Italia toma medidas contra “epidemia” turística

El exceso de visitantes, tanto nacionales como extranjeros, obliga a una política restrictiva de comodidades y esparcimiento por la que muchos terminarían aborreciendo sus vacaciones en la llamada "bota" de Europa.

Vista de una playa en Versilia. Foto: CLAUDIO GIOVANNINI/EFE/EPA.

Unos 13 millones de italianos, según el Ministerio de Turismo, viajarán por el país con motivo de la celebración conjunta de Ferragosto en una avalancha de juerga y congestión vial.

Se trata de una antigua festividad instituida por el fundador del Imperio Romano, Augusto, para dar un respiro a los trabajadores, y la fiesta católica de la Asunción de María, reporta un despacho de la cadena estadounidense CNN.

A la masa crítica de turistas locales se sumarán los millones de vacacionistas que visitan la península y sus islas adyacentes desde el extranjero, lo cual dispara las estadísticas de accidentes de todo tipo, además de los problemas logísticos, escenarios de violencia y excesos en el espacio público.

En la panoplia de medidas aparecen el acceso a muchas playas populares mediante reserva en una aplicación digital; en tanto, los plásticos, el tabaco y en algunos casos incluso las toallas y las sillas se prohibirán en la arena durante los próximos días.

Algunas playas de la isla de Cerdeña, que ha registrado un récord de turistas este verano, prohibieron el uso de rocas para anclar las sombrillas y practicar natación nocturna, además de las acampadas en la playa, las fogatas e incluso el uso de sillas y toallas durante la noche para intentar limitar las juergas nocturnas.

Los ayuntamientos de Santa Teresa di Gallura y Sant’Antioco multarán con 500 euros a quienes no respeten esta norma, según medios locales.

Igualmente, el horario de cese de la música ha sido restringido. En Sassari, en el noroeste de Cerdeña, los altavoces deben hacer silencio a partir de las 2 a.m. En los enclaves turísticos de Platamona, Porto Ferro y Argentiera, la hora límite son las 3 a.m.

Playa italiana. Foto: ABC

Fuera de la isla de Cerdeña, en grandes urbes como Roma, Florencia y Venecia se instalaron semáforos provisionales como medida de control de multitudes en zonas de gran afluencia peatonal para impedir que la gente se haga autorretratos  y bloquee la circulación.

En la Costa Amalfitana, las autoridades regularán el número de vehículos que atascan las carreteras, limitando alternativamente la entrada de matrículas pares e impares en determinadas calles pequeñas durante las horas de mayor afluencia.

Por su parte, la isla de Capri seguirá el ejemplo de Venecia, que a principios de año introdujo una tasa de entrada turística. Se cobrará el doble de la tasa de aterrizaje habitual por las llegadas durante el fin de semana festivo.

En paralelo, algunos destinos de montaña de la región de Trentino, en el norte de Italia, echaron mano a la tecnología de vigilancia para  controlar el flujo de excursionistas y cerrarán los senderos que estén demasiado concurridos.

Venecia, la ciudad que todos quieren visitar y en la que nadie quiere vivir

Mejorar la gestión es el quid

Para el ministro italiano  de Turismo, Daniele Santache,  es una “blasfemia” la cuestión del sobreturismo, pero insistió en que Italia se está enfrentando al fenómeno  mientras se prepara para un mayor aumento del número de visitantes en los próximos años.

“Para mí, el sobreturismo es una blasfemia; el problema es gestionarlo y gobernarlo, como hemos empezado a hacer desde que estamos en el Gobierno”, declaró al diario La Nazione.

El sector italiano del turismo de cruceros calcula que habrá más de 65 mil pasajeros en Génova, con seis buques que totalizan 12 escalas durante las dos semanas anteriores y posteriores al 15 de agosto.

En Civitavecchia, cerca de Roma, se esperan unos 59 mil cruceristas durante el mismo periodo. En Nápoles habrá 45 000 y en Bari desembarcarán unos 25 mil pasajeros para sumarse a los festejos conocidos como Ferragosto.

El antiturismo se extiende por Europa

Las protestas contra el turismo se han extendido por toda Europa este verano, con manifestaciones en los Países Bajos, Grecia y, por supuesto, España.

A principios de julio, los manifestantes marcharon por zonas turísticas de la ciudad española de Barcelona rociando con pistolas de agua a los visitantes desprevenidos mientras cantaban: “Turistas, volved a casa”.

Y más recientemente, miles de personas protestaron en la isla española de Mallorca, y los organizadores afirmaron que el modelo turístico de la isla “empobrece a los trabajadores y enriquece solo a unos pocos”.

 

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