La modista Irma Peñalver, quien trabajó junto a Celia Cruz durante más de cinco décadas, murió a los 92 años en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, dio conocer el albacea de la Guarachera de Cuba, Omer Pardillo.
“Una mujer sencilla y bondadosa. Modista de cientos de trajes de Celia Cruz, siendo el más notable el traje de la bandera cubana que se encuentra actualmente en exposición en el Smithsonian. Para todos los que la conocimos significa una enorme pérdida. QEPD, mi más sentido pésame a su hija Mercedes Olivera”, escribió Pardillo en sus redes sociales .
La modista, radicada desde hace más de cinco décadas en Estados Unidos, se colocó en la historia de la cultura cubana tras comenzar su relación creativa con Celia, que con el tiempo se convirtió en un sólido vinculo de amistad.
Peñalver conoció a la famosa cantante cubana en la década del 50 en Cuba, cuando trabajaba para una conocida casa de moda dirigida por el diseñador Pepe Fernández.
Tras establecerse en Estados Unidos diseñó para las actrices Bette Davis y Olivia de Havilland, con lo que se ganó un nombre en el mundo de la moda.
Retomó el contacto con la intérprete de “Azúcar“ a partir de una recomendación de una amiga en común. Sobre ese momento, la modista dio detalles en una entrevista con la investigadora y colaboradora de OnCuba, Rosa Marquetti:
“Cuando llegué a Estados Unidos, perdí el contacto con ella. Solo tenía noticias suyas a través de una amiga común que vivía en España: la cantante Gilda Cánovas, esposa de Rolando Columbié, ex pianista de la Banda Gigante de Benny Moré. Seguí viviendo en Los Ángeles y en 1987 se anuncia que Celia iría a mi ciudad a develar su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Es la primera cubana en recibir tal reconocimiento y quería regalarle algo, pero al mismo tiempo me decía: ‘¿Qué podría regalarle que ella no tuviera?’”. Hablé con Gilda y me dice: “’Mi hermana, tú puedes darle algo que ella no tiene: ¡un vestido hecho por ti!’”, dijo.
Peñalver recordó entonces que “le encomiendo a Gilda que en el viaje que Celia haría antes a Madrid, le tomara las medidas. Un día me llaman por teléfono. Resulta que tenía yo una amiga que también se llamaba Celia y era cubana y cuando descuelgo me dicen: “Irma, cómo estás, soy Celia” (Celia Cruz era una persona muy natural, y me habla como si hubiésemos hablado el día anterior, pero yo no la reconozco). Le pregunto: “Y René —refiriéndome al esposo de mi amiga Celia— cómo está?” Y me responde: “Irma, que soy Celia Cruz. Gilda me dijo que tú me querías hacer un vestido y yo para eso, estoy más puesta que un calcetín. Cuando vaya a Los Ángeles te llamo unos días antes y nos vemos””.
La modista destacó que ese fue el inicio de amistad “que se fortaleció para siempre”.
“Le probé una toile, le cogí los defectos y por ahí comencé a hacerle vestidos. Primero le hice dos, que fueron mi regalo. A ella le encantaron, tanto así, que el manager en mi trabajo de aquel tiempo me dijo: “¿Usted es quien le hizo los vestidos a Celia, el que se puso anoche y este?”. Me besó las manos. Y me dice que hacía años no le veía a Celia una ropa como esa”.
Sobre el célebre vestido que creó para Celia con la bandera cubana indicó: “Celia quería que le hiciera una bata de rumba con la bandera cubana. Fue su idea. Se la hice con vuelos rojos y azules. Y me pidió que la cola se la pusiera con velcro, para poder quitarla y ponerla cuando quisiera. Pero no se sabe cómo, esa parte, la cola, se perdió. Es la bata cubana que está en el Smithsonian con mi firma como su creadora”.