En un enorme centro de convenciones que es el hospital improvisado más grande de España abundan los toques de generosidad y camaradería que hacen los días y las noches más llevaderos para los pacientes con la Covid-19.
Hay estantes con libros donados. Cajas de cartón volteadas hacen de mesas donde esperan artículos de aseo personal de un hotel. Sirven comidas con notas de aliento. Y un ejército de voluntarios hace lo posible para generar un aire de optimismo en medio de la pandemia de coronavirus.
“A pesar de la distancia que mantenemos entre nosotros, hay un sentimiento de comunidad”, dijo Jonan Basterra mientras esperaba que el oxígeno en su sangre alcance un nivel que le permita regresar a su casa.
Este paciente de 50 años sueña con derrotar el virus así se puede cortar la barba que se ha dejado crecer y festejar con un helado. Mientras tanto, reposa en la cama número 15.18 y hace amistades o lee los libros que trajo una enfermera de su casa, ofreciéndose a abrir una biblioteca improvisada.
“Estamos en esto juntos y vamos a salir juntos de esta”, expresó Basterra a la Associated Press mediante una videollamada poco antes de que le hiciesen llegar una tortilla de papas con una nota del personal de la cocina. Los cocineros se enteraron por las redes sociales que Bastierra ansiaba comer y le prepararon la tortilla.
La mayoría de los 1.850 pacientes de este hospital de campaña en el centro de convenciones IFEMA no están graves. De hecho, 800 habían sido dado de alta hasta el jueves, aunque seis fallecieron desde que comenzó a funcionar hace 12 días.
La instalación ayuda a liberar espacio en los sobrecargados hospitales de la zona. Madrid ha registrado casi 4.500 de las 11.000 muertes por el virus contabilizadas hasta ahora en España, tantas que estaban acondicionando una pista de patinaje sobre hielo para que reciba cadáveres. Será la tercera morgue temporal de la región.
Dos largos pasillos que normalmente recorren empresarios y donde se instalan stands en los que las compañías exhiben sus productos son ocupados hoy por 1.300 camas y 16 unidades de cuidados intensivos. Las camas están separadas por paneles, algunos de los cuales todavía tienen fotos de maquinarias u hoteles de convenciones pasadas. Afuera, el personal médico se toma descansos al sol, cerca de tres vehículos que venden comida. Un soldado fuma un cigarrillo mientras suena un tema pop que surge de altoparlantes.
Hace escasos cuatro meses activistas como Greta Thunberg recorrían el mismo terreno durante una conferencia sobre cambio climático patrocinada por las Naciones Unidas.
Qué distante parece todo eso ahora. Cuando los españoles se asoman a sus ventanas todas las noches para homenajear a los médicos y las enfermeras que batallan contra la infección, el silencio en el hospital de campaña es interrumpido por aplausos de los pacientes. Una noche reciente sonó por los altoparlantes el tema de la década de 1960 “Resistiré”, que ha pasado a ser un himno durante el brote.
Entre los que aplaudía estaba Esteban Pinadero, de la cama 01.18. Un anciano de 87 años que fue trasladado desde un hospital al IFEMA el miércoles. Su familia se enteró del traslado cuando un voluntario le acercó baterías para su aparato auditivo. Su hija, Vicki, le contó a la AP cómo contactó a Basterra a través de las redes sociales y arregló una llamada con video con su padre.
“Estoy muy bien. Os quiero”, les dijo Pinadero a media docena de familiares en la llamada. La hija compartió una grabación de la llamada con la AP. Con su rostro medio cubierto por una mascarilla, Pinadero bromeó: “Yo de aquí me escapo en cuanto pueda”. Los parientes sollozaron al escucharlo.
“Se echa de menos el lenguaje no verbal, ese toque físico, la sonrisa que ocultan estas máscaras”, comentó el doctor Jesús San Román, que dirige un improvisado centro de llamadas en la instalación.
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Estudiantes de medicina recién graduados se ofrecen de voluntarios y mantienen a los parientes de los pacientes al día sobre su condición por teléfono.
No es lo mismo que el contacto directo en un hospital en tiempos normales, “pero tratamos de suplir ese vacío de cercanía con videollamadas y poniendo mucho de nuestra parte”, dijo San Román.
A pesar de los esfuerzos, la tragedia está siempre al acecho.
Cuatro salones tienen carteles que dicen “Información para los familiares”. La puerta da a un espacio dividido por cortinas, de un lado una cama, del otro sillas.
Allí llevan a los pacientes que agonizan para que pasen sus últimos momentos con sus familiares, explicó el doctor Antonio Zapatero, director del hospital de campaña. Dijo que es la única vez en que se admite visitantes en la instalación.
Esos cuartos fueron usados por primera vez esta semana.
“Ojalá no tengamos que usarlos de nuevo”, dijo Zapatero.