Labor omnia vincit
Virgilio
Geórgicas, Libro I.
Desde 1933 el Farm Bill o Ley Agrícola ha sido el instrumento legal de la política agraria y alimentaria de Estados Unidos. Aprobada por el Congreso durante la Gran Depresión, esta ley otorgaría ayuda financiera a los productores agrícolas y autorizaría al gobierno a comprarles los excesos de producción para guardarlos en almacenes federales y de ese modo poder modular/controlar sus precios en el mercado. Marcaría también el origen de un programa nutricional para la población, el antecedente inmediato de los food stamps o cupones de alimentos para las personas de bajos ingresos. En 1938 el Congreso dictaminó que se discutiría/revisaría cada cinco años. De un tiempo a esta parte, ha estado sujeta a un conjunto de cambios y múltiples controversias por sus impactos en áreas como el comercio exterior y las importaciones agrícolas.
Gracias a la Ley Agrícola, en Estados Unidos los precios del azúcar son casi el doble que en el mercado mundial. Y en la cultura por antonomasia de la desregulación y las propiedades curativas del libre mercado, ocurre que el gobierno, históricamente, ha subsidiado y aún continúa subsidiando a los productores azucareros. Un experto en la problemática agrícola estadounidense define al Farm Bill como “un conjunto de restricciones de importación, precios mínimos y préstamos respaldados por el dinero de los contribuyentes para patrocinar a unos quinientos productores azucareros nacionales a un costo de miles de millones por concepto de altos precios, desempleo, y un paquete/fondo de rescate absurdo”. Distintos estudios académicos y gubernamentales han estimado que esos precios inflados cuestan a los consumidores y a los productores de alimentos unos 1,9 billones de dólares anuales, dato que la gran prensa estadounidense no se ha cansado de repetir.
Ante la tendencia a eliminar los subsidios en sectores políticos, el modus operandi de los productores azucareros, tanto los de caña como los de remolacha, ha consistido en reafirmar la pertinencia de dos cosas muy viejas: mucho lobby en el DC y, desde luego, muchos óbolos constantes y sonantes. Afincados en esa montura, los productores han saltado prácticamente todos los obstáculos sin caerse del caballo. (En Estados Unidos de hoy, el 44% del azúcar proviene de esta última, el 36% de la caña y el resto se importa). Esto es todavía más grueso si se considera que los subsidios al azúcar ocurren a despecho de otros productores del agro, y de que aquella significa solo el 1% de la producción agrícola del país.
De acuerdo con el Center for Responsive Politics, de Washington DC, cuya misión principal consiste en investigar el papel del dinero y los lobbies en las elecciones y políticas públicas, en esa industria “se concentra el 35% de todos los gastos de lobby de los productores agrícolas: 8 millones de dólares en 2012 y casi 42 millones desde los años 90, incluyendo más de 16 millones por parte de la familia Fanjul, que controla el 40% de toda la cosecha de la Florida”. En un Farm Bill aprobado por la Cámara y firmado por el presidente Obama, los dos hermanos y sus aliados salieron de nuevo victoriosos.
Aunque con desprendimientos adversos —entre ellos el de Ted Cruz (R-TX), a quien los Fanjul dieron 10 000 dólares en 2013—, allí funcionó a la perfección ese sistema que condiciona, de manera tan pragmática como sonante, los votos cash para las campañas.
Sus receptores integran una lista para nada breve de la élite política. Algunos nombres y cifras, según récords públicos, vistos retrospectivamente: a Mike Haridopolos (R), presidente del Senado de la Florida entre 2010 y 2012, los azucareros le donaron 39 940 dólares. En la Cámara de Representantes del DC, a Tom Rooney (R-FL 17), 31 250; y a Connie Mack (R-FL 91), 29 000. También aquí figuran otros tres presidentes: John Boehner, por entonces el de la Cámara; Debbie Wasserman Schultz (D-FL 23), del Comité Nacional Demócrata; y Frank Lucas (R- OK 3), del Comité de Agricultura. Obviamente, el lobby sabe perfectamente qué puertas tocar y a qué arboles se arrima.
En el Senado, Debbie Stanebow (D-MI), presidenta del Comité de Agricultura, recibió 49 986 dólares, y Bill Nelson (D-FL), 42 000. A Marco Rubio los Fanjul, y sobre todo Pepe, lo respaldaron desde que se postulara en el año 2010. Criatura del Tea Party y por lo mismo partidario de un gobierno mínimo, el floridano practica sin embargo algunas excepciones en su credo y se alinea con ellos y otros potentados del azúcar para que no les quiten todo lo que hasta ahora han venido recibiendo del Gobierno Federal. Así lo hizo en 2013 al votar contra la propuesta bipartidista de los senadores Pat Toomey (R-PA) y Jeanne Shaheen (D-NH), que perseguía dar al traste con los subsidios azucareros.
Y así lo hizo también durante una de las votaciones de la Ley, aprobada en el Senado 68 vs. 32. En An American Son, su autobiografía, Rubio relata: “En algunas de las actividades […] estamos recaudando hasta 20 000 dólares. Los envíos por correo están comenzando a generar dinero. La joya de la corona en el trimestre sería la actividad recaudadora en Nueva York, a fines de septiembre, patrocinada por la familia Fanjul, una familia cubanoamericana propietaria de un gran conglomerado azucarero y de bienes raíces. Suena increíble, pero si el evento logra su meta, tenemos buenas oportunidades de recaudar un millón de dólares este trimestre”.
Con toda intención, transpira intimidad y acompañamiento, si bien después el autor llegó a emular con la cólera de Aquiles ante las declaraciones de Alfy Fanjul al Washington Post sobre la posibilidad de invertir en Cuba “en las circunstancias apropiadas”. (El mayor de los Fanjul visitó Cuba dos veces: en abril de 2012 y en febrero de 2013 como parte de una delegación coordinada por la Brookings Institution).
Pero Rubio continúa: “Los Fanjul me sugirieron pasar el Día del Trabajo con los Hamptons, donde muchos de sus amigos y grandes donantes del Partido Republicano pasarían los días feriados. Jeanette y yo nos quedamos en casa de Mark Gerson. En la noche del domingo, Pepe y Emilia Fanjul nos dieron una cena en su yate e invitaron al exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani. Rudy estuvo con nosotros durante toda la cena, y después hablamos sobre mi campaña. Todavía no estaba listo para apoyarme, pero quedó intrigado”.
Esa votación de Ley, sin embargo, produjo ese año un recorte de 8 billones para los cupones de alimentos por la sempiterna reducción del déficit fiscal. En consecuencia, se estima que unos 850 000 núcleos familiares estadounidenses perdieron 90 dólares al mes en beneficios. Según Feeding America, el tajazo significó 34 comidas mensuales menos en núcleos familiares pobres. “El programa azucarero de Estados Unidos” —declaró a la prensa el senador republicano Pat Toomey—, “es esencialmente una transferencia de riqueza de los consumidores, incluidos los estadounidenses más pobres, a un puñado de ricos productores de azúcar”.