Una serie de imágenes secretas tomadas por fotógrafos militares estadounidenses en la base de Guantánamo, fueron reveladas a la opinión pública este jueves por el portal británico BBC Mundo.
Las gráficas fueron proporcionadas, mediante acceso digital, por los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de EE. UU., gracias al Freedom of Information Act (Ley por la libertad de información) y, según se afirmó, pese a su crudeza, nunca estuvieron clasificadas.
Desde que la base militar estadounidense de Guantánamo, en territorio ocupado en Cuba desde 1903, se convirtiera en una prisión de alta seguridad para albergar a los detenidos acusados de terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, apenas se habían distribuido imágenes de la llegada y la vida de los prisioneros en ese enclave del suroriente cubano.
En ellas puede verse cómo viajaron los detenidos desde Afganistán en aviones militares, esposados de manos y pies y completamente privados de estímulos sensoriales, el fuerte despliegue de seguridad al recibirlos en Guantánamo o cómo fueron sus primeras comidas en la cárcel de alta seguridad, describe el medio británico.
También pueden observarse los primeros chequeos médicos, además de momentos íntimos de la vida de los prisioneros, quienes pasaban gran parte de su tiempo rezando.
El pasado 11 de enero se cumplieron veintidós años del llamado Campamento Rayos X, la apertura del campo de detención militar de Estados Unidos en la bahía de Guantánamo, bajo un nombre que denotaba que ningún reo podría esconder o disimular su actividad carcelaria.
Las comisiones militares creadas para juzgar los atentados del 11-S demostraron ser totalmente ineficaces e injustas y no cumplieron las normas internacionales sobre el debido proceso, sumado a que las víctimas de los atentados y sus familiares aún no han tenido justicia.
Hasta 779 varones musulmanes llegaron a ser capturados y trasladados en secreto, encapuchados y esposados, a dicha cárcel.
El entonces presidente George W. Bush ordenó crearla como reacción a los atentados del 11 de septiembre en 2001, para alojar a terroristas “combatientes enemigos” sin la obligación de ofrecerles las garantías a las que tendrían derecho como prisioneros en suelo estadounidense.
La inmensa mayoría de los internos no tenía nada que ver con los ataques del 11S, la red Al Qaeda o el terrorismo islámico.
Muchos fueron vendidos por un puñado de dólares a la Agencia Central de Inteligencia, de Estados Unidos, la CIA.
Cada uno, apunta la relatora especial de la ONU para los derechos humanos y el contraterrorismo, Fionnuala Ní Aolaín, en su informe sobre la prisión, “vivió o vive sus propias experiencias indelebles de trauma psicológico y físico tras soportar profundos abusos de sus derechos humanos”.
El cuadro de violaciones a los derechos humanos fue total: torturas, traslados secretos, desapariciones forzadas, interrogatorios en régimen de incomunicación, ausencia total del debido proceso, alimentación obligada en huelgas de hambre.
Además, los detenidos estuvieron recluidos indefinidamente sin atención médica y sin acceso a juicios justos.
Los prisioneros islámicos padecieron encerrados en jaulas de apenas 2 por 2 metros, a cielo abierto, bajo el inclemente sol del Caribe.
En cada una, dos cubos. Uno con agua, otro para las heces. Y nada más en ellas. Se utilizaron durante cuatro meses, antes de trasladar a los prisioneros a estructuras permanentes.
Aún hoy, 30 personas continúan recluidas en la base militar. Hay 16 detenidos que, a pesar de que su libertad fue autorizada, siguen encarcelados.
La mayoría no fue acusado de ningún delito y otros directamente no saben de qué los acusan.
Veintidós años después, los crímenes de derecho internacional cometidos por Estados Unidos en Guantánamo continúan impunes.
En 2009, el entonces vicepresidente Joe Biden dijo: “Defenderemos los derechos de aquellos a quienes llevamos ante la justicia y cerraremos el centro de detención de Guantánamo”.
Pasaron quince años. Biden es el presidente de Estados Unidos, aspira a una reelección y la cárcel sigue funcionando, resumió, lapidario, un informe de Amnistía Internacional.