Una de las actividades políticas favoritas de Donad Trump consiste en acudir a las redes sociales. Durante su tiempo en la Casa Blanca, y antes, su lugar predilecto para enviar mensajes a sus bases era Twitter, donde llegó a tener alrededor de 89 millones de seguidores. Pero en enero de 2021, después del asalto al Capitolio, llevado a cabo por fanáticos suyos incitados por él mismo, la cuenta le fue suspendida debido al “riesgo de una mayor incitación a la violencia”. Dijeron entonces sus directivos: “En el contexto de los horribles eventos de esta semana, dejamos claro […] que las violaciones adicionales de las reglas de Twitter podrían resultar en este mismo curso de acción. Nuestro marco de interés público existe para permitir que el público escuche directamente a los funcionarios electos y líderes mundiales. Se basa en el principio de que el pueblo tiene derecho a pedir cuentas al poder abiertamente. Sin embargo, dejamos claro desde hace años que estas cuentas no están por encima de nuestras reglas y que no se puede usar Twitter para incitar a la violencia”.
Después de que lo eliminaran de Twitter y otras redes, en febrero de 2022 apareció en Internet la plataforma Truth Social, que le pertenece a Trump Media & Technology Group (TMTG) y fundada naturalmente por el propio Trump con el excongresista republicano Devin Nunes como jefe ejecutivo. Desde ahí el expresidente viene haciendo lo mismo que antes, es decir, inventar, mentir, incitar, hacer malabares y flips-flops como parte de su estrategia favorita, según confesó una vez en el libro de The Art of a Deal, coescrito con el periodista Tony Schwartz: “ser audaz, controvertido y conflictivo obligará a las personas a prestarte atención”. También allí se codificó el término “hipérbole veraz“, esto es, “una forma inocente de exageración y una forma muy efectiva de promoción“. Esa fue la base, en breve, de esos “hechos alternativos“ acuñados por su asesora Kellyanne Conway defendiendo en la TV, contra toda evidencia, las declaraciones del entonces secretario de Prensa, Sean Spicer, acerca de que a la inauguración de Trump habían asistido más personas que a la de Barack Obama.
Uno de esos públicos específicos a los que se dirige Trump en Truth Social son las huestes de QAnon. Para el lector no familiarizado con el tema, cabría solo recordar que se trata de una secta cibernética de extrema derecha que de un tiempo a esta parte ha venido socializando cualquier cantidad de constructos en los que se mezclan indistintamente ficción, dislates y teorías conspirativas. Su entrada al escenario estuvo marcada por socializar en Internet la idea de que una camarilla de pedófilos y adoradores de Satanás estaba al frente de una red mundial de tráfico sexual de niños que conspiraba contra Trump.
En 2016, desde sitios web utilizados por la llamada alt-right como 4chan, 8chan y Reditt, empezaron a difundir la idea de que Hillary Clinton y el presidente de su campaña, John Podesta, dirigían una red de pedofilia desde el sótano de Comet Ping Pong, una pizzería de Washington DC. No mucho después del anuncio, el joven Edgard Maddison Welch, de 28 años, se colocó a la entrada de Comet Ping Pong con un AR-15 y una pistola calibre 38, entre otros fierros. Disparó, pero por fortuna no hubo ni muertos ni heridos. Y, ojo, en esa pizzería no había ni siquiera un sótano. El atacante se rindió de manera pacífica cuando se dio cuenta de que todo aquello era un bluf. Durante el juicio, declaró: “leí online que el restaurante albergaba a niños esclavizados sexualmente y quería ayudar a rescatarlos”. Aquí advertimos un primer detalle práctico: fue condenado a cuatro años de prisión por transporte ilegal de armas de fuego y por asalto con un arma peligrosa, así como a pagarle más de 5 000 dólares al restaurante por daños y perjuicios. Pero la historia no quedó ahí. En 2019 el joven Ryan Jaselskis, de 24 años, entró a ese mismo lugar y le prendió fuego a una cortina. Entre varios empleados y un cliente pudieron apagar el fuego antes de que se propagara. Jaselkis fue condenado a cuatro años de prisión. El caso se conoce como Pizzagate.
Un memorando del FBI catalogó desde temprano a QAnon como una amenaza terrorista doméstica. A contrapelo de la prensa, el FBI advirtió que sus teorías conspirativas representaban una amenaza para la seguridad nacional: “El FBI evalúa que estas teorías de la conspiración muy probablemente surgirán, se difundirán y evolucionarán en el mercado de la información moderno, lo que ocasionalmente llevará a grupos y extremistas individuales a realizar actos criminales o violentos”.
Los sucesos del Capitolio, en Washington D.C., demostraron en efecto que los federales tenían razón. Ese día la marca de QAnon se vio claramente entre la turba, junto a distintivos identitarios de otras organizaciones de extrema derecha como Proud Boys y Oath Keepers. Aquí tenemos un segundo detalle práctico: a esos sucesos los adalides de QAnon aportaron la figura de Jacob Anthony Chansley, más conocido por Jake Angeli, de 33 años, de Phoenix, Arizona, el “Q Shaman” que captó desde temprano la atención de los medios y que hoy cumple una condena de tres años y medio en prisión por obstruir un procedimiento oficial. Y también hay que sumar en esa lista de víctimas a Rosanne Boyland y Ashli Babbitt, ambas fallecidas en la intentona golpista. La primera, aplastada por una multitud vociferante; la segunda, por el disparo de un guardia de seguridad al intentar penetrar por el hueco de una puerta en una zona del Capitolio en la que estaban refugiados varios congresistas. Las palabras de QAnon tampoco caen en el vacío. Ambas mujeres creían firmemente que las elecciones le habían sido robadas a Donald Trump.
Tal vez el constructo más validado por QAnon consista en el llamado “Estado profundo” [Deep State], término reciclado en el idiolecto político por Mike Lofgren en 2014. En su ensayo “Anatomía del Estado profundo”, lo define como “una asociación híbrida de elementos del gobierno y partes de la industria y las finanzas de alto nivel capaz de gobernar efectivamente los Estados Unidos sin referencia al consentimiento de los gobernados, expresado a través del proceso político formal”. El Estado profundo no es “una cábala secreta y conspirativa; el Estado dentro de un Estado se esconde principalmente en plena vista, y sus operadores actúan principalmente a la luz del día. No es un grupo muy unido y no tiene un objetivo claro. Más bien es una red en expansión que se extiende a lo largo del gobierno y del sector privado”. QAnon lo decodificaba de manera inequívoca: el objetivo último del Deep State era el derrocamiento del presidente Donald Trump.
Ese Deep State es justamente el pie forzado recién esgrimido por Trump para dirigirse a ellos y tratar de desmarcarse del delito cometido al llevarse documentos clasificados y ultrasecretos para su mansión en Florida. Les envió el siguiente mensaje: que estaba preservando los documentos una vez convencido de que “Biden destruiría la evidencia en un complot del Deep State en su contra”. Y añadió que el actual equipo ejecutivo los trituraría o destruiría. Y last but not least, que su estrategia, por tanto, había consistido en …desclasificarlos. Una oportunidad ideal para mover el péndulo y soltar otra mentira: que el FBI y los miembros de antifa fueron quienes asaltaron el Capitolio, en lugar de sus propios partidarios. Y de reiterar la cantilena de que las agencias federales no tienen autoridad legal para revisar los documentos incautados en su resort de Mar-a-Lago.
No por azar NewsGuard, una organización que monitorea la credibilidad de sitios web de noticias e información, dio a conocer que ha identificado en Truth Social 47 cuentas de promoción de QAnon con más de 10 000 seguidores cada una. Por su parte, el investigador principal de Media Matters, Alex Kaplan, ha encontrado que Trump ha utilizado su nueva plataforma para impulsar al menos 50 cuentas que apoyan a QAnon y a sus más de 4 millones de seguidores. Esos cófrades, dijo, “desempeñan un papel importante en el ecosistema de Truth Social. El hecho de que Trump haya compartido el contenido de las cuentas de QAnon desde que el FBI hizo su entrada en Mar-a-Lago denota a las claras que está haciendo lo mismo que en Twitter“.
El martes pasado, desde Truth Social, Donald Trump volvió a enviarles un mensaje: “Se acerca la tormenta“. En los códigos de QAnon, la “tormenta“ alude a la victoria final de Trump, cuando supuestamente recuperará el poder y sus oponentes serán juzgados y posiblemente ejecutados en televisión en vivo.
Ya lo dice el refrán: donde las dan, las toman.