Con la invasión a Ucrania, Vladimir Putin ha logrado, contra su voluntad, desbaratar uno de los tabúes europeos. Finlandia y Suecia han abandonado casi setenta años de neutralidad y pedido su ingreso a la OTAN, la organización militar del mundo occidental.
Sin embargo, no será una tarea fácil porque ese ingreso tiene que decidirse por la unanimidad de todos sus 30 miembros. Turquía, que tiene el segundo mayor ejército de la alianza atlántica, ha dejado claro que no está de acuerdo. En las próximas semanas habrá intensas negociaciones.
El mandatario turco Recep Tayyip Erdogan, un sólido partidario de Ucrania, dijo que no vale la pena que Suecia y Finlandia envíen delegaciones a Ankara para intentar convencerlo de lo contrario. El presidente estadounidense Joe Biden recibirá el jueves a su homólogo finlandés, Sauli Niinistö, y a la primera ministra de Suecia, Magdalena Andersson.
“No diremos ‘sí’ a aquellos [países] que aplican sanciones a Turquía para unirse a la organización de seguridad de la OTAN”, dijo Erdogan en conferencia de prensa ayer lunes por la noche. Se refería a la suspensión de Suecia de la venta de armas a Turquía en 2019 por sus actividades militares en Siria. Pero también a la protección que Estocolmo otorga a los militantes del PKK, el partido separatista kurdo que Ankara considera una organización terrorista.
La posición turca ha provocado alguna alarma en Occidente por el empeño que la OTAN y la Unión Europea han puesto en la defensa de Ucrania.
“Lo que está en juego ahora es enorme”, dijo Timothy Ash, estratega de mercados emergentes del centro de análisis británico Bluebay Asset Management. “Parece que se avecina una gran crisis en las relaciones entre Turquía y Occidente por la candidatura de Finlandia y Suecia a la OTAN”.
“Otros miembros de la OTAN estarán furiosos con Turquía, dado el peligro ahora claro y presente para Europa presentado por Putin en Ucrania”, agregó Ash. “Turquía será vista como un socio poco confiable. Esto dejará aún más mala sangre/fe entre las dos partes: desaparecerán los restos de una oferta turca de adhesión a la UE”, que está siendo analizada desde hace unos veinticinco años.
Por otro lado, Moscú claramente se opone. Ve la ampliación de la OTAN hacia sus fronteras como un peligro y esto pudiera afectar, naturalmente, las relaciones con los dos países del norte europeo. De hecho, en los años 1933 y 1939, antes de la Segunda Guerra Mundial, Rusia –entonces la Unión Soviética– mantuvo una guerra fronteriza con Finlandia que ganó y arrebató unos 100 kilómetros cuadrados a Helsinki.
En declaraciones recogidas por el canal televisivo Rusia Today, completamente alineado con Putin, este afirmó que se oponía a la ampliación de la OTAN, pero que tampoco era un problema tan grave.
“En cuanto a la expansión de la alianza a Finlandia y Suecia, Rusia no tiene problemas con estos Estados. Y, por lo tanto, en este sentido, una expansión a estos países no crea amenazas directas para nosotros”, aseguró Putin durante una cumbre con los líderes de los países miembros de Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que agrupa a algunas de las ex repúblicas soviéticas, consideradas muy próximas a Moscú.
Pero “una expansión de la infraestructura militar en esos territorios sin dudas provocaría una respuesta de nuestra parte. Y veremos cuál sería en función de las amenazas que se creen para nosotros”, agregó el mandatario.
En su opinión, la OTAN “traspasa su finalidad geográfica euroatlántica, y está tratando de involucrarse cada vez más activamente en los asuntos internacionales, controlar las situaciones de seguridad internacional, e influir sobre ellas, y no de la mejor manera, en otras regiones del mundo. Esto, ciertamente, requiere una atención adicional de nuestra parte”, reafirmó Putin.