Los republicanos insisten en que, como algunos sondeos indican, lograrán controlar las dos cámaras del Capitolio a partir del próximo martes. Donald Trump lo reiteró este domingo en Miami, adonde vino en ayuda de su amigo, el senador cubanoamericano Marco Rubio, quien pretende mantenerse en la silla donde ha cuidado más de los problemas de Cuba y Venezuela que los de su electorado.
El electorado, que acudió animado al mitin en el suroeste de la ciudad, se dispersó cuando comenzó a llover, pero volvió a agruparse cuando el clima fue benigno. Y confirió un matiz más propio de campaña presidencial que de elecciones intermedias, lo cual terminó alegrando al exmandatario. Una curiosidad: Trump discursó en inglés, sin traducción y así no está claro si los asistentes todos lo entendieron.
Ni hace falta; con Trump en persona y decenas de banderas hablando de las elecciones presidenciales del 2024, la necesidad de reelegir a Rubio no quedó bien afincada. De hecho, un detalle demostró que, pese a su optimismo, los republicanos aún tienen reticencias.
Sucede que Trump no invitó al gobernador de Florida, Ron DeSantis, al encuentro electoral porque lo considera un posible rival republicano en la contienda del 2024. El gobernador tenía al mismo tiempo tres mítines en el norte del estado donde, tradicionalmente, se encuentra su electorado.
Aún así, Trump apeló al voto para el gobernador y garantizar así un victoria republicana más. “Les digo que hay que votar por mi amigo Marco Rubio y el gobernador DeSantis. Hago un llamado a que voten por ambos, es necesario”, dijo el ex mandatario. DeSantis no es “amigo”, pero es “necesario”.
“Queremos hacer a América grande, de nuevo”, justificó el exmandatario, siendo aplaudido con entusiasmo por una multitud que, según la policía del condado, cuya valoración suele ser seguida por la prensa, no pasó de las 1500 personas.
“La dirección socialista, comunista y marxista del Partido Demócrata radical es una de las principales razones por las que los hispanoamericanos se están uniendo a nuestro movimiento por millones y millones y millones”, aseguró Trump en, quizá, una de sus raras menciones a los inmigrantes hispanos sudamericanos, a quienes tanto rechazó y denostó en su mandato presidencial.
Pero la multitud coreó: “¡Construye ese muro!”.
Esta vez, Trump llamó a los hispanos “gran gente” y “emprendedora” y les dio la bienvenida al Partido Republicano. “A todos los hispanoamericanos de Florida y de todo el país”, dijo, “les damos la bienvenida a nuestro partido y a nuestro movimiento con los brazos abiertos, abiertos, abiertos y hermosos”.
El 2016 cuando lanzó su campaña presidencial, a los mexicanos les caracterizó como “ladrones”, “drogadictos y narcotraficantes”, y “violadores”.
Afuera del recinto, Mariela Suasalito, mexicana nacida en Guerrero, elaboraba tacos rellenos en su camioneta, los vendía a 3.50 dólares y se sentía feliz. “No le hago caso a él, pero mientras sus concentraciones tengan gente, me compran. Es un negocio”, comentó.
En medio de todo esto, con la personalidad de Trump y su entusiasmo para con los republicanos hispanos del sur de Florida, el público dejó en el olvido, casi, a Marco Rubio. Tanto que, cuando todo terminó, se perdió.