Después de diluirse sus aspiraciones presidenciales y de soportar las burlas de Donald Trump el resto de las primarias, el senador Marco Rubio trata de encontrar su lugar en el nuevo Partido Republicano.
Se pasa días en el Congreso, trabajando en la Comisión de Inteligencia del Senado, e impulsa medidas para garantizar que no hay interferencias en las elecciones y castigar a los rusos si vuelven a entrometerse en este año.
En los pasillos del Capitolio, ignora a periodistas que buscan comentarios de los eventos del día y se enfoca en cambio en propuestas legislativas y en sus discursos ante el Senado.
Cuando viaja a su estado, la Florida, se involucra en una disputa de vieja data sobre los Everglades y en una invasión de algas tóxicas.
Si hay algo que no hace, es prepararse para buscar nuevamente la Casa Blanca en el 2020. O al menos eso es lo que dice.
“No voy a hacerle oposición al presidente en las primarias. Nadie debería hacerlo a menos que quieran perder la Casa Blanca”, declaró Rubio a la Associated Press. “Encaro cada día como si el Senado fuese el último sitio donde voy a servir y en tratar de hacer cosas significativas”.
Igual que otros rivales de Trump en las primarias del 2016, como los senadores Rand Paul y Ted Cruz, Rubio trata de comprobar si el Partido Republicano de la era de Trump tiene cabida para su visión del movimiento conservador.
Dice que se mantiene en contacto con Trump, con quien habla por teléfono dos o tres veces al mes, incluida la semana pasada. Pero sigue tratando de forjar su propia identidad política, separada de la del presidente, y no descarta volver a postularse a la Casa Blanca en el futuro.
“Sigo oteando el panorama de vez en cuando, pero en términos generales me enfoco más en lo que tenemos por delante”, manifestó Rubio.
Asegura que sigue siendo “impaciente”, pero añade que “el paso del tiempo te enseña algunas cosas”.
Después de quedar al margen de la contienda presidencial en el 2016, parecía que Rubio desaparecería de la escena de Washington. Dijo incluso que no buscaría un nuevo término en el Senado, pero sus colegas lo presionaron para que lo reconsiderase.
Boc Corker, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, dijo a la AP que fue uno de los primeros republicanos que le dijeron a Rubio que buscase la reelección y el presidente del bloque mayoritario de la cámara alta Mitch McConnell también hizo fuerza para que se postulase y ayudase a los republicanos a conservar la mayoría en ese órgano. Rubio finalmente cedió.
Personas que siguen de cerca la carrera de Rubio, quien tiene 47 años, dicen que desde entonces se lo ve más enfocado, incluso liberado, en parte porque ya no es visto como “el salvador de los republicanos”, como tildó alguna vez la revista Time a este hijo de inmigrantes cubanos al que algunos veían como un peso liviano en la política.
“Parece haber encontrado su lugar”, comentó un viejo aliado, Nick Iarossi, cabildero republicano de la Florida.
En distintos frentes Rubio ha comenzado a plantear la necesidad de “modernizar” el programa de los republicanos para el siglo XXI, poniendo énfasis en contrarrestar el peso chino en el mundo y ayudar a las familias humildes en Estados Unidos.
Recientemente fue uno de los líderes de una campaña para frenar a la firma china de telecomunicaciones ZTE, que violaba las normas comerciales de Estados Unidos al vender productos a Irán y Corea del Norte. Promovió castigos más duros que los que impuso el gobierno de Trump.
Previamente, Rubio había presentado un plan de ausencias laborales por razones familiares, tras colaborar con Ivanka Trump para ampliar los créditos impositivos de la reforma republicana del 2017.
El proyecto de ausencias por razones familiares ayudaría a que los padres jóvenes saquen anticipadamente dinero del Seguro Social para estar con sus hijos, sin tener que esperar a jubilarse. Ambas iniciativas fueron parte de su plataforma presidencial.
El antiguo director de su campaña presidencial Terry Sullivan dijo que, “al no estar en el ojo del huracán, tiene espacio para desplegar su estilo político”.
No faltan, sin embargo, quienes creen que Rubio simplemente está buscando la forma de sobrevivir tras la brutal campaña presidencial. Y que hace lo que siempre hizo. Buscar un punto intermedio que no termina de complacer a nadie.
Jesse Ferguson, ex asesor de Hillary Clinton, dijo que la noción de que Rubio es hoy una figura independiente del partido Republicano “revela hasta qué punto Trump ha convertido el Congreso en una banda de sumisos que dicen sí a todo”.
“Entre los republicanos de hoy, cualquier muestra de independencia de Trump es como ser el mejor de la clase. Se espera tan poco de ellos que cualquier republicano que no saluda, elogia o se arrodilla cada vez que Trump ingresa a una sala es visto como un líder incisivo, independiente”.
No está claro si la visión conservadora de Rubio tiene cabida en el partido Republicano de Trump.
A pesar de haber trascendido con el apoyo del Tea Party en el 2010, Rubio siempre tuvo más aceptación entre los votantes suburbanos, las madres que van a Starbucks y padres cuyas casas se parecen a la suya, con hijos, hipotecas y la perspectiva de tener que pagar por los estudios universitarios de sus hijos. Esos votantes podrían abandonar a los republicanos en la era de Trump.
Jenny Beth Martin, de los Patriotas del Tea Party, sondeó a cientos de miembros de esa agrupación este año y comprobó que Rubio genera reacciones mezcladas.
“Hubo de todo, desde gente que lo consideraba excelente hasta los que se sienten desencantados”, comentó. “No tienen claro qué es lo que más le interesa ni qué piensa de los valores del Tea Party o de la agenda de Trump”.
Rubio tuitea a veces fragmentos de la Biblia por la mañana y mantiene una custodia tras circular versiones de que había recibido amenazas a su vida.
Confía en que el péndulo político se acercará a él algún día y que la gente se cansará del actual “ciclo de indignación y peleas constantes”, según dice.
“Si eso no pasa, tendremos muchos problemas”, expresó.
AP / OnCuba