines de la Tropical, inaugurados en 1904 en los alrededores de la cervecería de igual nombre, con un aire muy similar al Parque Güell de Barcelona.
Portuondo es tataranieto de Federico Kohly, quien vendió los terrenos a la familia Blanco-Herrera para que, en 1888, colocara una cervecería a orillas del río Almendares y en el frondoso Bosque de La Habana, cerca de una posterior urbanización de la capital cubana que se conoce como “el reparto Kohly”.
“En el 1998, con 30 y pico de años, empecé una nueva etapa de mi vida y quise saber toda de la historia de la familia, qué pasó con esas propiedades, y me interesé mucho en la historia de La Tropical”, rememora Portuondo.
El cubano-estadounidense, que ya tenía experiencia en la elaboración de cervezas con las empresas Anheuser-Busch y la Cervecería Brahma de Brasil, logró formar sociedad en Miami con Ramón Blanco-Herrera, de la cuarta generación de la familia cervecera de La Tropical.
“No era posible que más de 134 años hubieran desaparecido, algo que forma parte de la cultura cubana”, señala Portuondo, quien durante largos meses analizó todo tipo de documentos de la Cuban Heritage Collection, en la Universidad de Miami.
“No había internet”, recuerda este hombre que ha pasado los últimos 23 años de su vida en la “odisea de restablecer la marca en el mundo” y “consolidar todos los derechos y registros”, algo ya cumplido, según explica.
La fórmula original
Portuondo tuvo la inmensa suerte de encontrar en EE.UU. al “último maestro cervecero de La Tropical en Cuba”, Julio Fernández-Selles (1917-2002), a quien le tocó la tarea de entregar la fábrica al nuevo gobierno cubano durante la nacionalización de las empresas en 1960.
Él fue quien, a punta de pistola, entregó las llaves al gobierno de Castro. “Él fue la clave. Yo no tenía la receta exacta de la fórmula. Julio fue unos de los únicos ejecutivos que se mantuvo activo en la industria (cervecera) en EE.UU. y Latinoamérica”, detalla.
“Luego me enteré de que venía la compañía norteamericana Boston Beer Company a montar una microcervecería en Wynwood, le conté la historia de La Tropical y terminé firmando con ellos un lanzamiento de prueba de la marca La Tropical La Original”, recapitula.
“En mayo de 2016 se convirtió en la cerveza de más venta de ellos y en menos de seis meses tenía llamadas y ofertas”, afirma Portuondo, que atendió especialmente la llamada de la multinacional holandesa Heineken.
“Heineken le dio valor al trabajo de años, me dio la oportunidad de quedarme en el negocio. Yo no hice esto por dinero, quería salvar la marca, la herencia cultural, que nadie nos pudiera borrar”, explica.
Según datos ofrecidos por Portuondo, Heineken compró el terreno de un antiguo parking en Wynwood, donde, desde 2019, han construido una cervecería de 32 000 hectolitros por año para envasar la bebida en lata y barril, una sala de grifos, restaurante y jardín tropical.
“Es difícil copiar lo que fue hecho en Cuba”
Allí, Portuondo trasladó y colocó con grúas una ceiba (el árbol sagrado de Cuba) de 40 pies de altura (12 metros), tres palmas reales, varios árboles de los Cayos de la Florida, otros de aguacate y guayaba, un jardín vertical con orquídeas y “por supuesto, yerbabuena por todos lados”, recalca.
“Es muy difícil copiar lo que fue hecho en Cuba”, lamenta Portuondo, que visitó la Isla por primera vez en 2015 y disfrutó de los Jardines de la Tropical, construidos con estilo modernista por el maestro de obras cubano Ramón Magriñá.
On the lands of the original Cerveceria La Tropical in Cuba, stood a brewery with grand jardines that spanned 100+ acres, and a CASTLE where the original familia lived. It was designed to be a replica of the Alhambra palace in Granada, Spain. Quite the casa, no!? pic.twitter.com/0v7JD6vtwD
— Cervecería La Tropical (@latropicalbeer) January 21, 2021
Según la historiadora Yaneli Leal del Ojo, autora del libro Los Jardines de la Tropical, el parque de La Habana, con varios salones de fiestas, un terreno de béisbol y hasta un castillo, se construyó “al mismo tiempo que el Parque Güell de Barcelona”.
En su viaje a La Habana, Portuondo no encontró la cervecería sino, en el mismo edificio, un almacén de materiales para el turismo. La marca de esta cerveza sí la pudo ver “en algunos lugares turísticos”, señaló.
“El enfoque mío y de Heineken no es demandar. Cuba tiene una cultura muy rica y atractiva, pero es un país de 11 millones de habitantes, esto no es significativo desde el punto de vista del desarrollo de marca ni de mercado. Es mejor enfocarnos en el resto del mundo”, puntualiza.
“Para mí esto es el comienzo, no el final. Podía haberme retirado” de haber vendido la marca, afirmó Portuondo, que espera poder vender “18 tipos de cerveza para finales de año”.
Jorge Ignacio Pérez/Efe