Cuando el presidente Donald Trump llamó a su colega ruso Vladimir Putin para felicitarlo por su reelección, el jefe de despacho John Kelly no participó de la llamada. Cuando Trump invitó a John Bolton a ser su próximo asesor de seguridad nacional, Kelly no estuvo presente. Cuando Trump pasó el fin de semana en su propiedad de Mar-a-Lago meditando sobre inmigración y comercio, Kelly no estuvo cerca.
Convocado para imponer el orden en una presidencia caótica, Kelly ha desaparecido gradualmente de la vista, su poder ha disminuido y su palabra goza de menor confianza entre el personal, mientras un Presidente que prefiere volar solo tolera cada vez menos su orientación.
Envalentonado, Trump se rebela contra las limitaciones que le ha presentado Kelly y se pregunta si no puede eliminar directamente el puesto de jefe de despacho. Por eso, el personal de la Casa Blanca y los aliados creen que Kelly tiene los días contados.
Últimamente, Trump viene gobernando a un ritmo atropellado, destituyendo asesores, anunciando medidas sorpresivas por Twitter y recreando la sensación caótica de sus primeros meses en funciones. Los aliados de Kelly sostienen que el funcionario ya está en retirada estratégica. Insinúan que la idea de que Kelly llegó como salvador de Trump fue una exageración y que el jefe de despacho se complace en soltar las riendas para que dejar actuar a un presidente regido por sus instintos.
Sin embargo, los allegados al Presidente dicen que éste expresa su hartazgo creciente con los intentos de Kelly de imponerle límites, y que si bien todavía no está dispuesto a despedirlo, lo ha ido marginando poco a poco.
Trump dijo hace poco a un confidente que estaba “harto de los ‘no’” de Kelly y que había optado por no decirle nada, de acuerdo con una persona que habló bajo la condición de anonimato por no estar habituada a revelar conversaciones privadas.
En el Ala Oeste de la Casa Blanca, lugar de trabajo diario del presidente de Estados Unidos y de su equipo más importante, una vez que empiezan a circular rumores de la destitución de un colaborador, éste adquiere un “hedor” que ya no se disipa, según uno entre decenas de colaboradores actuales, exfuncionarios y asesores externos que hablaron con The Associated Press bajo las mismas condiciones.
A medida que Kelly pierde tanto presencia pública como influencia tras bastidores, cunden las conjeturas sobre el posible regreso del caos.
“Un Kelly tan debilitado no puede sostenerse en su puesto”, dijo Chris Whipple, autor de “Gatekeepers”, una historia de los jefes de despacho de la Casa Blanca moderna.
“Más que cualquiera de sus predecesores, Donald Trump necesita un jefe de despacho con el poder de decirle lo que él no quiere escuchar. Trump quiere manejar la Casa Blanca como si fuera el piso 26 de la Torre Trump, y así no puede funcionar”, añadió, en alusión a las oficinas desde las cuales el presidente y empresario maneja sus negocios.
AP / OnCuba