Funcionarios estadounidenses adelantaron este martes lo que parece ser ya un hecho: Estados Unidos reconocerá Jerusalén como la capital de Israel, pese a la intensa oposición internacional a la medida.
Este miércoles, Trump ordenará al Departamento de Estado que inicie el proceso para trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv, la actual capital israelí, a la ciudad santa de Jerusalén.
No obstante, aún no está claro cuándo se podría llevar a cabo la medida, por cuestiones de seguridad nacional.
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Los funcionarios citados por la agencia AP señalaron que primero será necesario concluir numerosos detalles logísticos y de seguridad, así como la determinación del lugar y de la construcción. Es probable que la embajada no sea trasladada al menos durante tres o cuatro años, siempre y cuando no haya cambios futuros en las políticas estadounidenses.
Con ese fin, Trump debe firmar una exención para demorar el traslado de la embajada, algo que la ley estadounidense requiere hacer cada seis meses, y seguirá firmando ese documento hasta que se hayan completado los preparativos para el cambio en la sede diplomática.
Según los funcionarios, el reconocimiento de Jerusalén como la capital israelí será la confirmación de “una realidad histórica y actual” y no un mensaje político, y señalaron que las fronteras físicas y políticas de la ciudad no sufrirán modificaciones. Resaltaron que la mayoría de las agencias del gobierno de Israel, así como su parlamento, se ubican en Jerusalén y no en Tel Aviv, donde Estados Unidos y otros países tienen sus embajadas.
Consecuencias peligrosas
Declarar a Jerusalén como la capital de Israel es una medida que podría tener consecuencias peligrosas. Estados Unidos nunca ha respaldado la afirmación de soberanía del Estado judío sobre ninguna parte de esa ciudad, y ha insistido en que su estatus sea determinado con base en negociaciones entre israelíes y palestinos.
Cualquier decisión estadounidense sobre el estatus de Jerusalén antes de que se forje un acuerdo de paz “dañaría el proceso de negociación e intensificaría las tensiones en la región”, dijo el martes a Trump el rey saudí Salman, de acuerdo con una transcripción de su conversación telefónica difundida por Arabia Saudí.
Para el monarca, declarar a Jerusalén la capital de Israel “constituiría una provocación flagrante para todos los musulmanes del mundo”.
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— La Jornada (@lajornadaonline) 6 de diciembre de 2017
Turquía anunció que será sede de una reunión de naciones islámicas la semana próxima para dar una oportunidad a sus gobiernos de coordinar una respuesta, mientas la Liga Árabe convocó a una reunión de emergencia el sábado.
La áspera reacción global puso en entredicho la factibilidad de un plan de paz que la Casa Blanca está elaborando y piensa presentar en un futuro próximo.
Los palestinos quieren Jerusalén oriental para la capital de su futuro estado independiente y temen que la declaración de Trump les imponga una solución desastrosa a uno de los problemas centrales del conflicto palestino-israelí.
“No puede haber conversaciones con los estadounidenses. El proceso de paz está terminado. Se han adelantado al desenlace”, dijo el funcionario palestino Hanan Ashrawi. “No pueden dar por sentado que aceptaremos”.
La autoridad palestina se reunirá en las próximas horas para planear los próximos pasos.
El líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, condenó la esperada medida de Trump, mientras en Siria, un comunicado de Ministerio de Relaciones Exteriores advirtió que sería “un paso peligroso” que provocará un conflicto mundial y será “la culminación del crimen del robo de Palestina”.
Por su parte, el papa Francisco habló de su “profunda preocupación” y pidió que “todos respeten el estatus quo de la ciudad”. China, que tiene buenas relaciones con Israel y los palestinos, expresó su inquietud por un “posible agravamiento de las tensiones regionales” y Rusia, un actor crucial en el Medio Oriente, se refiere a un “posible deterioro”.
AP / OnCuba